EL PAíS › OPINIóN

Hebe o Bonafini

 Por Eduardo Aliverti

Lo primero es dejar claro, como debería ser siempre, el lugar ideológico y político desde el que se escribe o habla. Es recién después de eso que el tema puede abordarse con honestidad intelectual mucho antes que informativa, siendo que lo informativo se tergiversa inevitablemente si falta el sinceramiento aquél.

Para una parte de los argentinos –que en tanto cantidad hoy debe ser una minoría aunque eso cuente poco o nada, porque uno no anda o no debería andar por la vida midiendo lo que dice según mayor o menor favoritismo– la líder de Madres de Plaza de Mayo fue, es y será Hebe. Para la otra parte, es Bonafini, la Bonafini o la Bonafini ésa. Son contraseñas públicas que sirven para identificarse de entrada. En cualquier ámbito. Puede tratarse de una charla circunstancial, de un título noticioso, de la manera en que se emite una opinión o, mejor dicho, del modo en que casi no hace falta seguir leyendo o escuchando porque la contraseña empleada deja todo transparente desde un comienzo. Cuando se dice Hebe se está acá y cuando se dice Bonafini se está allá, al igual que con otros guiños instantáneos como facho, gorila, o para la coyuntura tarifazo, que ubican automáticamente de un lado cual choriplanero, déficit fiscal o sinceramiento tarifario lo hacen mecánicamente del otro. Hebe o Bonafini son dos de los signos más potentes. No se ve que haya puntos intermedios respecto de una figura que, de hecho, ni los tuvo ni los tiene. Para nosotros, Hebe es sinónimo de admiración, respeto, amor, valentía y, muy sobre todo, constituye uno de los símbolos de lucha más intensos y ejemplares de la historia argentina. Para ellos, Bonafini significa madre de terroristas, chorra, loca, vieja comprada, mafiosa. Pero hay una diferencia más reveladora que la de ese parte-aguas macro, aunque por supuesto parte de allí, y que debe aplicarse al falso tratamiento informativo que los medios oficialistas descargan sobre Bonafini por su decisión de no comparecer ante el juez. Están metiendo los goles con la mano y para defender la actitud de Hebe no se requiere hacer lo mismo sino que, además del posicionamiento ideológico y de remarcar el contexto en que se da la persecución, vale referir las mentiras e ignorancias de esos medios. No es que sea lo sustantivo del caso, que queda para dentro de unas líneas, sino que sirve a fines de descubrir cómo trabajan aquello de la (des)honestidad intelectual.

Nobleza obliga, es en usinas del pensamiento de derechas donde se reprodujeron en estas horas algunas de las advertencias jurídicamente más precisas sobre la barrabasada del juez Martínez de Giorgi. Pero, obvio, son ignoradas por los parlantes del espectacularismo radiofónico y televisivo que pregonan la igualdad ante la ley, porque sólo les importa la condena ideológica. El portal Infobae incluyó el viernes el clarísimo artículo del jurista Mario Juliano, director ejecutivo de la Asociación Pensamiento Penal, acerca de si podemos ser obligados a ejercer un derecho. Encabeza la nota señalando que discrepa con la decisión de Hebe, porque le parece una estrategia cuestionable y generadora de una tensión innecesaria, de difícil aval por una defensa técnica eficaz –agrega– al colocarse en un camino sin retorno (que sí lo tuvo al dar el juez marcha atrás). Pero hecha la aclaración desarrolla lo siguiente, en los tramos que quien escribe se permite resaltar. “¿Cuál es el motivo de la citación desoída, que origina la orden de detención? Prestar declaración indagatoria, ya que se la sospecha ser la autora o coautora de un delito (estafa). ¿Qué es la declaración indagatoria? Es el primer ejercicio del derecho de defensa (derecho de ser oído). ¿Alguien puede ser obligado a ejercer un derecho (en este caso el derecho de defenderse en forma personal y ser oído)? No, terminantemente no. (…) Nos encontramos frente a una situación paradojal y contradictoria: una ley (…) llama a una persona a ejercer un derecho, y ante su clara decisión de no ejercerlo procede a su detención para dar cumplimiento a una mera ceremonia. Francamente incomprensible e incongruente. (…) ¿Qué dispone el nuevo Código Procesal Penal de la Nación, que aún no ha sido puesto en vigencia? La libertad de declarar, cuantas veces lo desee el imputado y en la ocasión que decida. No existe la obligación de comparecer a declarar. (…) El juez de la causa no puede ignorar que para el caso de que la señora Bonafini fuese encontrada culpable, de éste o de cualquier otro delito, y se le impusiera una pena de prisión, difícilmente podría ser cumplida bajo un régimen de privación de libertad riguroso, habida cuenta de su avanzada edad. Si esto es así (como lo establece el Código Penal) no parece razonable que se pueda disponer su detención por cuestiones meramente procesales. En este caso, la señora Bonafini sufriría peores consecuencias como procesada (amparada por el principio de inocencia) que en caso de ser encontrada responsable de los hechos que se le atribuyen y efectivamente condenada. La descontextualización de la decisión judicial que criticamos (obrar como si se viviera en una burbuja) es la misma que lleva a firmar la orden de detención un jueves, en ocasión de la tradicional marcha de las Madres en la Plaza de Mayo”.

