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Jueves, 29 de noviembre de 2012

PSICOLOGíA › EJERCICIO PARA DILUCIDAR EL SíNTOMA DESDE UNA PERSPECTIVA PSICOLóGICA

Una prisión para las arterias

El discurso médico enunciar que la hipertensión tiene causas desconocidas y al mismo tiempo, que es una condena de por vida. ¿Por qué no aceptar que al entablar una nueva relación entre el ser y sus límites, el hipertenso deje de serlo?

 Por Jorge Ballario*

El discurso médico, al enunciar que la hipertensión tiene algunas causas desconocidas, y paralelamente, que el hipertenso es una especie de condenado de por vida a tomar pastillas, incurre en una aparente contradicción lógica. ¿Porque no puede ocurrir que se remueva/n, espontáneamente o de otro modo, alguna/s de las causas desconocidas que la desencadenaron, y en tal caso el afectado deje de ser hipertenso? Esto puede darse, por ejemplo, a raíz de una nueva posición del sujeto frente a su mundo afectivo﷓emocional o, con otras palabras, al entablarse una nueva relación entre el ser y sus límites.

Es frecuente que la tensión arterial se les eleve a las personas que están privadas de su libertad. Es muy común que éstas obtengan valores que están por encima de los habituales, en los correccionales. La sensación de exclusión, el sentimiento de impotencia, de culpa o de frustración, como asimismo la impaciencia y la hostilidad, e incluso la inhibición de la ira, son estados que influyen negativamente en la presión arterial, y son usuales entre los reclusos. Obviamente que estos sentimientos también se pueden experimentar fuera de la reclusión, y muy bien puede elevarles la tensión arterial a los individuos constitucionalmente proclives.

Veamos. El ser humano es entre otras cosas un ser simbólico. La capacidad metafórica opera plenamente en él, por consiguiente la sensación de falta de libertad real también la pueden vivenciar otros individuos supuestamente libres, pero que estén viviendo algún tipo de opresión psicológica que no les permite desplegar su potencial. Como vemos, por una vía metafórica también podemos arribar a una cárcel, a una cárcel mental.

A veces, casi contradictoriamente, el propio despliegue de un impulso vital, como una vocación, o la necesidad de realizar algún deseo, pueden enfrentar al sujeto a peligrosos callejones sin salida y hacerlo sentir oprimido entre sus estrechos límites, más allá de que estos sean reales o imaginarios. No está de más aquí hacer hincapié en que la cuestión de los límites es muy subjetiva. Alguien, por ejemplo, en tal o cual circunstancia puede sentirse agobiado por sus límites, y sin embargo no verse así desde una supuesta óptica más objetiva como la del sentido común. Lo contrario también es válido.

En una misma persona pueden existir diversas vicisitudes psicológicas capaces de generarle un determinado sentimiento de opresión. Dichas configuraciones mentales pueden sufrir toda clase de variaciones o resignificaciones en el transcurso del tiempo, como asimismo cierto estancamiento melancólico. En estos casos, el deseo profundo del afectado queda como desalojado de su vida psíquica. Esto es equivalente a haber perdido el sentido por el cual vivir, y constituye, metafóricamente hablando, una prisión casi sin esperanza de libertad.

Existen otras formas de aislamientos que, por lo general, no producen el sentimiento de encierro que acabamos de ver. Los mismos, no sólo no aumentan la tensión arterial, sino que hasta pueden contribuir a disminuirla, o al menos a no alterarla.

Para diferenciar el aprisionamiento benigno del maligno tenemos que ponerlo en relación a la subjetividad, y no tanto a lo corporal. Un artista muy famoso puede sentirse en déficit en algunas áreas de su vida, pero no en cuanto a su deseo vocacional, ya que esto último es lo que más eficazmente consigue desplegar y expresar. Es precisamente en este punto donde reside gran parte de la libertad singular que marca la diferencia. En síntesis, la cárcel, por su siniestra realidad, como por todas las connotaciones negativas que posee en la cultura, la podemos considerar como el paradigma de la o﷓presión de la singularidad del afectado. La hipertensión arterial constituiría --tanto real como simbólicamente-- un claro síntoma de esa angustiante vivencia de aprisionamiento de lo subjetivo. Es así entonces como "pri﷓sión" y "pre﷓sión" obtienen su participación concreta en un diagrama de causa﷓efecto, y a su vez se pueden religar en una diversidad de ocasiones metafóricas.

*Fragmento. Artículo completo en www.jorgeballario.com.ar.

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La sensación de falta de libertad la pueden vivenciar individuos supuestamente libres.
 
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