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Martes, 28 de junio de 2016

LITERATURA › PRIMERA EDICIóN EN AIMARA DE EL PRINCIPITO, EL CLáSICO DE ANTOINE DE SAINT-EXUPéRY

Hijos de las estrellas de otros cielos

Pirinsipi Wawa llega de la mano de “tres mosqueteros”: el traductor peruano Roger Gonzalo Segura, el editor Javier Merás y el diseñador editorial Fabio Ares. “Puse en práctica la forma en que he escuchado en mi niñez las narraciones fantásticas de cuentos aimaras”, dice Segura.

 Por Silvina Friera

La belleza de una obra perdura más allá del encanto del instante: “Ukhama wali chanini yänakaxa janiwa nayrampi uñjatäkasphati”. Así se escribe “lo esencial es invisible a los ojos” en una de las lenguas hablada por más de dos millones de personas en Perú, Bolivia, Chile y Argentina. El Principito, ese clásico del francés Antoine de Saint-Exupéry, se publica por primera vez en aimara, Pirinsipi Wawa (editorial Los Injunables), de la mano de “tres mosqueteros”: el traductor peruano Roger Gonzalo Segura, el editor Javier Merás y el diseñador editorial Fabio Ares. “El principal desafío, al inicio, fue entender el mundo del aviador en desgracia y la presencia inaudita del principito. No podía traducir si no me internaba en la vida de los personajes. Me sirvió leer la versión castellana, aunque antes había leído la traducción del francés al quechua sureño de Lydia Cornejo y César Itier. Esa experiencia trazó el camino que debería seguir en la traducción para poner en práctica la forma en que he escuchado en mi niñez las narraciones fantásticas de muchos cuentos aimaras, de boca de mis amigos de infancia, de mis padres, de mis abuelos, y cómo no recordar aquellos cuentos dramatizados que escuchábamos en familia, en la hora de la cena, todos juntos, cerca de una radio a pilas”, cuenta Segura a Página/12.

“Cuando comprendí el contenido de la obra, sentí que no había tanta distancia cultural –aclara el traductor–. Sin embargo, para que se entiendan ciertos sentidos de la cultura de origen, tuve que adecuar las palabras a la manera aimara, tales como wiyaji por ‘viaje’, phusila por ‘fusil’, uphisina por ‘oficina’. También hay palabras que se han mantenido en castellano, como Navidad, regalo, telescopio, encuesta. Si corresponde a una lengua que no es castellano, usé cursivas. Si hay que explicar algún punto que pueda servir para guiar al lector aimara, usé las notas de traductor al pie de página”. ¿Qué se gana con el aimara y qué se pierde del original francés?, pregunta este diario. “Puedo afirmar que no hay ninguna pérdida. Es más, traté de hacer que el niño realmente hablara aimara, y otros personajes también, que piensen en aimara, y que sus voces se sintieran como si fueran hablantes del aimara. Si pude hacer esto con el principito, puedo decir que este niño y sus amigos pueden hablar todos los idiomas del mundo”, subraya Segura, originario de la histórica nación Aimara de los Lupacas, nacido en 1974 en la comunidad campesina de Chatuma, distrito de Potama, provincia de Chucuito, en Perú. El traductor –profesor de Lengua y Literatura egresado de la Universidad Nacional del Altiplano y magister de Lingüística por la Pontificia Universidad Católica del Perú– comenta que en el título al aimara ya se puede advertir qué hizo para traducir el contenido. “En nuestro mundo no hay príncipes ni princesas, pero sí se puede pensar en hijos de las estrellas, o las estrellas mismas que bajan a la tierra en forma de hermosas mujeres. En nuestro mundo no hay serpientes boas; pero sí hay una serpiente gigante que aparece en nuestros cuentos aimaras, como el katari. Tenemos historias similares y llenas de fantasía. Por eso es que no tuve que buscar un término equivalente a ‘pirinsipitu’ sino adecuar tal cual al aimara, con la única diferencia de que se escriba de acuerdo con las normas ortográficas de la lengua”.

El forastero de la edición

Desde Los Injunables, una tienda on line de libros creada en 2008, Javier Merás (Buenos Aires, 1967) está lanzando pequeñas obras de arte, como Don Quijotep Sancho Panzaan nisqasninkuna quichuapi Argentinamanta. Sentencias de don Quijote y Sancho Panza en quichua santiagueño argentino (2011). “El fenómeno de El Principito se propaga como una pandemia y no tiene explicación; es el texto no religioso más traducido de la historia, que se expande día a día en decenas de lenguas por el mundo, en general por la vía de la autoedición. El libro se ha convertido en un fenómeno lingüístico. Dentro de esa vasta perspectiva, circulan y se intercambian traducciones que refuerzan posiciones identitarias o que rescatan dialectos y hablas desgajadas de su origen, a veces transferidas a cientos de kilómetros de su área por comunidades de refugiados de guerra. También resulta una pasión absorbente para cientos de coleccionistas de idiomas y soporte de expansión de lenguas recién construidas como el ido o el lojban. La variedad es pasmosa y más allá de una moda creo que asistimos al mismo quiebre de consenso que trajo internet, que no deja de apuntar, finalmente, el embrollo en donde estamos metidos”, plantea Merás.

