EL MUNDO › LO QUE ESTA EN JUEGO ES UN PAQUETE DE PRIVILEGIOS Y DINERO DE LA EUROCAMARA POR LIDERAR EL BLOQUE

Peleas de cartel en la ultraderecha europea

El británico Nigel Farage, jefe del UKIP, detesta a la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, a la que juzga demasiado extremista. A su vez, Le Pen no quiere asociarse con los nazis griegos de Aurora Dorada.

 Por Eduardo Febbro

Desde París

Los partidos de la extrema derecha –también llamados “eurófobos”– que se izaron a la cumbre con las elecciones para renovar el Parlamento Europeo (22, 25 de mayo) sacaron de las urnas el hacha de guerra. Aunque en Francia, Gran Bretaña, Dinamarca, Suecia, Italia o Grecia los ultras consiguieron una legitimidad electoral jamás alcanzada hasta hoy, aunque profesen el mismo tedio hacia la Unión Europea y algunos tengan ideas similares, hoy se combaten palmo a palmo para ver quién es capaz de formar primero un grupo parlamentario en el Europarlamento. No porque tengan ideologías similares se entienden como hermanos, lejos de ello. El británico Nigel Farage, jefe del partido populista UKIP, detesta a la líder de la extrema derecha francesa, Marine Le Pen, a la que juzga demasiado extremista. A su vez, la señora Le Pen no quiere asociarse con los nazis griegos de Aurora Dorada ni menos aún con los neonazis alemanes del Partido Nacional demócrata, los ultraderechistas húngaros del partido Jobbik o los búlgaros de Ataka. Hay como un ardiente perfume de incompatibilidad entre estos nuevos eurodemócratas de los extremos.

Lo que está en juego no es un mero regateo simbólico, sino un paquete de privilegios que se obtienen dentro de la Eurocámara en cuanto se puede constituir un grupo: más dinero (tres millones de euros), secretarias, oficinas más grandes, más tiempo para tomar la palabra, más visibilidad y puestos importantes en las comisiones. Las condiciones para contar con un grupo propio en el Parlamento europeo son drásticas: hacen falta por lo menos 25 eurodiputados oriundos de siete países distintos. “Hay una serie de movimientos que, en mi opinión, están interesados en participar en una gran fuerza política cuya meta consiste siempre en impedir cualquier avance de la Europa federal”, explicó Marine Le Pen. Esa convergencia no deriva sin embargo en una hermandad automática. Hoy, la confrontación más dura se da entre Marine Le Pen y Nigel Farage. El excéntrico patrón del UKIP tiene un grupo propio de la precedente legislatura (Europa, Libertad y Democracia), pero la jefa del Frente Nacional francés también quiere constituir el suyo. El FN ganó 24 diputados en el Europarlamento de Estrasburgo, lo mismo que el UKIP. Sin embargo, las posiciones radicales del Frente Nacional, su racismo declarado y su islamofobia militante lo privan de muchos apoyos, empezando por el británico. Nigel Farage acusó en varias oportunidades a la líder francesa y su movimiento de ser antisemitas y excluyó por eso cualquier pacto con Marine Le Pen. El mismo reproche le hacen otros ultras europeos, especialmente los escandinavos. “No quiero ser mal educado con Marine Le Pen, no es necesario, pero pienso que su partido no forma parte de nuestra familia política”, dijo Farage hace unos días.

En esta pugna política en la cual partidos con casi el mismo ADN se rechazan, también la extrema derecha francesa marcó su línea roja: los infrecuentables son Aurora Dorada (Grecia, tres diputados), el Partido Nacional demócrata (Alemania, un diputado), Jobbik (Hungría, tres diputados), Ataka (Bulgaria, dos diputados). Las cuentas salen por el momento a favor del británico UKIP. Nigel Farage puede contar con el respaldo de los partidos eurófobos escandinavos, empezando por los dos diputados del partido Verdearos finlandeses, los dos de los Demócratas suecos y los cuatro del Partido Popular danés. Es posible igualmente que Farage consiga el apoyo del partido antieuro alemán AFD, siete diputados; de los griegos Independientes, un diputado y, sobre todo, de los 17 eurodiputados del movimiento italiano 5 estrellas de Beppe Grillo. En total, son seis países. Faltaría uno. Según trascendió, el británico tiene la promesa de otros dos partidos, el checo Svobodni, un diputado, y el lituano Orden y Justicia, dos diputados. Los cálculos de Marine Le Pen son más estrechos. El Frente Nacional podría contar con los siete diputados del holandés PVV, los cuatro del Partido por la libertad de Austria, el único eurodiputado que le queda al Vlaams Belan, de Bélgica, y, tal vez, si se confirma, los cinco diputados de la autonomista y xenófoba Liga del Norte italiana. En total, son cinco países. Faltan dos. La caza al aliado se despliega en torno del KNP, partido eurófobo de Polonia con dos diputados, y el lituano Orden y Justicia.

El impacto de los resultados de las elecciones europeas y su impresionante ejército de neonazis, neofascistas o euroescépticos que ingresó al Parlamento no deben sin embargo ocultar la realidad de la geometría política. Al cabo de los primeros contactos entre el británico Farage y el italiano Beppe Grillo, el líder del UKIP dijo: “Si llegamos a entendernos, podremos divertirnos y crearle muchos problemas a Bruselas”. Habría que decir trabas antes que verdaderos problemas. Incluso si Marine Le Pen y Nigel Farage logran formar sus respectivos grupos, su peso es más que relativo. Los cuatro núcleos pro europeos, centroderecha, socialistas, liberales y verdes, se reparten entre el 70 por ciento de los 751 eurodiputados.

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Le Pen es demasiado extremista para Farage, pero demasiado moderada para Aurora Dorada o los nazis húngaros.
 
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