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Martes, 13 de septiembre de 2016

CULTURA › ENTREVISTA A DIDIER FASSIN, AUTOR DEL LIBRO LA FUERZA DEL ORDEN

“Intenté sacudir las conciencias”

El antropólogo y sociólogo francés muestra, a través de su trabajo etnográfico en París, cómo la violencia policial se ejerce de forma “radical e institucionalmente desigual”, pero siempre con un blanco preciso: los pobres, fundamentalmente inmigrantes.

 Por Emilia Erbetta

Entre 2005 y 2007, el antropólogo y sociólogo francés Didier Fassin pasó quince meses patrullando los suburbios de París. Varias veces por semana, acompañó a la Brigada Anticriminalidad en sus recorridos por los barrios populares de la capital francesa, donde la mayor parte de los habitantes son inmigrantes o hijos de inmigrantes. Los resultados de esa investigación etnográfica están reunidos en La fuerza del orden, publicado en Argentina por Siglo XXI Editores.

Fassin, que es profesor de Ciencias Sociales en el Institute for Advanced Study en Princeton y Director de Estudios en la Ecole des Hautes Etudes en Sciences Sociales de París, describe con detalle las rutinas de cacheos y detenciones por “portación de cara”, todo un abanico de situaciones humillantes que muestran cómo la violencia policial, tanto física como moral, se ejerce de forma “radical e institucionalmente desigual”, pero siempre con un blanco preciso. “Después de estudiar el trabajo cotidiano de las patrullas policiales, especialmente el de las brigadas anticriminalidad en barrios populares, llegué a la conclusión de que, más que proteger a la población de actividades criminales, lo que los policías hacen es imponer con su presencia un orden social, recordándole a los habitantes de esos barrios, especialmente los jóvenes de origen inmigrante, cuál es su lugar en la sociedad”, dice Fassin por mail desde algún lugar de Europa, en medio de una gira de conferencias.

–Diez años después de su investigación y considerando que la situación en Francia ha cambiado, ¿qué nuevas razones encontraría para este trabajo?

–En el contexto actual en Francia es muy difícil estudiar o hablar sobre los policías. Supuestamente ellos están defendiendo el bienestar público, y recientemente sus prerrogativas han sido considerablemente extendidas una vez más. Lo que el estado de excepción y la actual ley en seguridad crearon es una consolidación y un agravamiento del fenómeno que describo en mi libro. De hecho, si las fuerzas de seguridad son apoyadas por la mayoría de la población francesa es porque las consecuencias de la nueva situación son pagadas por los sectores populares, especialmente personas de piel oscura, ya que se supone que son musulmanes y son sospechosos de ser islamistas. Este es seguramente el mayor cambio que se ha producido desde que terminé mi investigación. Los policías con los que trabajé a menudo eran racistas, pero nunca expresaron ninguna opinión negativa sobre el Islam. Hoy a ellos se les pide que se enfoquen en los musulmanes.

–¿Qué costo social tiene en Francia la “política de números” que rige las acciones de las fuerzas policiales y les exige cierta productividad medida en resultados cuantitativos?

–La cultura de resultados es parte del management contemporáneo. En el caso de la policía, las evaluaciones están basadas en el número de arrestos en el caso de las patrullas urbanas y por multas en el caso de las unidades del tránsito. Así se determinan ciertos objetivos cuantitativos. Como la mayoria de los policías no pueden lograr estos objetivos con los delitos comunes, van detrás de la presa fácil: inmigrantes indocumentados y consumidores de marihuana. Para hacer eso, usan perfiles raciales y esta “política de números” ha sido un incentivo muy fuerte para la discriminación racial: no es solo porque los policías son racistas que se enfocan en africanos del norte y subsaharianos sino que además el ministro y sus superiores los empujan a eso. Esto tiene un costo muy alto en la sociedad francesa en términos de división social y racial, en la confianza que las minorías tienen en las autoridades y, por último, en el buen fucionamiento de la democracia.

–Su investigación fue criticada por su carácter etnográfico. ¿Por qué la etnografía era el modo adecuado de estudiar a las fuerzas del orden?

–La etnografía, que implica una presencia a largo plazo, es difícil de llevar adelante, porque no es fácil obtener las autorizaciones, pero además porque los criminólogos no están familiarizados con este método: por estas razones, la mía fue la primera investigación de este tipo que se realizó en Francia. Casi todos los estudios de la policía están basados en entrevistas o estadísticas. Pero es fundamental tener un acceso directo a las situaciones concretas para observar el modo en que trabaja la policía, las interacciones que tienen con el público, las lógicas que conducen a la violencia o a la discriminación: los números y los cuestionarios nunca proveen esta información. Todos estos métodos son de ayuda y complementarios, pero la etnografía es indispensable para entender realmente qué pasa. La mayor parte del tiempo, cuando pasa algo, los medios solo cubren la versión oficial de la policía, pero tener cierto conocimiento en el campo le permite al etnógrafo proveer una versión diferente, menos parcial y más balanceada. Muchas veces me han pedido que declare en la corte, que intervenga con grupos activistas, que presente mi investigación en foros públicos, o que discuta con políticos y oficiales sobre las conclusiones de mi investigación y creo que ese es un aporte modesto pero importante de las ciencias sociales a la democracia.

–En el prólogo introduce una escena que, de alguna manera, lo involucra. ¿Cómo tomó la decisión de incluirla?

–Dado que las actividades policiales generalmente se enfocan en los sectores populares y las minorías étnicas, la mayoría de nosotros ignora e incluso niega las situaciones de acoso, discriminación, racismo y brutalidad a los que estas personas están sometidas. Esta sordera y esta ceguera contribuyen a la perpetuación de estos problemas. Al incluir mi experiencia reciente con la policía y los recuerdos de mi infancia en un barrio de viviendas sociales intenté sacudir la conciencia de los lectores: lo que nosotros aceptamos de la policía, en quienes delegamos el monopolio del uso legítimo de la violencia, es lo que define la ética que queremos defender en nuestra sociedad.

–En el posfacio, se refiere a la necesidad de una discusión pública sobre el papel de las ciencias sociales en el mundo contemporáneo. ¿Cómo piensa su rol como investigador social? ¿Cómo pueden colaborar las ciencias sociales para transformar la realidad?

–El rol más positivo e importante que pueden tener los investigadores sociales es el de producir mejor conocimiento sobre la sociedad y una mayor comprensión de los problemas sociales más importantes y compartir ese conocimiento y esa comprensión con el público. De esta manera los investigadores pueden ayudar a resistir la tendencia demagógica que simplifica y caricaturiza situaciones complejas, demoniza a los protagonistas y presenta las soluciones como sencillas. Además, con su trabajo, los científicos sociales, sin verse como voceros de nadie, pueden sin embargo darles voz a aquellos que nunca han sido escuchados, no porque no tengan voz sino porque nunca tuvieron un espacio legítimo en la esfera pública. Al fin y al cabo, cada uno es responsable de transformar y mejorar la sociedad.

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Fassin recorrió para su investigación los barrios populares de París.
Imagen: Jurgen Bauer
 
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