“Cuando me siento frente a la hoja tengo una necesidad de descifrar, contar o calmar algo que está sucediendo dentro mío”, plantea Troche. El dibujante uruguayo acaba de publicar Lumbre, otro universo en forma de libro. Una nueva recopilación de viñetas mudas en las que –confiesa- se muestra más a sí mismo. “Nunca me interesó mucho la historieta autobiográfica, pero creo que mi manera de hacerla sería esta, en Lumbre hay algo de desnudarme más”, reflexiona.

Saul Steinberg decía que “dibujaba para calmar sus terrores”. Y Troche explica que lo suyo anda bastante cerca. “Con el tiempo me di cuenta que el dibujo fue un lugar donde pude encontrar raíz y vivir tranquilo –recuerda-, haber vivido tantos cambios de territorio, afectivos, el exilio, bueno, el dibujo fue un lugar donde echar raíz y hacer patria”. Por eso, repasa las hojas, en este nuevo libro los personajes hacen menos y muestran más su interior.

"Mi rancho", de Troche

Entre el primer libro que se le conoció en la Argentina (Dibujo invisibles), el segundo (Equipaje) y este, pasaron cosas. Muchas mudanzas: a San Pablo, Brasil, de ahí vuelta a Uruguay, en medio del monte, del monte a la costa y de ahí al fabril barrio montevideano de La Teja. Mudanzas que, en cierto modo, le tocaron la fibra de hijo de exiliados políticos que vivía yendo de un lugar a otro. “Mi vida siempre fue de movimiento constante, siendo hijo de exiliados políticos y bueno, siéndolo yo mismo también, porque viví ese exilio y en un sinfín de lugares, países y casas diferentes, siempre estaba en nosotros el ‘nos tenemos que ir’ y como familia nunca echábamos raíz porque sabíamos que en algún momento nos teníamos que ir”. En todo este movimiento aparecieron las relecturas, como la de la obra de Steinberg. Quizás por esos dos factores en Lumbre aparecen fuerte las situaciones hogareñas.

-Hay mucho menos dibujos “musicales”.

-Es verdad. Hay menos universos también. En mi primer libro había muchos más telescopios, universos y mucho más músicos, pero también en el primer disco la música y el dibujo estaban muy entrelazados porque escuchaba mucha música todo el tiempo. Fue un momento de escuchar mucho, Radiohead, mucho jazz. Ahí en mis dibujos había un recurso que usé toda mi vida, que es la relación del personaje con un objeto, que yo le digo elemento de utilería, como en el teatro. Me acuerdo que en mi primer libro los primeros objetos que aparecieron para poder dibujar situaciones eran personajes con linternas, paraguas, telescopios. Ahí empezaron a aparecer las trompetas, la guitarra, el piano, como para poder jugar. Pero era porque también estaba muy enroscado con los músicos. También me hubiese gustado ser músico, pero no pude y creo que de alguna manera lo pude hacer ahí. Eso desapareció porque uno se aburre de dibujar siempre lo mismo y empezaron a aparecer otros elementos. Por ejemplo, en Lumbre vuelven las linternas pero aparecen cosas nuevas.

-También hay menos juego gráfico, pero no por eso menos metáfora. ¿Cómo fue ese desarrollo?

-Hay menos juego o humor gráfico, ese lenguaje muy propio del gag visual o el humor de situación porque fui como intentando encontrar cosas nuevas porque ya el humor gráfico me empezó a desgastar. Pensá que yo consumo y hago humor gráfico desde que tengo 14 o 15 años y pasé ya por varias etapas: una más punk y agresiva cuando era adolescente, otra de buscar el remate absurdo, después una cosa más poética-existencialista, tal vez hablar un poco más de mí o más de la gente pero desde una mirada un poco más nostálgica y creo que ahora estoy como un momento mucho más fuerte de hablar de mí o de mis vivencias.

-Cambió también cómo usás a los personajes.

-Sí, mis personajes ya no son los vehículos que llevan al guión o a la situación y empezaron a aparecer más. Es como que lo que sucede, sucede adentro del personaje mismo. La metáfora sigue estando pero pasa por otro lado. Ahora los dibujos son un poco más abiertos, no está tan cerrado el remate, hay más interpretaciones. También mi dibujo se soltó un poco más. Mis procesos son muy lentos, no es que yo cambio de un libro a otro, hay un degrade, pero sí hay una intención de soltar el pulso, de soltar la muñeca y que mi boceto termine siendo el original.

-Ahora a esos personajes se los ve mejor por dentro, sabemos quiénes son, qué desean. Representás sus pensamientos.

-Esto es todo muy intuitivo, no es algo que fui buscando. Pero antes tenía la necesidad de hacer personajes que fueran caminando ahí y por más que todos ellos son yo mismo, no quería dibujarme. Tampoco lo hago ahora, pero sí reconozco que al sentarme frente a la hoja estoy buscando descifrar o calmar algo de mí mismo.

-Desde hace años dibujás viñetas mudas. ¿Cómo evolucionó tu modo de abordarlas?

-Bueno, si bien seguí ese camino con mucha firmeza, también tropecé y esa firmeza me costó un montón. Intenté en algún momento escribir, pero me es imposible, mi lenguaje, mi manera de hablar es con el silencio. No elegí nunca hacer humor mudo, se fue dando porque tengo una conexión muy familiar con eso: mi madre era clown, mi padre también pero hacía más el guión, y lo que hacían era todo en silencio. Mucho del trabajo de mi madre era con objetos: un globo, una silla, una pulga, elementos de utilería, y me doy cuenta de que habiendo visto esa gimnasia, la seguí haciendo como dibujante. Y más allá de ver los gags visuales, de Quino, por ejemplo, desarrollé este mensaje mudo dentro de mí. Si evolucionó es porque hoy intento soltar la mano, dibujar más sin pensar. Antes caía con el dibujo ya pensado a la hoja, ahora voy haciendo y jugando, dejando que al dibujo le pasen cosas.