Esta es la historia del chico que durante su adultez repetirá Bazinga como mantra. Sheldon creciendo con amor. O simplemente creciendo, a secas, ya que el protagonista de Young Sheldon, la “precuela” de The Big Bang Theory, anda un poco más solo que Kevin Arnold. Circa 1989 este prodigio no tiene un amigo como Paul Pfeiffer ni una noviecita como Winnie Cooper, y su familia tampoco sabe bien cómo es que han creado a ese sujeto con un coeficiente intelectual de 187 puntos. La comedia sobre la infancia del nerd más icónico de la tevé tiene dos enormes puntos en común con aquel otro programa sobre un chico en los 60.  El recuerdo sobre “aquellos años maravillosos” y la importancia de la voz narradora. En este caso, es el mismo Jim Parsons (encargado de interpretar al genio en la sitcom) quien destripa sin añoranza su pasado en un remoto pueblo del este de Texas. Warner hará el preestreno de esta comedia el próximo domingo a las 21 y tendrá su continuación formal durante noviembre. 

Sheldon (Iain Armitage), a sus nueve años, la tiene difícil. Por su inteligencia lo adelantaron en la secundaria y está a punto de cursar en el aula con adolescentes que lo detestan, especialmente su hermano. Galveston es uno de esos lugares donde los fines de semana se va a la iglesia y se ve fútbol americano por televisión. La primera es la afición de su denodada madre, la segunda la de su padre que anda amargado y bebiendo cerveza por los rincones tras haber perdido su trabajo como entrenador. Por último, está su hermana gemela, la chica a la que, como es bien sabido, Sheldon le robó su horno eléctrico de juguete para hacer su primer robot: sus batallas con la displicente Missy rankean alto. La serie invita a recorrer los días que en el futuro el propio Sheldon describirá como “el infierno”. “¿Cómo puedo ser adoptado si tengo una hermana gemela? Pensá mono, pensá”, le retruca en algún momento a su hermano mayor que lo hace sentir sapo de otro pozo. En su colegio también. Ahí están más cerca de prohibir la teoría de la evolución que de enseñarle matemáticas. 

Young Sheldon es una spin off singular. Reversión ácida de Doogie Howser, aquel programa donde Neil Patrick Harris hacía de un médico precoz. Puede que tenga más similitudes con Everybody hate Chris (donde el comediante Chris Rock recordaba su infancia en Nueva York), la reciente The Goldbergs y la anárquica Malcolm in the middle, que con la mismísima sitcom que es su fuente. Por brevísimos instantes, Young Sheldon recalcula su tono y se vuelve empática con el protagonista y con sus padres. El retrato de George es casi un espejo del de aquella ficción que se emitía en la Argentina por Canal 9 a principios de los 90. Los propios creadores explicitaron esa influencia. “Nunca había trabajado con la narración de este tipo antes y la narrativa cambia a medida que la vas creando. Buscamos inspiración en programas que la hubieron utilizado de manera bella y ninguno lo hizo mejor que Kevin, creciendo con amor”, dijo Jim Parsons. 

El hiperactivo Jon Favreau (director de Los Vengadores y programas como Dinner for Five) fue el encargado de dirigir el primer episodio de un programa que posiblemente sea difícil de digerir para los fans a ultranza de The Big Bang Theory ¿Motivos? El estilo visual, los actores y el timing son otros. Chuck Lorre, creador de ambos envíos, reconoció que en este caso salió de su zona de confort. Más allá de su duración de media hora, Young Sheldon no sigue el formato de relojería de una sitcom, sin público ni ambientes cerrados tuvo que probar con una clase nueva de humor. “Cuando estás en el rodaje, esperás que algo sea gracioso. Y ojalá que la audiencia esté de acuerdo conmigo. No hay forma de testearlo aquí. No hay público que te pueda guiar e indicarte si lo estás haciendo bien o mal. Estamos averiguándolo”, dijo la mente detrás de otras exitosas comedias como Two and a Half Men y Mom. “Es un animal completamente diferente. Es una manera completamente distinta de contar la historia que ya se conoce”, planteó Lorre.  

El humor mantiene, sin embargo, una chispa reconocible. La capacidad de ese pequeño Einstein por incomodar a todo el mundo. Su tendencia a marcar los defectos de los demás no le harán más llevadero el viaje hacia la pubertad. “A mis testículos recién le salieron pelos cuando tuve quince”, cuenta la voz en off. Sí, el hombre que será Sheldon Cooper tuvo que atravesar ese tipo de trances.