ECONOMíA › ENTREVISTA A PEDRO PAEZ, ECONOMISTA ECUATORIANO, SOBRE LA CRISIS MUNDIAL Y SU IMPACTO EN LA REGION

“Responder devaluando sería una catástrofe”

Pedro Páez, uno de los creadores el Banco del Sur, hombre de confianza de Rafael Correa, propone medidas que rompan con la dependencia de los dólares y los capitales especulativos. “Hay una agenda de desestabilización que sigue vigente.”

 Por Raúl Dellatorre

Pedro Páez, economista ecuatoriano que acompaña a Rafael Correa desde antes de asumir la presidencia de Ecuador, sostiene que la crisis económica mundial somete a la región al riesgo de grandes sacrificios si no encuentra las respuestas para defenderse de los ataques especulativos y las disputas entre grupos monopólicos por un mercado global que se reduce. Autor del proyecto del Banco del Sur e impulsor de una nueva arquitectura financiera regional independiente, advierte que “si Argentina hubiera respondido con una devaluación para compensar la padecida por el real en Brasil, hubiera sido una catástrofe para la región”. Propone acuerdos de crédito recíprocos entre bancos centrales que “rompan el dogal del dólar”.

–¿Cuáles son los mayores riesgos que enfrenta América latina como consecuencia de la crisis internacional?

–Hay que entender que estamos ante un proceso feroz de degradación de la economía mundial, provocado por una crisis estructural de sobreproducción, y amplificada por las políticas que se están adoptando como supuestos remedios a la crisis. Hay una cantidad de mercancías ofrecidas que inunda el mercado mundial, mientras que la demanda global se va reduciendo por vía de las políticas de austeridad aplicadas en mercados importantes, y la consecuencia es que se agrave la crisis de sobreproducción. La guerra comercial es inevitable, y todo este ambiente pone a América latina en situación muy vulnerable. Fundamentalmente, porque no cuenta con los elementos para defenderse y tiene que enfrentar la presión de las grandes potencias. Además, todo esto coincide con un período de reversión del flujo de capitales. Es decir, inversiones financieras que antes entraban y ahora salen de la región, lo cual se traduce en crisis de balanza de pago y la búsqueda de cada país de tratar de recuperar esa brecha de divisas, sin importar cómo afecta lo que haga a los países socios en la misma región.

–¿Hay un impacto también por el lado financiero?

–Se supone que a partir de la especialización dada por la división del trabajo, en un mundo globalizado, América latina es el gran proveedor de alimentos y energía. Pero el predominio de la especulación financiera sobre los mercados de estos productos está provocando una distorsión adicional, con precios relativos cada vez más bajos y que nada tienen que ver con los costos de producción. Si la matriz energética mundial, para evitar el agotamiento del petróleo esperaba contar con la producción de nuevos yacimientos, como Vaca Muerta (Argentina) o el Presal (Brasil), ahora resulta que nada de eso es factible a los precios actuales del petróleo. Y si la decisión de estos países es, de todos modos, seguir adelante con el desarrollo, ¿hacia dónde van a exportar, con un precio internacional que no está sujeto a costos de producción, ni a la situación de oferta y demanda, sino al juego especulativo de los capitales financieros? También existe la amenaza permanente de un ataque especulativo directo sobre las economías. Escasez de productos, la carestía, fugas de divisas, bajas de calificación para ahuyentar inversiones. Hay toda una agenda de medidas desestabilizadoras con fines especulativos, tanto por parte de capitales financieros como de monopolios en determinados rubros de la producción y que, por los bajos precios, hoy no obtienen las tasas de ganancias que pretenden. Es una guerra que va a seguir.

–¿La devaluación es una respuesta a estos ataques? ¿Son una solución al menos para la situación individual de los países?

–Lo peor que podría hacer la región es responder con devaluaciones para competir con la que previamente hacen otros países. Si Argentina hubiera respondido con una devaluación para compensar la que se dio en Brasil, para América latina hubiera sido una catástrofe. Por suerte está intentando otras soluciones, con lo cual mitiga el efecto, de por sí bastante malo, de las políticas monetaria y financiera que está siguiendo Brasil, impuestas por la presión de intereses oligárquicos. Estamos asistiendo a un enfrentamiento entre grupos oligárquicos, con fuertes intereses en las finanzas y en determinados grupos monopólicos, y las burguesías nacionales, por quedarse con una parte mayor de una torta que se ha achicado. Es la misma coyuntura económica que ya se dio a fines de los 70, y que plantea el riesgo de ir hacia salidas impensadas, con fusiones o adquisiciones que podrían concentrar más la economía buscando unidades más rentables. En países del norte, como en Europa, esto está provocando una masacre económica. En los del sur, los nuestros, nos sometería a tremendos sacrificios si se les permitiera avanzar.

–¿Tiene alguna posibilidad de dar respuesta América latina a ese desafío?

–Sí, porque se han hecho esfuerzos en todos estos años para mejorar la situación interna a través de políticas y gobiernos progresistas, creando situaciones que nos permiten estar esperanzados. Los conflictos más complicados son de origen externo, porque están fuera de nuestro control. No es la crisis financiera de 2008 que ahora empeoró, ni un problema originado en el déficit fiscal de algunos países que se corrige. No. Es una crisis estructural, que mientras no se trate como tal se va a prolongar en el tiempo. Va a seguir. Para enfrentarla, América latina tiene que aprovechar la ventana de oportunidades que aún tiene abierta.

–¿A través de qué tipo de medidas?

–Como la guerra de divisas va a seguir, hay que atender cómo se supera ese riesgo de estrangulamiento apelando a medidas estratégicas. La experiencia de los swaps con China, que Argentina conoce, es una salida viable para ganar espacio de maniobra. Eso es una solución inmediata. Pero la matriz de los préstamos tipo swap ya está contenido en el Sucre, el sistema monetario de crédito recíproco de la alianza bolivariana. Y esto es practicable entre bancos centrales de nuestros países, no sólo con potencias como China. Si se hace un acuerdo de swap entre Argentina y otros países de la región, en el que el país ofrezca 100 mil millones de pesos a cambio de créditos recíprocos de esos mismos países para Argentina por cifras equivalentes en sus respectivas monedas, ¿cuál es el problema? ¿Alguien puede sostener que es una emisión inflacionaria? No va a circular dentro del país, sólo podrá ser usada para pagar exportaciones argentinas. Es una forma de dinamizar el comercio sin pasar por la restricción de la falta de dólares. Y sólo se necesita el acuerdo entre los bancos centrales.

–Parece demasiado sencilla como para que no se haya aplicado antes...

–Es que estamos acostumbrados a un pensamiento neoliberal, donde este tipo de respuestas no entran. La primera línea de resistencia a este tipo de medidas es que la formación en el pensamiento único neoliberal sigue siendo predominante en nuestros países. Lo escuché esta semana a Axel Kicillof en un seminario en la UMET y lo explica muy bien. La segunda línea de resistencia es el capital financiero, que va a tratar de impedir que avancen estas medidas porque pierde un negocio muy rentable. Y es sólo un primer paso, que permite tener mayor grado de libertad, que disminuye la presión cambiaria al sacarse el dogal de la matriz dólar. Es una medida de aplicación inmediata, luego seguirían otras buscando dar respuesta a la vulnerabilidad endógena de la región, de carácter estructural. Habría que retomar los proyectos del Banco del Sur y el Fondo Común del Sur, que junto a los créditos recíprocos para superar la restricción de divisas son los tres pilares básicos para enfrentar los ataques desestabilizadores.

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Imagen: Arnaldo Pampillón
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