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La salida desigual

 Por Alfredo Serrano Mancilla *

Lo de la salida de la crisis en España es una verdad a medias. Más bien, una verdad únicamente valida para el 0,001 por ciento de la población. A decir verdad, ni siquiera eso. Tal minoría jamás entró en crisis y, en consecuencia, no podemos referirnos a su salida. La verdadera discusión acerca de la salida es cuál será el sentido de ésta si se sigue imponiendo el actual modelo económico. Por el momento se impone un reparto regresivo en el patrón de acumulación: concentración de la riqueza aún en menos manos de lo que ya venía produciéndose a costa de más empobrecimiento social.

En este sentido, los datos cantan por sí solos. Las siete principales entidades españolas por su negocio en España crecieron durante el primer semestre del año cerca de un 40 por ciento con respecto al mismo período del año pasado. El beneficio de los principales bancos también se disparó en este semestre (3581 millones de euros). CaixaBank fue el que más incrementó sus ganancias, con casi un 75 por ciento más; Banco Sabadell lo hizo en un 55 por ciento; Santander en un 50 por ciento y Bankinter y BBVA en más de un 30 por ciento. Estos números también son similares para unas pocas marcas de otros sectores económicos: Endesa, Iberdrola, Abertis y Red Eléctrica. Esta última, por ejemplo, anunció unos beneficios de 870 millones de euros en el primer semestre del año, un 17,1 por ciento más que lo conseguido el año pasado. En esta misma línea, de los “que nunca entraron en crisis”, también hay que destacar que: 1) los directivos del IBEX aumentaron su remuneración un 24,1 por ciento el año pasado, 2) los españoles con patrimonio superior a 850.000 euros (sin contar su vivienda principal) aumentaron sus fortunas en un 22 por ciento.

Sin embargo, esta economía petit comité contrasta con los datos económicos que afectan a la mayoría ciudadana en España: 1) la cifra de desempleados sigue siendo alta: 5.149.000 según la Encuesta de Población Activa; la tasa de desempleo se sitúa en el 22,37 por ciento, 2) más de 3,7 millones de desocupados no reciben ningún tipo de prestación del Ministerio de Empleo, 3) de los trabajadores, uno de cada tres no llega a ser mileurista (4,2 millones de asalariados tienen una nómina mensual que no alcanza los 950 euros brutos), 4) la afiliación a la Seguridad Social ha descendido en 134.289 personas en agosto respecto al mes anterior, 5) hay cerca de 13 millones de personas en riesgo de pobreza o exclusión social (27,3 por ciento de la población) según la Red Europea de Lucha contra la Pobreza y la Exclusión Social, 6) uno de cada tres niños en España vive en situación de pobreza, 7) según la European Anti Poverty Network, el 67 por ciento de la población “no llega a fin de mes”, 8) el 42 por ciento admite pasar mucha dificultad para pagar el recibo de la luz, según la Confederación Española de Organizaciones de Amas de Casa, Consumidores y Usuarios, 9) desde enero de 2008 hasta septiembre de 2014 se contabilizaron un total de 360.125 desahucios (146 desalojos diarios), según datos del Consejo General del Poder Judicial, 10) sólo el 2,6 por ciento de la población española considera la situación económica como buena o muy buena según el barómetro del CIS de Junio 2015. Estos números son más propios de un default social que de lo que Rajoy llama “salir de la crisis”.

Y esto es lo que verdaderamente está en juego en las elecciones del 20 de diciembre en España: el sentido de la salida de la crisis, o se continúa con la salida desigual o se sale en favor de todos. He aquí la cuestión: continuar con la década perdida con el sufrimiento de la mayoría para que unos pocos sigan concentrando más poder económico, o por el contrario, se plantea otra política económica, otro modelo de desarrollo que ponga a cada ciudadano como centralidad de la economía. Se trata, en definitiva, de elegir qué salida se quiere: la vía hacia la década ganada para gente VIP a costa de la década sufrida para la mayoría o el camino en busca de la economía del sentido común, donde no existan más desahucios; la electricidad sea un derecho real; los medicamentos básicos estén al alcance de todos; se genere empleo no devaluado; las pequeñas y medianas empresas sean protagónicas en el cambio del modelo productivo; se pague impuesto según sea la capacidad de pago real; se tenga tolerancia cero contra la evasión fiscal, contra la corrupción y contra las puertas giratorias de muchos políticos.

Hasta el momento, el bipartidismo ha demostrado (Zapatero 2008-11; Rajoy 2011-15) una absoluta incapacidad para resolver esta situación económica. La baza electoral de Rajoy es procurar mostrar como trofeo el crecimiento del PIB a final de año, sin aclarar nada sobre los efectos reales en la vida cotidiana de los españoles. Su apuesta consiste en apuntalar un modelo de crecimiento empobrecedor que reparte miseria mientras que unos pocos salen aún más ricos de lo que ya eran. Para ello, necesita alguna cifra macro a la que aferrarse para esconder aquello que padece cada hogar. Sea el PIB o la nota de la agencia de calificación crediticia Standard & Poor’s, todo le vale a Rajoy para presumir de bonanza macroeconómica a pesar del malestar microeconómico.

* Doctor en Economía, director de Celag.

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