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Sujeto a la ley de la indiferencia, echado a la suerte de una boca que se muerde, digo que todo deseo proviene de las tripas del dolor. Ser menos esto y más lo otro. Desear, amén de volvernos sumisos a yo, castra la plenitud.

Soy el gesto de Lilian Gish en esa película de Griffith. Una criatura sonriente a efecto de sus dedos índice y medio levantándole la comisura de los labios.

I

He decidido hacerme merecedor de la privación de los dones de mí mismo.

Taparrabo apenas por encima del tendón.

La razón es banal.

El castigo obnubila.

Confinado a la morada visual, nieve sobre el trópico, a la pulpa de mi lengua voy aclarándole que no tengo para tapizarla más que sed.

Me he criado entre un raza que ritualiza baratijas conceptuales.

Ventanales enormes dan a las fauces de la contrición.

Vulvas manzanas príapos letras dibujos lectura.

Todo - excepto números y ausencia - será cercenado.

II

Licuo el flujo de mi torrente imaginario.

Maceración de divergencias puestas en perspectiva.

La reflexión gotea sequedad.

Preguntas nacientes de certezas prescriptas.

Tristezas talladas por el destiempo.

Soy el brillo entre corindones que me tornan opaco, la pasión que pesa sobre quien no dará jamás pauta alguna de arrepentimiento. Un dique de cuyas aguas bebe el dios de la falta.

Soy Nuestra Señora De Las Venas Que Estallan, una sucesión de haces en desequilibrio umbrátil.

III

Cinco metros al norte de nosotros mana lava desde el hielo.

Nada nos adormece. Rehenes de la luz.

La ausencia bruñida es una esponjosa fatalidad.

Divinidades menores, doblegadas ante el dolor cuando el placer parecía regir, mantienen el hálito que endurece al pedernal del que brotan los resplandores.

La memoria mina el espacio.

IV

El inocente, nadando estilo crol, huye con sus sueños siguiéndole el rastro a la marea. Marea como alcohol.

Pesar después y solo acaso.

Mi matriz fulmina fetos. Me desprecian por eso.

Yo, El Santo Patrono De Quienes Jamás Quisimos Concebir, astringido por la fe, oscilante. Inducido a error.

Atrás alcalino y adelante ha sido.

Cada embrión es parásito más que bendición. Canibalismo de base.

Un fuego que llaga los más profundos desprecios.

Filo óseo que eviscera encías, dicho en la manierista facilidad del lenguaje.

Tejen las arañas del diablo hendiduras sin profundidad.

PD

Yo, que a fuerza de rayarme con un fierro no logro evadirme del discernir...