La lista de desprolijidades, disparates o intencionalidades judiciales del caso está lejos de agotarse en aspectos como los señalados por Juliano. La causa, ligada a desvío de fondos del programa de viviendas sociales Sueños Compartidos, tiene origen en 2011 y prescribía en 2017; los hermanos Schoklender ya estuvieron detenidos un año después, acusados de lavar dinero, y las Madres fueron aceptadas como querellantes por ser víctimas de sus manejos; se hallaron firmas falsificadas de Hebe en varios documentos, durante la etapa de instrucción; y el juez De Giorgi, que había dejado dormir el expediente, lo desempolvó de golpe en curiosa coincidencia con la aparición por el convento de José López, ex secretario de Obras Públicas. Pero nada de todo ello es mencionado siquiera al paso por la máquina mediática que en cambio, y como también el viernes recorrió Irina Hauser en su artículo de este diario “¿Qué te pasa, Comodoro Py?”, se dedica con fruición a “las excavadoras para buscar dinero de Lázaro Báez; la detención misma del empresario ante los medios y al aterrizar; la exaltación de los ‘arrepentidos’ como Leonardo Fariña o el decepcionante narco Ibar Pérez Corradi, que pactó con el Gobierno y ahora no dice nada (…) El contraste es alto con el bajo protagonismo de los Panamá Papers, los 18 millones de dólares de Mauricio Macri en Bahamas y el recuerdo de que el ex secretario del Tesoro de Estados Unidos, David Mulford, quien tuvo pedido de captura de Martínez de Giorgi por el megacanje, fue sobreseído por prescripción”.

No por fuera sino bien adentro de esta lógica de igualdad ante la ley, el gobierno de la restauración neoliberal dispuso dar aire a un procedimiento contra Hebe al que ni la dictadura se animó. ¿Quiere decir que Casa Rosada operó directamente sobre el juez? Sólo un ingenuo puede creer que eso es necesario. La Justicia interpreta los climas reinantes y privilegia mecanismos de autopreservación, que de eso vive en esencia su casta madre más conservadora (valga el oxímoron). Puede ocurrir que, precisamente por ese dispositivo de defensa corporativa, a veces articule con reclamos populares. Los frenos al tarifazo son un ejemplo que es excepción, y nunca regla, de un poder que como tal siempre terminará respondiendo a los intereses de la clase dominante. El momento o etapa les da para mostrar los dientes y morder, con el agregado de que el peso de los medios es enorme como elemento de presión para favorecer el rumbo del oficialismo. ¿A cuántos y cuáles jueces les da el piné de sacar pecho contracorriente? El imperativo de la hora es perseguir y destruir cuanto símbolo de lo antagónico pueda quedar en pie, y todos sabemos que el objetivo de máxima es Cristina presa. No hay errores ni hay excesos. Simplemente, miden las reacciones y aprovechan el hándicap de que cualquier gobierno tiene un período dulce para echarle todas las culpas al anterior. Milagro Sala, a quien le cambiaron la acusación sobre la marcha, fue un primer medidor de recorte provincial en el feudo despótico del radical jujeño Gerardo Morales, quien sumó como jueces de la Corte Suprema a diputados propios que horas antes habían votado su ampliación. Poco después, Macri quiso colar por la ventana a dos jueces de la Corte nacional pero fue demasiado para el guardado de las formas; retrocedió, consensuó y ganó. Después, no les salió bien el protocolo de seguridad para las protestas callejeras porque tanto el formulismo propuesto como su implementadora, Patricia Bullrich, son sketchs de Capusotto. A grandes saltos, ordenar la detención de Hebe es ya una medición superior y también les salió mal por la reacción habida y porque ella les marcó la cancha. Y así seguirán hasta que vean si el cálculo respecto de Cristina les da para jugarse a meterla presa, o si les conviene apretar el freno porque la atmósfera social podría salirse de cauce ante el saqueo que perpetran en la economía. Son dos tensiones en paralelo. El Gobierno necesita como el agua resguardarse en la imagen de que todo fue un festín de corruptos e ineficiencia, pero está habiendo un mazazo sobre la canasta familiar junto con olas de suspensiones, despidos y afectación directa de la economía informal. El escenario es recesivo y la lluvia de dólares inversores fue reemplazada por un temporal de ajuste contra los que menos tienen. Y contra franjas medias que empezaron a hacer ruido, votantes de Cambiemos incluidos.

Por lo pronto, alguien se les plantó y dijo “Pará la mano, Macri”. Hebe. Y lo dijo con toda la historia de una fuerza moral que sus enemigos jamás alcanzarán.

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Imagen: Pablo Piovano
 
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