rosario

Domingo, 25 de septiembre de 2016

CONTRATAPA › FOTOGRAFIANDO LA ZONA

Me parece

 Por Adrián Abonizio

  • Que hay un momento en el día en el que pensamos que todo lo que hemos hecho y por hacer o haciendose está fuera de lugar, desincronizado de otra matriz mejor y más legítima, pero seguimos como burros atados a la noria sacando agua para la sed de otros. Nos mareamos por un instante y quedan entonces varios caminos: o huimos oyendo música o radio, hundiéndonos en nuestro trajín asordinado, o nos sentamos a desesperarnos lentamente, en algún rincón de algún bar hasta convencernos de que fue solo un momento y que ya pasa, ya está pasando por suerte. También a la inversa, nos encontramos que somos completamente felices y que somos imprescindibles para este mundo en el que encajamos a la perfección. Todo este relato suele durar un siglo que son segundos. Somos raros, nos parecemos a otros que fuimos o seremos.
     
  • Que solemos tratar con amabilidad a muchos pues en el fondo les tememos: a sus reacciones, sus gruñidos o sus gestos y que cristianamente ponemos la mejilla para después sentirnos estúpidos, débiles pero honrados. Que evitamos el crimen con esfuerzo. Que evitamos pelear por temor, no a la sangre propia derramada sino a la ajena. Que mejor ni pensar en las guerras cotidianas exógenas porque demasiado tenemos con la propia.
     
  • Que los grandes poetas o poetizas o artistas humildes, alucinantes y videntes han muerto y asistimos de prestado a las cenizas de algo que ya ocurrió. Pero enseguida percibimos que tal vez no sabemos que en el preciso momento en que está siendo escrito esto hay alguien en la faz de la tierra iluminando su parcela con algo alucinatorio y liberador que aún desconocemos.
     
  • Que solemos acostumbrarnos al rigor de los hábitos de nuestros representantes y nada sabemos de ellos: lo que ganan, lo que hacen, lo que gestionan y lo que medran. Son los que hemos elegido y ni siquiera los hemos visto o percibido en rastros que delaten en alguna huella su sombra de humanidad. A veces dudamos que sean eso en quienes creímos y nos asustamos pues hemos adquirido o ayudado a germinar monstruos a través de un voto.
     
  • Que debo estar profundamente deprimido por este estigma que nos ha caído del cielo sobre nuestras cabezas y que simulo escribir para distraer esta sensación horrible de sentirse avasallado, sin derechos en un país invadido por una fuerza extranjera de caras conocidas. Ceos con brutales signos de impiedad. Economistas entregados al extranjero. Maratonistas de lo faccioso. Disimuladores de su estupidez.
     
  • Que me siento invencible, como en medio del fragor de una batalla y ninguna bala me habrá de dañar, sencillamente porque no hay sitio por donde me entren ya. Y no es chiste.
     
  • Que nuestro equipo de fútbol merecería hundirse en el fuego de un volcán y que nada quede de ceniza en nuestra memoria, de tanto que lo amamos y de tanto que nos hace padecer. Que deberíamos dormirnos y despertar como ángeles, libres de pecado,ignorando que existe el fútbol y que hemos sido adictos a esta droga, inmersos en una secta tribal de angustia, fervor y servidumbre. Pero lo olvidamos ante el primer partido: se llama síndrome de abstinencia de AFA.
     
  • Que las religiones tienen un sentido trágico e incoherente, y que de a ratos contienen un gran engaño, una ficción para tenernos atados. Que a veces representan fielmente lo que somos y en otras inventan esa realidad porque somos mejores que eso que leemos en mandamientos o leyes supuestamente sagradas. Que deberíamos nacer de nuevo y ser invisibles a toda regla, moral o conducta. Que deberíamos ser animales o plantas o ríos y no personas.
     
  • Que suelo ser un gran pelotudo al creer en la pantomima del amor, la justicia y el sosiego. ¿Cómo no sentirse así si a nuestro lado o en el punto más distante de este planeta tórrido de sangre hay alguien muriendo de amor, o desangrado, o ajusticiado sin defensa?
     
  • Que a veces defiendo con irracionalidad y fervor a algo o alguien que nada darían por mí, ni la hora. Y que otras fustigo injustamente elementos sobre alguna idea que apenas conozco. Que debo ser moderado, pero la sola idea me marea. Que debo ser condescendiente, pero me sube la temperatura. Que estoy equivocado, pero no sé cómo confesarlo. Que me hace falta otro cuerpo y otro espíritu, pero eso es imposible. Que sueño con navegaciones cósmicas imposibles, pero que están en esta tierra. Que las he visto sensorialmente, pero no lo puedo comprobar.
     
