CIENCIA › DIáLOGO CON LUCíA FRANCHINI, DOCTORA EN BIOLOGíA DE LA UNIVERSIDAD NACIONAL DE CóRDOBA

Sobre la evolución del cerebro humano

Compartimos con los chimpancés el 98,5 por ciento de los genes. Y sin embargo en esa mínima diferencia se esconden las capacidades que nos distinguen de los primates, como el habla y la conciencia.

 Por Leonardo Moledo

–Bueno, no sé por dónde empezar...

–Entonces, yo me adelanto. Nosotros trabajamos en las bases genéticas de la evolución del cerebro humano, por un lado, y en las bases genéticas de la evolución del oído en mamíferos, por el otro. Con relación a la evolución del cerebro humano, básicamente lo que estamos intentando encontrar es cuáles son las diferencias a nivel genético y a nivel funcional que explican la enorme diferencia a nivel cognitivo que tiene la especie humana en relación a sus primates más cercanos como el chimpancé.

–Que genéticamente es muy parecido...

–Sí. Nosotros somos un primate antropoide; el linaje evolutivo que llevó a la especie humana divergió del chimpancé hace 6 millones de años. Todo esto es posible gracias a la explosión de la “era genómica”: en el 2001 se conoce el genoma humano y eso se considera el comienzo de la era genómica. Hablar de la evolución del hombre, creo, es hablar de la evolución de su cerebro, porque es lo que más ha posibilitado su enorme desarrollo.

–¿Y la postura erecta?

–Bueno, pero es nuestro cerebro el que posibilitó el desarrollo de nuestra cultura y nuestra sociedad. Pienso que cuando se descubran cuáles son las modificaciones genéticas que hicieron posible el desarrollo de nuestro cerebro, se va a producir una revolución enorme.

–¿Y estamos lejos o cerca de saberlo?

–A mí me gustaría pensar que cerca; esperaría poder saberlo antes del final de mi vida. Pero...

–¿Pero qué?

–La verdad es que yo pensaba que con la secuenciación del genoma del chimpancé en el 2005 esta área del conocimiento iba a estallar. Y si bien se hicieron algunos descubrimientos importantes, todavía hoy por hoy no hay ningún hallazgo que se pueda señalar como realmente cierto en cuanto a la evolución del cerebro. Y en eso estamos trabajando humildemente nosotros.

–¿La evolución fue gradual?

–¿Quién lo sabe? Yo, particularmente, creo que tienen que haber cambiado muchos genes. Pasaron 6 millones de años. Lo que hemos identificado son algunas regiones en el genoma que si bien estuvieron conservadas durante muchos millones de años, específicamente en el genoma humano cambiaron.

–Bueno, ¿y entonces cómo se sigue con las investigaciones?

–Lo que ahora estamos intentando, trabajando con ratones y peces transgénicos, es ver cuál es la función de esa secuenciación. Como el desarrollo es muy regulado, nosotros pensamos que pequeños cambios en la expresión de ciertos genes (los denominados “máscar”) en el desarrollo del cerebro podrían haber llevado a grandes cambios como, por ejemplo, al desarrollo del tamaño del cerebro (que es tres veces más grande en el humano que en el chimpancé).

–Hay una historia con la evolución humana. Una cosa que tiene el ser humano que suponemos que los otros seres no tienen es la conciencia de sí...

–Hay muchas cosas que se piensa que son privativas del ser humano y que en realidad no lo son. Por ejemplo: cada vez se está avanzando más en el estudio de lo que pueden y no pueden hacer los otros animales. El chimpancé, que es 98,5 por ciento idéntico a nosotros a nivel genómico, tiene un desarrollo del conocimiento y del manejo de herramientas que podría compararse al de un niño de tres o cuatro años de la especie humana.

–Pero no pueden hablar.

