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Viernes, 2 de octubre de 2009

EL CIRCO IMPERIAL DE CHINA EN EL LUNA PARK

De cómo caer siempre parado

Según Zhou Zhongtao, director de la compañía hace 25 años, en China la traducción literal de “circo” sería “grupo acrobático”. Y ésa es la especialidad de la troupe que hoy y mañana presenta en Buenos Aires el espectáculo denominado Piratas.

En el imaginario occidental, el circo implica ciertos elementos básicos: una gran carpa, un par de payasos y animales feroces o, en su defecto, al menos graciosos. Pero el prestigioso Circo Imperial de China (CIC), que desembarcará en el Luna Park (Bouchard 456) para presentar hoy a las 19 y mañana a las 15 y a las 19 su más reciente atracción, Piratas, no utiliza ninguno de esos ingredientes en sus espectáculos. “En nuestro caso, la traducción literal de ‘circo’ sería ‘grupo acrobático’. Desde siempre, los espectáculos chinos han sido acrobáticos y en ello reside la necesidad de no contar con animales en ellos”, explica Zhou Zhongtao, director de la compañía hace 25 años. Y luego destrona a los payasos del protagónico circense: “Todo lo que hacen, sean malabares o acrobacias, en los circos chinos es realizado por artistas. Y no es necesario un payaso para lograr una sonrisa en la platea”, asegura.

Pobre Piñón Fijo. Sin payasos ni animales entonces, Piratas combina en 14 actos la historia de amor entre dos sicarios de los siete mares y las acrobacias, contorsiones, saltos y luchas con platos giratorios, sogas, clavas, skates y diábolos de los 40 miembros sobre el escenario del Luna, ambientado cual si fuera la cubierta de un barco.

Con 60 años de trayectoria mundial, la compañía del CIC es considerada una de las más importantes en la materia y la excelencia de sus performances se debe, entre otros factores, a la rigurosa formación de sus integrantes, que mayoritariamente comienzan a entrenar desde niños, algunos desde los 3 años. La imagen no produce estupor en quienes hayan consumido un mínimo de cultura oriental, donde abundan los ejemplos de entrenamientos prolongados entre discípulos y maestros; pero, aun así, es otro caso que avala el grado casi neurótico de disciplina con el que los chinos afrontan cualquier empresa. Para formar parte de la compañía, cada uno de sus miembros debió sortear la inclemencia de un comité especializado y, una vez seleccionado, comenzar un exhaustivo adiestramiento, que puede prologarse durante diez años, a razón de seis horas diarias, de lunes a sábado, en clases de acrobacia, malabarismo, contorsionismo, magia y danza. “Es un entrenamiento súper riguroso que, en verdad, no termina nunca”, asusta Zhongtao en diálogo con Página/12.

–¿Qué es lo distintivo del CIC?

–La disciplina, la concentración y la rigurosidad en el entrenamiento. De hecho, sería muy difícil para cualquiera realizar alguna de las disciplinas del circo chino sin esos valores. También me parece que tanta historia acrobática en China está, de alguna manera, incorporada al cuerpo de los acróbatas.

–Entonces cree que los acróbatas chinos poseen destrezas físicas distintas a los de otros países...

–No, los miembros de la compañía son chinos porque inician su entrenamiento desde niños. Lo que ocurre es que el entrenamiento es muy intenso desde chicos y eso contribuye a que el físico sea diferente.

–¿Por qué decidió crear un espectáculo sobre piratas? ¿A qué fuentes recurrió para hacerse de la imagen de estos sicarios?

–Históricamente, la navegación china estuvo destinada a la búsqueda de nuevos mercados para el comercio. Durante la dinastía Ming, China tenía una flota marítima enorme. Los historiadores cuentan que había más de 1300 barcos de combate y otros 200 para persecuciones de largo alcance. Entonces, de alguna forma, es un tema cercano a la cultura china. Más acá en el tiempo, la saga Piratas del Caribe volvió a poner a los piratas en el centro de la escena y ahora es la referencia más fresca que tenemos, pero la idea de la piratería está tan incorporada a todos que no hay nada en particular que nos haya inspirado para hacer este espectáculo.

–En la actualidad, el término “pirata” se utiliza, sobre todo, para designar algún tráfico ilegal de mercancías, como hacían los viejos piratas con el contrabando. Sin embargo, varias películas y libros crearon la imagen de un pirata, en cierta forma, benévolo. ¿En la obra cómo son?

–En nuestro espectáculo tenemos de los dos bandos, pero involucrados en una historia de amor. Al pirata principal le secuestran a la novia y él acude a su rescate. Y es interesante salvar el costado romántico que tiene el mundo de los piratas: esa idea de surcar los mares, con una novia en cada puerto y todas esas fantasías sobre ellos, más allá de los robos y el saqueo.

–Lo más frecuente es vincular la acrobacia con la danza. En cambio, muchas de las propuestas artísticas que se llevan a cabo en el CIC se inspiran en rituales agrícolas y evocaciones bélicas...

–La acrobacia se deriva del entrenamiento bélico. Como en todas las sociedades militarizadas, muchas de esas prácticas de orden cerrado fueron incorporándose, en nuestro caso a lo que luego sería conocido como “circo oriental”. Si uno observa algunas técnicas acrobáticas, sobre todo los saltos, tienen mucho de movimiento defensivo. Los malabares y el contorsionismo, por su lado, están más relacionados con rituales de agradecimiento por una buena cosecha.

–¿Y estas técnicas guardan alguna relación, a su vez, con las artes marciales?

–Sí. De hecho, en este espectáculo se utilizan algunas de kung fu. Digamos que la relación es cercana: serían primas con relación a posturas y movimientos.

Informe: Facundo Gari.

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Acrobacias, contorsiones, saltos y luchas con platos giratorios forman parte del menú de Piratas.
 
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