Inés y Lorenzo vuelven a su loft luego de una fiesta de disfraces. Ella acuesta a Lucas, el hijo de ambos, y él tiene que prepararse para una entrevista en la mañana. Ella dejó atrás su prometedora carrera de actriz cuando quedó embarazada, y en paralelo él comenzó a crecer en popularidad y llegó a ser diputado. En una noche de reproches acumulados que tensarán la pareja hasta el límite, Ana Karenina y el Zorro toman mate en la noche de Halloween, y se abren los portales del pasado en común. “La obra tiene muchas capas”, anticipa a Página/12 la autora y directora Eva Halac. “La maternidad es una, pero es para hablar también de lo definitivo, de lo terrible de lo definitivo. De lo que significa de despedirse de una forma de ver la vida y entrar en otra, y que eso es parte de las decisiones que se toman. Ahí creo que va más allá de la historia de esos personajes, y que puede sonarle a cada espectador desde un lugar distinto”, adelanta sobre Ana Karenina en Halloween, que el viernes 23 y el sábado 24 a las 20 tendrá sus últimas funciones en El Camarín de las Musas (Mario Bravo 960).

Inspirada en la novela de Tolstoi (una mujer tensionada entre sus obligaciones y el deseo de haber vivido una vida diferente), la propuesta de Halac pone en escena la familia, el amor, los deseos, la fantasía y la presión social sobre lo que se espera de cada uno como trasfondo de esta discusión de pareja. “Todas las familias felices se parecen unas a otras, pero cada familia infeliz lo es a su manera”, dijo el autor ruso, pero Halac lo cuenta desde humor. “Hay algo de humor en Ana Karenina, que es una tragedia, que es lo que ellos imaginan de sí mismos”, explica la autora. “Lo que uno no vivió es algo que se imagina, una fantasía, y hasta qué punto se proyecta en el hoy. Necesité el humor porque si no era algo muy tremendo”, detalla, y asegura que quería poder reírse de lo traumático que puede ser convertirse en madre. “No hay forma de arrepentirse, no es como comprar un mueble. En general disfrutás muchísimo, pero hay algo que de tu propia vida que se deja atrás. Y yo quise hablar de eso. Ella es joven, no sabe todo lo que sigue, pero está cerca de su vida anterior. Está en el umbral, que es de luz y sombra, de esta vida y la otra. Vivís una vida doble. Creo que las mujeres están acostumbradas a eso”, analiza.

-Ella fantasea con su pasado y él con su futuro. ¿Cómo resolver artísticamente esa dicotomía en una pareja que decide compartir la vida (y multiplicarla)?

-Creo que escribí sobre algo que no tiene solución. Y quizás es un absurdo en sí mismo, en eso también es donde está el humor en la obra. Porque si no tiene solución pertenece a esa noche de catarsis. Es una obra muy personal pero que también toma historias de muchas mujeres y en ella están todas esas historias reales. Es algo muy personal y creo que es muy gracioso haber escrito sobre algo que no tiene solución. Que no sirve para nada… El tema no es la maternidad en sí. Hay algo que se juega más allá de eso y es la idea de la libertad dentro del potencial de fantasía ilimitado que se pierde para siempre. Hay algo ahí que tiene que ver con el conocerse, porque las maternidades son todas distintas. Pero a la libertad, que hoy es una palabra tan usada, creo que deberíamos estudiarla un poco más. Si se usa tanto es porque había quedado atrás como idea. Quedó en las consignas, quedó en las pantallas como un equívoco enorme.

La puesta en escena muestra una casa dominada por el paso de un niño, con juguetes por todos lados que hay que ordenar, que desde el principio explicitan una división de tareas entre ellos. Cuando la existencia de su hijo va saliendo de escena, la pareja y sus historias empiezan a ocupar el espacio, real y simbólicamente, y el pasado comienza a mezclarse con el presente. Halloween, al fin y al cabo. Flor Torrente y Federico Salles desarrollan un ajustado trabajo de actuación, minimalista o histriónico según la necesidad, con gags que mueven a la risa pero construidos de palabras y sarcasmos que desgarran, recriminaciones y rencores enmarcados en el enorme afecto que se tienen y que, sin embargo, se prodigan disimuladamente. Los efectos sonoros y lumínicos anticipan situaciones y construyen el clima de las escenas, entre irrealidad y puro presente. Una pareja a punto de estallar, bordeando el límite, pero jamás cruzándolo. Una Ana Karenina que apuesta a la familia y un Zorro que se olvida de proteger a los suyos, un multiverso de las historias de otra época.

