turismo

Domingo, 23 de marzo de 2014

NEUQUéN LAS TERMAS DE COPAHUE

Burbujas de curación

Hasta el 4 de mayo seguirán abiertas las termas de Copahue, consideradas entre las mejores del mundo por sus aguas y los barros que brotan del volcán. Tratamientos de belleza y alivio para los huesos y la piel con aguas sulfurosas y algas, en medio de un paisaje de montaña espectacular.

 Por Julián Varsavsky

Fotos de Julián Varsavsky

“Yo vengo todos los años desde hace una década porque me hace muy bien para mi hernia de disco; mi marido insiste en que nos vayamos a Hawai, pero yo prefiero venir acá”, dice Carmela, rosarina y de 60 años, antes de sumergirse en la laguna del Chancho.

“A mí no me duele nada pero vengo igual cada vez que puedo –cuenta entre risas Fabiana, porteña– y me hago toda clase de tratamientos estéticos y de relax. No vengo a recuperarme de nada: me hago ‘chapa y pintura’.”

A las termas de Copahue suele venir gente mayor con problemas de huesos como reuma y enfermedades de piel como la psoriasis. Pero no sólo: lejos de esa postal tradicional, cada vez más vienen parejas jóvenes buscando relax y algunos de los paisajes más singulares de la Patagonia, a 1900 metros de altura.

De diciembre a mayo viven en Copahue unas 500 personas. Pero a mediados de mayo todos cierran bien puertas y ventanas y se van. No es por miedo al volcán –que se ve desde el pueblo y es una silueta familiar– sino por la nieve que cubre las casas hasta el techo. Es decir que Copahue es un pueblo fantasma durante la mitad del año. Y por eso no es un lugar de grandes lujos, ya que da trabajo mantener los hoteles y las instalaciones de las termas. Pero hay suficiente confort para pasarla bien.

El otro rasgo local es el olor. Copahue huele a diabólico azufre, es decir, a huevo podrido, ya que dentro de su perímetro hay varias lagunas sulfurosas. Las terapéuticas aguas verdes con algas también emiten un olor que luego se lleva en la ropa. Pero a los dos días de estar aquí terminamos naturalizando los olores, que dejan de de-sagradar y ya ni se perciben.

Al avanzar por las calles entre casas con techos a dos aguas, se ve que el pueblo completo está sobre una masa de agua en ebullición, y en varios lugares hay fumarolas con vapores sulfurosos que salen a presión como géiseres, incluso en la vereda: las aguas mineralizadas brotan por doquier, formando lagunitas y arroyos que despiden constantes vahos.

Don Gómez –82 años– está en la sala de espera del departamento de Dermatología, como lo viene haciendo desde hace 18 años por sus manchas de psoriasis en la piel, que a veces le pican bastante. Cada año marido y mujer se suben al auto desde su casa en Claromecó y trepan los Andes por caminos de cornisa hasta llegar a Copahue. El paciente cuenta su experiencia orgulloso: “Antes tenía manchas por todo el cuerpo y ahora se me redujeron a menos de la mitad. Las aguas no son mágicas; yo me quedo doce días cada año y los resultados llegan con el tiempo. He ido a termas en Carhué, Salta y Entre Ríos, pero las únicas que me sirven son éstas. Aquéllas alivian pero éstas me curan bastante. Al principio me hacía fangos y aguas verdes, pero ahora el médico me recetó solamente las segundas”.

–Martín Gómez –llama la coordinadora de Dermatología. Y don Gómez entra a una cabina donde se recostará en una camilla para que le coloquen algas vivas de una laguna volcánica recogidas ese mismo día, que empiezan a chorrear un líquido verde sobre su cuerpo. Entonces lo envolverán en un nylon por 15 minutos para pasar luego a un jacuzzi con aguas extraídas de la laguna verde –que está al lado–, donde reposará por un rato más.

Hitomi Shimabukuro es argentina, hija de japoneses, y entre vapores de azufre que apenas permiten distinguir su cara dentro del sauna, cuenta que hace diez años que viene aquí, sólo por placer. Como buena japonesa ama las termas y sigue la tradición milenaria del onsen o spa japonés: “Conozco varias termas de Japón, pero allá no hay ninguna como ésta”.

Las aguas sulfurosas del complejo termal emanan desde las profundidades de la tierra.

EL CENTRO TERMAL El complejo termal de Copahue pertenece al Ente Provincial de Termas y tiene dos lagunas preparadas como una pileta –aunque sin piso de material– en las que es posible sumergirse.

La laguna del Chancho es la más buscada por su fango gris con aguas sulfatadas, recomendado para enfermedades reumatológicas. Durante el baño las personas van sacando barro del fondo y se untan el cuerpo para luego secarse al sol (aunque muchas veces hace frío). Además el barro de esta laguna suaviza mucho la piel durante unos días. En la laguna Verde también es posible sumergirse de cuerpo entero. El color verdoso es por la proliferación de algas termófilas de tamaño microscópico. El baño en estas cálidas aguas es muy relajante, por el cosquilleo de las burbujas que suben pegadas al cuerpo, mientras los vapores dan de lleno en la cara.

El complejo de hidroterapia ocupa 6000 metros cuadrados de instalaciones cubiertas y tiene diversos departamentos especializados en dermatología, afecciones respiratorias y rehabilitación de problemas motores, entre otras dolencias. Para el visitante, el primer paso es la apertura de su historia clínica y una entrevista con el médico, quien prepara el plan de tratamiento.

Una sesión de fangoterapia en el solarium, frente a aguas que bullen a alta temperatura.

LAS MAQUINITAS Pero no se viene a la zona simplemente por las termas, ya que desde el cercano pueblo de Caviahue se hacen excursiones por paisajes llenos de araucarias, ya sea en bicicleta, en 4x4 o a pie. Una visita muy buscada en Caviahue es un almuerzo de chivito en la comunidad mapuche Millain Currical, en medio de paisajes espectaculares. Y el Salto del Agrio, más el paseo de las Siete Cascadas, son las mejores panorámicas para no perderse accesibles en vehículo.

Copahue también tiene algunos paseos. A dos kilómetros del centro termal un camino de tierra conduce a una gran hoyada entre los cerros con unas termas naturales llamadas Las Maquinitas (apenas hay una pasarela de madera). En la parte baja de esa hoyada hay montones de fumarolas y respiraderos, fuente de una constante humareda que sube por la ladera. El agua bulle con fuerza entre las rocas, donde proliferan los charcos burbujeantes. El ruido de “las maquinitas a vapor” es constante y el lugar es como un sauna al aire libre donde darse baños de vapor de azufre que brota de una pequeña cueva.

La mayoría de los visitantes van a Las Maquinitas a curiosear entre las rocas gigantes, aspirando el saludable vapor mientras “espían” por las pequeñas fisuras del terreno las entrañas de la tierra. Allí dentro se ven violentos chorros de agua que circulan a toda velocidad, produciendo ruidosos suspiros de vapor liberado a presión. El primitivo contexto de rocas humeantes genera la sensación de estar en un aliviadero de los infiernos.

Un volcán es para nosotros, simples mortales, una inconcebible acumulación de energía contenida. Desde lo más profundo de la Cordillera de los Andes, los líquidos incandescentes pugnan por salir y el volcán los tapona. Pero, curiosamente, una ínfima parte de esa energía se escapa por los intersticios de la base del volcán –cargada de minerales– y en lugar de achicharrarnos ofrece inesperadas sensaciones de alivio y algunas curaciones.

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En la laguna del Chancho los adultos se recuperan y los niños se divierten.
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