DEPORTES › LA REALIDAD DEPORTIVA DE UN PAíS PEQUEñO PERO RIQUíSIMO

En Qatar sobran mundiales y billones

En el emirato del Golfo Pérsico se está jugando ahora el máximo torneo de handball y se organizará también el de atletismo y la Copa Mundial de la FIFA en 2022. El deporte es su herramienta de propaganda. Sus prácticas negreras para ponerlo en marcha.

 Por Gustavo Veiga

Qatar tiene casi la mitad de la superficie de Tucumán, la provincia más pequeña de Argentina: 11.437 km2. El país, ubicado en una península minúscula del Golfo Pérsico, es el de mayor ingreso per cápita del mundo, posee la tercera reserva de gas del planeta y un proyecto de inversión de 200 billones de dólares para los próximos años. Buena parte de esa suma apunta a consolidarlo como un escenario exclusivo de los máximos torneos deportivos internacionales. Hoy es el Mundial de Handball, en 2019 será el de atletismo y en 2022, el de fútbol. Si de ambiciones se trata, el emir Tamim bin Hamad al Thani –líder supremo por herencia y dueño del club París Saint Germain– no desecha ninguna. Su gobierno está construyendo cinco líneas paralelas de subte en Doha, la capital; no para de levantar rascacielos y muestra cómo, por medio de un deporte no tan popular, es posible difundir la imagen de su emirato. También cuenta con medios de sobra: la cadena local Al Jazeera es el principal y, por si hacía falta, invitó con todos los gastos pagos al campeonato a unos 1200 periodistas, según una información surgida en Suecia que reprodujo Mundo Handball, la más completa página web de este deporte en Argentina. Otras fuentes hablan de 240.

En el medio del desierto, Qatar es de esas monarquías absolutas donde conviven el derroche y un progreso ostentoso. Puro capitalismo salvaje. Son públicas hace tiempo las denuncias por los obreros muertos que deja a su paso la construcción de los megaestadios del Mundial de la FIFA. Unos 400 nepalíes perdieron la vida. Cómo sería este oprobio, que Theo Zwanziger, miembro del comité ejecutivo de la FIFA, dijo hace menos de un año que la situación era “inaceptable y horrible”. Claro que, ni un amague hubo de sacarle la organización al emir. “Aunque les quitemos la cita, en Qatar seguirán produciéndose violaciones de los derechos humanos”, había dicho el dirigente alemán, quien además es jurista.

Tamim bin Hamad al Thani prometió mejorar las condiciones laborales en septiembre pasado, cuando visitó Alemania y compartió una conferencia de prensa con Angela Merkel. Uno de los atropellos más flagrantes cometidos contra los trabajadores extranjeros, les impedía abandonar Qatar sin permiso de sus patrones. Se basa en la llamada Kafala, un sistema de leyes que concede todo el poder a los empresarios. “No hay libertad sindical, no hay salario mínimo y no hay ningún sistema de control efectivo para garantizar el cumplimiento de las normas laborales. Ninguna de las leyes parece aplicarse a las trabajadoras del hogar”, denunciaba en mayo del año pasado Sharan Burrow, la secretaria general de la Confederación Sindical Internacional con sede en Bruselas. En Qatar viven unos 2 millones de habitantes, de los cuales poco más de 250 mil son qataríes.

Estas prácticas negreras se suman a cuestionamientos de Amnistía Internacional. Por ejemplo, en lo que hace al férreo control de la vida civil: 46 personas, en su mayoría extranjeras, fueron declaradas culpables de “relaciones sexuales ilícitas” y expulsadas del país o encarceladas y, en algunos casos, expulsadas a continuación, publicó la ONG en 2012 (último año del que se tiene un informe). En esto no se diferencia Qatar de otros pequeños estados del Golfo o de su vecino más grande: Arabia Saudita. Ahí acaba de salvarse momentáneamente de la segunda tanda de latigazos –hasta llegar a mil– un bloguero crítico, Raif Badawi, gracias a la presión internacional.

