“Me gusta ver en perspectiva, después de tantos años, como Nelly va contando la historia argentina en clave grotesca, un chispazo, como dice el Colo, donde contexto y personaje chocaron y eso sí fue magia”, observa Sergio Langer. El humorista refiere a La Nelly, la tira de humor gráfico que durante años llevó adelante junto al guionista Rubén Mirá en el diario Clarín: una rara avis rabiosa y de plumas caóticas en la contratapa más hegemónica del país. Ahora, ya alejada del papel prensa, la dupla seleccionó parte de ese material y lo recopiló junto con nuevos textos en El libro de Oro de LA NELLY, inspirado claramente en sus homólogos de Patoruzú y otras tiras similares de la edad de oro de las viñetas argentinas. Ahora circula desde la web de la editorial de Mirá (Red Editorial) y la cuenta de Instagram del dibujante (@langersergio).

La dupla creó La Nelly poco antes del estallido de 2001, aunque llegó a las páginas del diario recién en 2002, con el “que se vayan todos” todavía tibio. En esos años de contrastes, de furias y esperanzas, la protagonista de la tira podía ser cualquier cosa: una señora que estafaba a sus vecinos o una guerrillera justiciera sin solución de continuidad. Estaba el zapping televisivo y ahí pegadita, ella. “No la hicimos con la voluntad de reflejar una época, más bien ‘Nelly’ era el nombre de una vieja, pero me animo a decir que en muy poco tiempo la Nelly era el que se vayan todos”, reflexiona Langer.

En cierto modo, La Nelly era una tira casi punk, o al menos contracultural, en el medio hegemónico por excelencia del momento. “Respecto a las demás tiras Nelly sorprendía gráficamente por lo trash, lo sucio, la motosierra, y al lado del Linyera o Yo, Matías podías decir que era punk porque era mucho el contraste, era un personaje que irrumpía y al mismo tiempo era disruptivo, pero de fondo tenía un laburo de mucha planificación, cero improvisación, cero, tenía una estructura poderosa que lejos de ser punk, era una tira clásica con remate, aunque de repente nos cagáramos en eso e hiciéramos una Nelly para recortar, o todo oscuro porque se cortó la luz. En ese sentido sí era muy sarpada para lo que manejaba Clarín”, analiza.

A la distancia, Langer cree que “fue el único caso de una tira que se ría tan desembozadamente de la línea oficial de su medio, mofándose incluso del propio medio: Clarín titulaba una cosa y en la tira pasaba otra”, recuerda el dibujante. “Fuimos pillos, sabíamos dónde estábamos jugando, que teníamos marcada la cancha, y lo disfrutamos, yo nunca me sentí esclavizado, era un goce sincero hacerla, mandar fruta todo el tiempo”. Ve difícil que haya otra similar. “Creo que no sería posible hoy una tira así, por muchos motivos, pero básicamente porque la sátira de humor político, esa tradición tan nuestra, se fue diluyendo, evaporando de los medios, del soporte papel, y ahora andá a competir con TikTok”, plantea. “Pasaron muchas cosas que nos hacen pensar que ya La Nelly es como algo más viejo, o sea, no me gusta escuchar eso de mí, pero está expresando otra estética, otro momento político, aunque por momentos me imagino haciendo tiras de Nelly con Milei, con Fernández, y también hicimos cosas en distintos canales. Es alguien que viene del pasado pero tiene una vigencia por la temática que está tocando”.

¿Y hoy? ¿Es posible la Nelly hoy en otro formato que no sea el recopilatorio? A veces, reconoce Langer, les pinta subir alguna tira, ponerla a circular cuando la coyuntura lo pide. Pero el caldo de cultivo que le permitió crecer al personaje ya no existe. En ese sentido, como tantas otras tiras de humor gráfico, La Nelly es un prisma para mirar algunas facetas de los medios que la albergaban. “En Clarín entre el 2003 y el 2015 hubo un proceso de apertura interesante, democrática, que no le gustó a los poderes constituidos”, rememora el dibujante. “El diario Clarín acompañó en ese clima, minando todo lo que pudo, hasta que logró defenestrar y criminalizar al peronismo, de alguna manera. Pero en ese lapso hubo un espacio, que es el que nos dio Clarín a nosotros, y hoy creo que lo aprovechamos al mango, corrimos los límites todo lo que pudimos y tuvimos pocos conflictos con el diario, algunas tiras que nos rebotaron, pero muy pocas”. 

En una de ellas, por ejemplo, aparecía Cristina Fernández “bailando en el caño”, en la época en que Tinelli había popularizado la disciplina en su ciclo televisivo. “En ese momento les pareció indecoroso poner a Cristina así, pero por lo demás supimos aprovechar los márgenes y la cancha marcada y mandar fruta. Pero hoy no me imagino que Clarín pudiera publicar una tira como La Nelly, estamos viendo otro momento de mucha menos libertad de expresión en que los dibujantes que sobreviven se mimetizan con la línea editorial de los medios en donde trabajan”.

“En el clima de época de hoy mandan los TikTok, los reels, los memes y la urgencia a nivel estético e incluso político, ideológico, pero yo creo que la Nelly tendría cuerda, podría funcionar en este país que está gobernando un demente de ultraderecha, creo que vendríamos para divertirnos bastante”, se esperanza Langer. “Lo que buscamos con el libro fue dejar un testimonio de cómo se gestó, la producción y de cómo fue evolucionando para la gente que le interesa investigar, y además que da el registro con las 5.000 tiras online a las que uno accede a través de los QR a medida que lee el libro”.

“Si el término de la posverdad está relacionado con la distorsión deliberada de una realidad, manipulando creencias y emociones con el objetivo de influir en la opinión pública, nosotros ya con la Nelly hacíamos exactamente eso pero para reírnos, al servicio del bien común. La Nelly no era más que una máquina delirante, que si venían y acusaban a los Kirchner de tener oro enterrado, nosotros íbamos y decíamos que Lanata investigó mal, que el oro está en las canillas de oro de los hoteles: si el poder mandaba fake, nosotros íbamos a más para mostrar lo que significaba eso”.