  • Que las propagandas donde se exaltan las virtudes de los yogures, las cremas para las pieles femeninas, los artículos de limpieza para baño, constituyen lo peor de la industria cultural del ser humano y promueven la indolencia, la esclavitud de la mujer y el rencor. Que debería haber juicio sumarísimo para sus hacedores. Que exagero un poco. Pero que dan ganas de vomitar.
     
  • Que lo que uno hace nunca tiene un premio adecuado, o llega a destiempo, y que uno no debería esperar nada de nadie, pero no desdeñar las gracias o ciertas modestas ofrendas de cariño cuando llegan. Caso contrario, seguir en la ruta, sin honores ni disculpas, ni resentimiento. Que uno debería "andar al fin sin pensamientos".
     
  • Que este modo de ser, estas acciones que uno emprende son fotocopias y que pueden deshacerse como hojas A4 en cualquier momento. Que uno debería emprender algo menos siniestro que esta caldera, que esta ruta minera en la semioscuridad detrás de una verdad de la cual solo le hemos visto apenas las orejas, corriendo como una liebre por el campo y siempre siempre se aleja más. Que esa locura de padecer y parecerse a lo que imaginamos nos consuela porque encontramos en ese vértigo algo mejor que quedarnos de brazos cruzados. Pero no alcanza. Entonces nos echamos a dormir a ver si al despertar todo haya sido un larguísimo sueño. Y volvemos y volvemos a dormirnos con la vaga esperanza de despertar distintos y que el sueño macere nuestra alma errante y la coloque en el camino correcto. Que todo está contaminado por los negocios y el bien pensar.
     
  • Que cuando ocasionalmente nos preguntan como andamos, maquinalmente contestamos bien, pero deberíamos contestar "Expectante", o "En la búsqueda". Que nadie quiere oír respuestas como esas. Que por eso callamos y concedemos. Para no molestar.
     
  • Que pertenecemos a una raíz oscura del mal y que remediamos como podemos esa pertenencia a la etnia mas criminal y hostigadora. Somos la plaga del mundo y arrasamos con todo. Que somos parientes de criminales y violadores y nos da una profunda vergüenza y pudor reconocerlo pues de la misma etnia somos y no nos podemos zafar. Que ignoramos cómo dejar de pertenecer y lidiar contra esa certeza de complicidad que está en nuestra sangre, y convivir en la cercanía de tipos capaces de todo. Que con nuestro modesto accionar emparejamos un poco la guerra esta con mucho de piedad, buen tino y respeto. Que no nos alcanza pero seguimos, sin importar si viajamos con un Alien al lado. Su aliento fétido no nos tendría que molestar porque llevamos bajo nuestras narices un poco de menta para no oler lo pútrido del mundo. No nos hace mejores, pero nos salva un poco de la angustia arrolladora.
     
  • Que deberíamos repasar cada vez mejor nuestro voto. Que el Presidente juró por la "honestidad" en vez de por el "patriotismo". Y que dos veces se expresó diciendo aquello de "ustedes los argentinos...". Como si le avergonzara hablar de la patria y de pertenecer al país que lo vio nacer.
     
  • Que un buen Dios nos tendría que ayudar, y si no nos oye es que está sordo o está siendo cómplice, o no existe, o no le sabemos llegar. Que no sé que me parece en definitiva y que voy a la deriva como tantos, con una espada de madera en una mano y una palomita de la Paz de plástico en la otra.
     
  • Que me parece que me parece que en la apariencia todo se parece y lo que aparece son parecidos de lo que parece ser y no es. Que vivimos haciendo tiempo ante la muerte. Que hacemos que hacemos las cosas pues no sabemos cómo hacerlas.
     
  • Que veo al mundo con desesperación, pero al oír una canción, una visión casual de un rejunte de belleza en un momento del día me reconcilia con la maldad exagerada que sobreestimo y ante la cual claudico. Me parece que espero demasiado de un manantial subterráneo al que hay que acceder sin lagrimear demasiado. Que soy un llorón que suele ir a la muerte cantando. Que no está tan mal vivir así.
     
  • Que no debería haber errado aquel penal que pateé con suficiencia; que no debería haber rechazado el convite amoroso de esa chica aduciendo que era "mayor" para mí y así evitar la ofensa; que debería haber aceptado la pelea que me pareció sin sentido por un asunto de polleras; que debería haber estudiado más y mejor; que debería haber zarpado en el barquito aquel que iba a Oceanía; que debería haber tenido más confianza, generosidad y valentía; que no debería haber prometido amor cuando lo que ofrecía era piel y solo piel; que no debería haber devuelto esa suma de dinero a una trasnacional; que debería aprender a escribir más y mejor.
     
  • Que definitivamente encontré donde había dejado olvidado el paraíso perdido: en la ausencia de rencor, envidia, ego y malicia. Pero los chicos crecen y ya es tarde para regresar, y además se va haciendo de noche, la luna está con aureola y hay viento pampero. Que la vida a veces es un premio exagerado y bello para tanta desconfianza y paranoia.

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