La edición de Pirinsipi Wawa fue financiada por La Fondation Jean-Marc Probst pour le Petit Prince (Lausana, Suiza), una entidad que promueve la obra de Saint-Exupéry en diferentes lenguas. Parte de la tirada, aproximadamente unos 500 libros, será donada a las instituciones bilingües aimaras de Puno, Tacna y Moquegua. Merás cuenta que se entregarán a las escuelas interculturales. “Hay más de 1.700 establecimientos de este tipo, con lo que la cantidad de ejemplares no deja de ser algo simbólico. Aunque confío que en el futuro se pueda imprimir desde allá y que sea útil como una herramienta más de escolarización”, augura el creador de Los Injunables que ahora está trabajando en otro proyecto: la traducción de El Principito en idioma tsotsil de la zona de Chiapas-México. “Viajar para empobrecerse, escribió Cristóbal Serra, y para ser el tonto al regresar a casa. Soy forastero en el mundo de la edición. Tomarse en serio causas perdidas y demorar años hasta lograr dar un paso en firme requiere no ganarse la vida de esto. Imprimo además libros especulares para leer frente al espejo y miniaturas del tamaño de un dedal. Siempre está el juego. Es un formato fronterizo que resulta óptimo para la tienda, que llevaba unos años cerrada en eBay y que reabrimos hace poco”.

La letra de la Revolución

Le Petit Prince, el título original de la obra que publicó por primera vez la editorial Gallimard en 1946, fue traducida al castellano por Bonifacio del Carril para Emecé como El Principito, diminutivo que es la marca registrada de esta traducción canónica. ¿Con la tipografía pasa algo parecido a la célebre frase “lo esencial es invisible a los ojos”? Fabio Ares (Buenos Aires, 1971), diseñador editorial y profesor en la Universidad Nacional de La Plata cuya labor está centrada en el estudio y difusión de la historia de la tipografía y la imprenta en Argentina, es el responsable de la perfección estética de Pirinsipi Wawa. “La tipografía tiene la función primigenia de representar el lenguaje oral a través de un conjunto de signos que deben asegurar una serie de requisitos como la legibilidad para su correcta decodificación. En este sentido, las letras deberían ser como transparentes. No deberíamos reparar en sus detalles sino en su esencia. Aunque también sucede que las tipografías tienen otra faceta que es la expresiva, es decir que tienen la capacidad de transmitir significados a través de elementos como el estilo y el género”, explica Ares que eligió las tipografías Alegreya y Expósitos, una combinación que genera un efecto bellísimo entre lo ancestral y lo moderno. “Alegreya, del argentino Juan Pablo del Peral, es una romana humanista diseñada especialmente para la literatura. Facilita la lectura del texto general y al estar cercana a las formas caligráficas, brinda calidez a la página, en este caso, una composición clásica que evoca al libro antiguo. Expósitos, utilizada en la portada, creo que es una reivindicación histórica. Es una fuente que reconstruí en ocasión del Bicentenario a partir de documentos impresos en Buenos Aires en la Imprenta de Niños Expósitos, la única que existía en tiempos del Virreinato del Río de La Plata. Sus formas respetan la impronta de una serie de caracteres europeos, que una vez en suelo sudamericano sirvieron a la independencia y la conformación de varias naciones como Argentina, Chile y Perú. Es como la letra de la Revolución”, compara el diseñador editorial.

La lengua del afecto

¿Cómo funcionan los diminutivos en aimara? Segura lo relata tan lindo que dan ganas de abrazarlo. “El aimara marca el diminutivo con el sufijo -lla, que he usado en un solo caso: jaqilla ‘hombrecito’. Este sufijo ya está en desuso en la mayoría de las variedades, en las que se prefiere echar mano del diminutivo -it- del castellano al aimara, como en tawaqitu en vez de tawaqulla ‘jovencita’ o waynitu en vez de waynalla ‘jovencito’”, precisa el traductor. “En nuestro castellano llamado ‘andino’, castellano que tiene influencia del quechua y el aimara, usamos mucho sufijo -it- para expresar afecto, cortesía, como en las frases ‘estito nomás te he traído’, que significa en Perú ‘te traje este regalo con mucho cariño y espero que sea de tu agrado’. En el aimara, el afecto, la consideración, la cortesía, entre otros matices, se expresan a través del uso de sufijos, por eso es que los verbos tienen una extensión un tanto larga, porque tienen el poder de acumular información”. El traductor compartió copias de su versión con el lingüista aimara Felipe Huayhua Pari, profesor de la Universidad Nacional Mayor de San Marcos, y también con el reconocido lingüista Rodolfo Cerrón-Palomino, maestro de Segura. “Jamás pensé que esta traducción iba a merecer tanto detalle, un trabajo muy dedicado empezando desde la tapa, sus páginas y la contratapa, el tipo de letra, el tipo de papel. Siento que tengo un tesoro en mis manos por primera vez”, confiesa Segura y revela que anda con ganas de traducir los cuentos de Antón Chéjov, Edgar Allan Poe, León Tolstói y El matadero de Esteban Echeverría al aimara.

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Roger Segura es egresado de la Universidad Nacional del Altiplano y magister de Lingüística.
 
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