–No, y ésa es la cuestión. El habla ha hecho explotar, verdaderamente, a la cultura humana. Porque si usted observa qué es un niño humano, la verdad es que es muy primitivo. Todo lo que sabemos lo vamos aprendiendo a lo largo de nuestra vida. La especie humana es un primate con cultura. Pensemos, de hecho, lo que eran los hombres primitivos. Tuvieron que pasar 90 mil años desde que el homo sapiens se “adueñó” de la Tierra para que se pudiera desarrollar la agricultura, hace sólo 10 mil años. Y todas las innovaciones que vamos realizando son impresionantes. Los chimpancés, en cambio, desde que aparecieron en la tierra hasta ahora no han cambiado.

–¿Y por qué?

–Porque no tienen el cerebro que tenemos nosotros, que tiene capacidades únicas. Y yo creo que genéticamente eso tiene que tener una explicación.

–No sólo tiene que haber una base material para todo eso. A mí lo que más me interesa es el tema de la gradación. Tomemos la línea que fue al homo sapiens, por un lado, y el lenguaje (la gran herramienta de la cultura), por el otro. No sabemos si los hombres de Laetoli hablaban. Pero el lenguaje tiene que tener gradaciones; no es posible que haya aparecido de golpe. O sea que hay proto-lenguajes, hay proto-conciencia de sí.

–Lo que pasa es que hay que separar lo que son los desarrollos culturales de los desarrollos neuro-anatómicos que posibilitaron los desarrollos culturales y del lenguaje. Esto tiene que estar regido todo por la evolución natural. La teoría del gradualismo y la de los cambios abruptos están, hoy en día, discutiendo entre sí en el campo de la biología evolutiva. Yo creo que hay evidencia para las dos cosas y que, efectivamente, operan las dos cosas.

–Pero si piensa que un hombre puede transmitirles a sus hijos, mediante el lenguaje, ciertas herramientas evolutivas para mejorar sus posibilidades de supervivencia...

–Bueno, eso ya es cultural. Pero además los mismos chimpancés aprenden. Eso no es privativo de los humanos. La capacidad de usar herramientas, por ejemplo, se la enseñan los papás chimpancés a sus hijos. Pero esa capacidad de usar herramientas tiene que estar codificada en los genes. Y no se codifica porque un chimpancé haya hecho esfuerzo para usar una herramienta. La capacidad existe como potencialidad. Eso opera igual en los humanos: si no existiera la educación, seríamos chimpancés. Volviendo al tema del gradualismo: yo creo que los cambios a nivel de genes importantes para el desarrollo pueden llegar a ser muy bruscos.

–¿A qué llama muy bruscos?

–Aparición de miembros, por ejemplo. Eso ocurre con mutaciones: un cambio en un factor de transcripción. La aparición de alas en los murciélagos, por ejemplo.

–Pero si se produce en un individuo, al no tener compañeros sexuales con esa mutación...

–Pero el 50 por ciento de sus hijos va a cargar ese gen. Hay un paper que nos sirve como modelo a nosotros que demuestra que la mutación de UN gen (el llamado gen del habla) le impide hablar a toda una familia. Y se vio que ese gen tuvo una evolución diferencial en la especie humana; y que esa evolución no es compartida por los chimpancés. Pero cuando se trató de hacer ratones mutantes, portadores de esa mutación, se vio que los ratones seguían sin hablar.

–Pero puede ser un gen que funciona siempre y cuando entre en interacción con todo el sistema...

–El humano es un primate y los primates ya son muy particulares dentro de los mamíferos. No se puede sacar de la historia evolutiva primate: ya el chimpancé es una especie con una inteligencia evolutiva muy alta. Hay tres linajes en mamíferos que tienen una inteligencia muy alta: los elefantes, los cetáceos y los primates.

–No nos quedó lugar para hablar del oído interno.

–Es una verdadera maravilla de la evolución. Es una característica de los mamíferos que nos define como grupo: nos posibilitó adquirir una capacidad auditiva única en el reino animal. El oído mamífero, en general, es muy especial.

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Imagen: Carolina Camps
 
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