¿Somos seres originales o formateados por el deber ser? ¿Tenemos que dar cada paso en un sendero ya demarcado, pensando en el futuro que nos espera, o hay que incinerarse porque cada experiencia es irrepetible? Preguntas que Valentino Grizutti, autor y director de Así así, acá acá, plantea en el baño de un colegio donde cuatro personajes comparten inquietudes sobre la amistad, el sexo, las drogas, las relaciones y el amor y ese deber ser del que (casi) todxs buscan escapar, y que se exponen sobre el escenario los viernes a las 22.30 en El Extranjero, en Valentín Gómez 3378.

"Creo fervientemente que uno empieza a actuar en la adolescencia. Después, durante la vida, actúa esos distintos roles: maestro, padre, oficinista, actor", le dice Grizutti al NO. Y sabe de lo que habla: escribió la obra mientras estaba en 5to año, y acaba de cumplir 22. "Es una etapa que nos enseña que hay que actuar un poco la vida: no es que uno está todo el tiempo siendo lo que es, si es que eso es posible. Uno es muchas capas de personajes", reflexiona.

► Si esas paredes hablaran

Lxs cuatro (integrantes de la Compañía Labrusca) son compañerxs de colegio: Juan Cottet, Miranda Di Lorenzo, Patricio Penna y Violeta Postolski. Y para plantear esos temas en los que se cruzan la pura intimidad y la mirada social, Grizutti eligió un baño escolar, un lugar sustraído a los ojos adultos, en el que se experimenta, se descubre y se plantean las dudas más profundas.

Una especie de confesionario laico, en el que además se establece un diálogo entre ausentes: las paredes también hablan. "Me pareció muy fascinante la idea de dos personas que estuvieron mucho tiempo en el baño porque ahí es donde encuentran algo que no están encontrando afuera", cuenta el autor, que a la vez estaba encantado con cosas que veía escritas en las paredes de los baños de su colegio.

Esa fascinación lo llevó a trabajar las formas de lenguaje en el que se puede decir mucho sin decir nada, y viceversa. A veces, las palabras son solo la excusa para llenar un vacío, y el sentido se construye a partir del estar ahí, como un exceso de la escasez. "En el baño, encuentran refugio para generar otro lenguaje posible que no es el construido por las ficciones hegemónicas, por llamarlas de alguna manera. Es otro lugar, donde se empiezan a construir otras formas de discurso", sostiene. Y recuerda cuando en su colegio taparon ese texto colectivo garabateado en los azulejos: "Era un colegio público, no había mucho presupuesto, y la única vez que pintaron, taparon todo lo del baño. Fue muy divertido. Y al poco tiempo ya estaba nuevamente todo escrito", bromea.

La puesta en escena es sencilla y efectiva: la pared toda escrita y el piso de un baño que, sin embargo, permite construir un "fuera de escena" en el que cada personaje (por turnos o juntos en las pocas escenas que no transcurren en el baño) le da marco a diálogos bizarros, íntimos, cómicos o incómodos, y abre la posibilidad de la reconstrucción de lo imposible (sin spoiler).

Las actuaciones tienen momentos de sitcom, en las que ese ajuste es todo, y escenas en las que la delicadeza es necesaria para hurgar en las profundidades de la adolescencia sin clichés. Además, una voz en off aparece cada tanto, y los personajes reaccionan como obedeciendo mandados desde afuera. ¿Vivimos bajo órdenes alguien que digita nuestros movimientos?

Grizutti, quien acaba de cumplir 22 años, escribió la obra mientras estaba en 5º | Foto: Cecilia Salas

► Un extranjero en el colegio

Grizutti también es autor de Toma tres, que cuenta desde adentro la toma de un colegio secundario. La vida escolar le despertó bastantes preguntas en su desarrollo artístico porque, calcula, haber sido actor desde muy chiquito lo hizo reflexionar sobre la profesión y las relaciones. "Tuve la suerte, o la no suerte, de tener una vida bastante adulta desde muy chico; entonces hay algo de esa distancia que me la dio mi propia forma de vida", piensa. "Si hablaban de la fiesta de egresados, me daba igual. Pero empezaba a verlo con la suficiente extranjería como para decir que eso podía ser una escena", asegura.

Su vida se daba más "puertas afuera" del sistema educativo. "El colegio era la parte que menos me importaba de lo que hacía. Quería salir de ahí para ir a clases de dramaturgia, o las cosas en las que actuaba", explica, y se queda maquinando. "Me parece un poco paradójico que un lugar al que nunca le di importancia termine en dos obras mías. Es bastante raro si lo pienso..."

Su llegada al teatro fue casi de casualidad: quería hacer un taller de guión de cine y, como estaban todos los cupos cubiertos, se anotó en uno de dramaturgia, con Mariano Tenconi Blanco. "Encontré un nivel de libertad a la hora de escribir que el cine, por su estructura y sus condiciones de producción, no tiene", compara.

"El teatro tiene una forma de escritura mucho más emparentada con la literatura que con el guión de cine. Para mí fue plenamente revelador", confiesa Grizutti. "Uno descubre también que cuando escribe hace una improvisación imaginaria, es todos los personajes a la vez. Lo cual es totalmente excitante y de un vacío enorme, porque no sos todos y no vas a serlo."

► Actuación infantil

La experiencia de actuación infantil la tuvo porque sus xadres formaban parte del mundo del espectáculo, en prensa y producción. Eso le dio la oportunidad de participar de su primer cásting, por "carismático y medio caradura". A los 11 años protagonizó C.A.P.O.S. en la TV Pública y encarnó a Pericles en la versión argenta del musical de Los locos Addams en 2013.

"A lo que tuve acceso de chico fue al ritual que se arma alrededor del teatro, que es de las cosas que más me conmueven", destaca Grizutti. "Cuando pienso en una obra, pienso en qué ritual está conteniendo ese momento: la gente que viene, las luces que se apagan... Recuerdo eso como momentos mágicos", se entusiasma.

Pero también está el lado B del ritual; la competencia y la sobreexposición. "Hay algo de ese mundo que es una locura", dice sin dudar. "Ahí conocí ese ambiente, que es muy feroz. Cada vez que lo recuerdo me parece increíble. Primero, un nivel de violencia enorme, en la competencia, en los padres con los hijos; y un nivel de exigencia para nada, porque muchas veces lo que hay que ser es carismático. También está la necesidad económica, y después por otro lado la ambición de orden simbólico de los padres: ahora yo soy vos y vos vas a representar todo lo que yo no hice", señala.

Y se alegra de no haber estado en algo "hípermasivo" como una forma de protección de sí mismo. "La hípermasividad es muy difícil de manejar con 13, 14 años, el peor momento de tu vida, porque tu infancia se cae a pedazos y ya es confusa esa etapa, y si se le suma esta segunda capa es más raro: tengo que empezar a actuar en la vida pero también vengo actuando en una cosa que la ve todo el mundo, y a veces piensan que soy ese personaje", se ataja Grizutti.

"Se arma un nivel enorme de líos mentales y, al fin y al cabo, esos son los problemas y las grandes preguntas de la actuación, para con uno. Eso particularmente, lejos de distanciarme, es lo que más me interesa. Creo que en la obra se ve algo de eso. Es un tema que me obsesiona: qué pasa con uno, con la ficción, y cómo se trabaja con eso", concluye.

Gentileza de prensa Así así, acá acá


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