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Sábado, 12 de junio de 2010

MUSICA › JEAN-YVES THIBAUDET SE PRESENTó JUNTO A LA FILARMóNICA DE BUENOS AIRES

Virtuosismo y orquestación exultantes

La Orquesta se lució en el segundo concierto de su ciclo de abono, con un invitado extraordinario y una excelente directora, Shi–Yeong Sung. El pianista eligió para el bis una versión de “A fuego lento”, que Horacio Salgán aplaudió desde la platea.

 Por Diego Fischerman

Un programa variado e interesante. Una directora excelente. Y un solista extraordinario. Además, un Teatro Colón lleno hasta la última fila del Paraíso. Y, como bonus track, un bis altamente inusual y, entre el público, un invitado excepcional. Con esos ingredientes, que están lejos de ser menores, el segundo concierto del ciclo de abono a las 18 que la Filarmónica de Buenos Aires planificó para este año fue una fiesta. Alejada de la intrascendencia ñoña de programar teniendo a los aniversarios redondos como único eje –lo que en los últimos años había debilitado llamativamente su propuesta–, la orquesta presentó más un relato que un conjunto de obras. De la escultura sonora de la coreana Unsuk Chin a la narración cíclica de César Franck (y a uno de los monumentos de la sinfonía como género) pasando por Gershwin, con un concierto de virtuosismo y orquestación exultantes donde, además, la idea de los temas recurrentes también es un principio organizativo.

En Rocaná, obra cuyo título, en sánscrito, significa “espacio de luz”, Chin, que fue discípula de György Ligeti y es una presencia habitual en las temporadas del Ensemble Intercontemporain, plantea una obra en donde los conceptos de punto, difuminación, refracción o reflejo son trasladados de la luz al sonido y resultan centrales. Con elementos que la conectan con el espectralismo francés (que trabaja a partir de los espectros de sonido, y cuyo popes son Tristan Murail y el malogrado Gérard Grisey, fallecido en 1998 a los 52 años) y con el estilo de Ligeti en los ’60, donde más se acerca a él es, en realidad, en la aplicación a la música instrumental de estéticas derivadas del trabajo con la electrónica. Basada en un supuesto impulso onírico, esta obra es un tour de force para orquesta ampliada con un set verdaderamente impresionante de percusión que la Filarmónica resolvió con musicalidad y compromiso. En gran medida, la luminosa (literalmente, podría pensarse) interpretación de la orquesta tuvo como partícipe necesaria la claridad gestual de Sung y su control sobre el total de la obra –algo que fue notorio también en Gershwin y Franck– sin que la concentración –y la necesaria tensión– decayera en ningún momento.

La presencia de un solista como Thibaudet, un pianista de gran refinamiento, de sonido tan exquisito como poderoso y dueño de un fraseo depuradísimo, era, de por sí, un atractivo. El Concierto en Fa de Gershwin, también. Obra casi gemela de la Rhapsody in Blue, pero pensada para una orquesta sinfónica –la de Nueva York– y un ámbito como el Carnegie Hall –donde se estrenó a fines de 1925–, se menciona con frecuente incorrección su influencia jazzística. En realidad, fue más lo que el jazz tomó de ella que lo que la obra abrevó en un género aún incipiente en esa época (hay que pensar que las primeras grabaciones importantes de Armstrong son de ese año). Sí hay fuentes en común, con el blues, el ragtime y el lenguaje de las comedias musicales –donde la opereta inglesa se mezclaba con la canción americana à la Stephen Foster– en primer lugar. Y si el mito de la norteamericanidad mucho tiene que ver con las historias de hombres hechos a sí mismos, este concierto, escrito por alguien que, célebre por sus comedias, comenzó a componer con formas grandes a medida que iba aprendiendo a hacerlo, es la apoteosis de ese mito.

Gershwin, que nunca antes había orquestado, se compró libros y se inventó ejercicios para poder cumplir con el encargo que Damrosch le había hecho. Y la orquestación del Concierto en Fa es sencillamente magistral, recurriendo no sólo a un uso exacto de las diversas secciones sino a combinaciones originales y a timbres novedosos en ese contexto, como el de la trompeta con sordina. La exacta dirección de Sung y la fantástica interpretación de Thibaudet fueron apenas oscurecidas por una única mancha: el imperdonable solo de trompeta del segundo movimiento, errático en la afinación, absolutamente impreciso en los ataques, carente de swing e indigno de una orquesta que se pretende profesional. En cambio, los solos de violín, a cargo de Alfija Gubaidulina, fueron superlativos. Ante la ovación generada por la obra, y luego de varias salidas junto a la directora, Thibaudet se acercó al proscenio y contó, pidiendo disculpas por no hacerlo en castellano, sobre cuando había ido a escuchar a Horacio Salgán al Club del Vino. Y el bis no fue, como podría haberse esperado, alguna pieza para piano solista sino la versión orquestal de “A fuego lento”, con Thibaudet como privilegiado solista, la orquesta en gran nivel y un emocionado Salgán que, ubicado en un palco, aplaudía exultante y, a regañadientes, accedió a pararse para saludar al público. La Sinfonía en Re Menor, de César Franck, dirigida con gran sentido de la “línea larga”, esencial en una obra cuyos movimientos se interconectan a través de una célula temática y donde el último de ellos recapitula a los anteriores, mostró una orquesta con maderas en muy buen nivel (siempre fueron su fuerte) y cuerdas en plena forma, afinadas, coherentes en sus arcos y notablemente homogéneas y musicales aun en las filas tradicionalmente conflictivas de violas y cellos.

9-ORQUESTA FILARMONICA DE BUENOS AIRES

Segundo concierto de su ciclo de abono

Obras de Chin, Gershwin y Franck.

Solista: Jean-Yves Thibaudet (piano)

Directora: Shi-Yeong Sung

Teatro Colón. Jueves 10

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Jean-Yves Thibaudet hizo gala de su fraseo depuradísimo y su gran refinamiento.
 
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