El máximo torneo de handball, que comenzó con un empate con gusto a victoria para la selección argentina frente al subcampeón mundial Dinamarca, va dejando algunas perlitas de lo que puede el dinero qatarí. La más curiosa fue la contratación de un grupo de sesenta hinchas españoles, para alentar a... Qatar. Siguen a clubes de la Liga como el BM Cuenca, Villa de Aranda y otros. En rigor, cantaron a favor de una legión extranjera en su debut contra Brasil.

El seleccionado local está integrado por dos montenegrinos, un bosnio, un cubano, un español y un francés, entre sus foráneos. Todos ellos recibieron una jugosa paga. Fue posible su inclusión porque los elásticos reglamentos de la Federación Internacional de Handball (IHF) lo permiten. Si un jugador no es convocado por tres años a su seleccionado nacional, puede defender a otro país. Menos mal que Valero Rivera, el entrenador español de Qatar, no pudo llevar de asistente, como hubiera querido, a Iñaki Urdangarin, un ex jugador y marido de la infanta Cristina, acusado de delitos de corrupción y con un pedido de prisión en su país que llega hasta 18 años.

“El handball es un diamante que debe ser pulido para convertirse en un brillante”, dijo el egipcio Hassan Mustafá, presidente de la IHF, en su discurso inaugural del Mundial. Cuestionado en el pasado por el manejo de la federación de su país, llegó a ser investigado por irregularidades financieras durante la organización del Mundial 1999 realizado en Egipto. En aquella gestión, desapareció una suma millonaria en francos suizos que le pagó la IHF que ahora preside.

Las sospechas de maniobras turbias llegan hasta estos días. Australia se había clasificado para el Mundial por la Confederación de Oceanía, pero fue sacada del torneo por la puerta de atrás. La IHF decidió no reconocer aquella organización continental, le quitó la plaza por cuestiones estatutarias y el bajo rendimiento de su representante. En su lugar, invitó a Alemania –una potencia mundial– que no se había clasificado entre los mejores de Europa. Las protestas llegaron en cascada.

En un Facebook de respaldo a los australianos, alguien escribió con sensatez: “Capitalismo y corrupción asesinan el espíritu de los deportes”. La entidad separada del Mundial sacó un comunicado en el que dijo estar decepcionada y recordó que había sido “un miembro leal y que apoyó a la IHF desde 1988...”. Hubo quienes pensaron que el lugar otorgado a Alemania era para Islandia, que tampoco había ganado el pasaporte al torneo. En principio la había elegido como su representante la Federación Europea. Este país igual está jugando el Mundial, como Arabia Saudita. Ambos llegaron por invitación en reemplazo de Emiratos Arabes y Bahrein que desistieron de participar en Qatar pese a que habían conseguido ese derecho en la cancha.

En España, donde el handball es popular –su seleccionado es el actual campeón mundial– un periodista escribió que Alemania fue invitada “con la evidente presión de uno de los patrocinadores: nada menos que la cadena televisiva Al Jazeera, cuyo peso en las decisiones se doblaba porque el Mundial tendría lugar en Qatar”. En diciembre de 2013, aquélla compró los derechos de transmisión para los mundiales 2015 y 2017 (masculinos y femeninos) tras firmar un contrato con la IHF. Pagó alrededor de 83 millones de euros, una suma muy superior a la que UFA, la propietaria anterior, había abonado por los mundiales 2011 y 2013: 49 millones de euros.

Más de diez mil espectadores asistieron a la ceremonia inaugural en el majestuoso Lusail Multipurpose Hall. El Mundial de Handball es una especie de aperitivo para el emirato, que será anfitrión de la cita máxima del fútbol dentro de siete años. No en vano, Tamim bin Hamad al Thani le fue tomando la mano al negocio del deporte con la compra del París Saint Germain –donde adquirió el 70 por ciento de sus acciones– y seguirá gastando fortunas, parado como está sobre un mar de petróleo y sus reservas de gas que, se estima, podrían durar dos siglos más.

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Imponente imagen del estadio donde se está desarrollando el Mundial de Handball.
 
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