Cuando Lorenzo le recrimina a Inés que estuvo toda la noche hablando con el que había sido el productor de la obra que ella soñaba hacer y no pudo por haber quedado embarazada, la increpa y le pregunta si fantaseaba con ese sujeto. “¡Fantaseo con todo! Con una vida distinta fantaseo”, le espeta Inés. Lorenzo insiste: “¿Y yo estoy en esa fantasía?”, a lo que ella le responde, entre resignada y cariñosa: “¡Vos sos real! ¡Estás acá!”. Halac recuerda la escena, ríe y explica que “uno de los reclamos de ella es que con la maternidad perdió la posibilidad de esa aventura infinita de relacionarse con desconocidos sin restricciones. A partir de la responsabilidad del hijo aparece el límite. Pero cuando la niñera toca el timbre a las 4 de la mañana es difícil abrirle la puerta. Entonces, el mundo pasa de ser un lugar de aventuras a otro más sospechoso y empezamos a pedir referencias a personas que en otro momento considerábamos genial que fueran un misterio. Queríamos ser parte del misterio y pasamos a ser parte del chequeo”, compara.

-En otra escena, Lorenzo le recrimina la mala imagen que puede haber de él porque en la fiesta lo presentan como un “importante funcionario del gobierno”, y se pregunta qué iban a pensar de él, que es un diputado. ¿Cuánto afecta nuestra propia imagen lo que piensen otros de nosotros?

-Está casado con una actriz, vive el problema de la exposición pública, que es para la gente de la política y para los actores. Es una pareja que se da, de hecho. Tenemos ejemplos. Y hay algo de competencia también en la pareja. Porque si bien en la época de Tolstoi, en esa clase social, Ana no trabaja, está desesperada por ese rol que le ha tocado en la sociedad. Creo que hay algo del rol social: hoy se pide que tengas éxito, no salimos de eso. El problema de Ana Karenina es que hay una cancelación social a partir de abandonar a su hijo y su marido. Y la verdad es que lo que se exige es la apariencia, no la verdad de la felicidad. La apariencia. En esta época de redes y selfies sigue siendo una exigencia. Por eso es muy difícil hablar del embarazo como accidente, del tiempo como un tema acuciante para la maternidad y la cuestión biológica: todo tiene que dar felicidad. Sigue siendo lo mismo, el tema es la apariencia. En esto estamos igual que en el siglo XIX o peor, porque estamos más expuestos a partir de las redes sociales. Tenemos que dar cuenta de nuestra felicidad más seguido. Creo que hoy muchas veces, cuando se habla del deseo de la maternidad es para completar esa imagen de felicidad que se exige y termina siendo parte del álbum de figuritas que es la apariencia social.

-Hay cuestiones sociales que se representan en la obra y que están ahí para quien quiera verlas. ¿Qué es el teatro para vos?

-Parto de personajes con los que me identifico. No los juzgo, no estoy por encima, vivo la situación con ellos y no sabría qué hacer en su lugar. Yo tampoco sé que hacer. Trato de que los personajes tengan algo de las personas que me rodean y que podamos compartir eso. Soy hija de la generación del '60, de una generación que se consideró absolutamente progresista y ya ves que estamos lejos de haber tenido un desarrollo progresista en el país. Entonces siento que necesito hablar siempre de la diferencia entre las ideas y los hechos, y eso es básicamente lo que hago en el teatro. Necesito hablarlo porque es lo que veo, no sé si el teatro tiene una utilidad. A mí me ha servido para ver y entender más lo que ocurre, y lo que me ocurre. Creo que es un lugar de debate, no de certezas. Yo no las tengo y los personajes debaten ideas que no se resuelven. Lo que sí creo que tienen es la certeza de una emoción, de haber tenido que decidir en un momento de su vida entre algo soñado y cursar el embarazo. Ese golpe emocional lo lleva encima, lleva esa sombra también. No tengo una solución para esa persona. Creo que le doy voz. Y ese es otro de los roles del teatro: le da voz a esos sentimientos que están y veo que se naturalizan cuando no son naturales. En la maternidad, con todo lo que la mujer consiguió y estando en un camino de igualdad, te tira atrás mucho más, se siente mucho más el golpe. De pronto retrocedés muchos años.