El proyecto neoliberal de la alianza cambiemos fue derrotado y una nueva experiencia popular y nacional se ha puesto en marcha. De eso no hay dudas ni campaña mediática que pueda minimizarlo. No obstante ello, lejos de estar acabado o perimido, el neoliberalismo ya está trabajando para su vuelta.

La realidad siempre permite múltiples lecturas o representaciones. Incluso, desde algunas corrientes del pensamiento se afirma que la realidad como tal no existe (o que no podemos acceder a ella de modo objetivo) y que, por lo tanto, toda realidad es, en definitiva, una construcción social.

A pesar de ello, por mucho que le pese a determinados sectores, la “triste realidad” de la economía Argentina, hija legítima del proyecto neoliberal de la alianza cambiemos, ha logrado superar la “grieta” de las interpretaciones.

 A la fecha, diversas lecturas coinciden (incluidas las miradas en las propias huestes otrora oficialistas) en que estos cuatro años se ha empobrecido a la amplia mayoría de la población, empujado al hambre a miles y que resulta difícil encontrar un indicador socioeconómico relevante (crecimiento, inflación, deuda externa, pobreza, indigencia, desigualdad, consumo, desempleo, inversión), que haya sido positivo. 

Salvo la paulatina disminución del déficit primario (no así el financiero que incluye los intereses de la deuda) y el mejoramiento de la balanza comercial en los últimos meses (dato positivo siempre que se lo aísle de sus motivos: caída de las importaciones fruto de la devaluación y la recesión), todo ha empeorado.

Sin embargo, que se reconozca la extrema delicadeza de la actual situación no implica necesariamente que las lecturas que se hacen de la realidad sean las mismas.

Como no existe una única derecha tampoco encontramos una unívoca forma de ser neoliberal. Ni, es preciso decirlo, la oposición se reduce exclusivamente a esas miradas.

Con el triunfo del Frente de Todos se inaugura un nuevo proyecto popular que tiene una matriz ideológica opuesta a la que gobernó estos últimos cuatro años. El bienestar económico no es visto como fruto del mérito de emprendedores que dan rienda suelta a su creatividad en un mercado libre que brinda oportunidades para quienes quieran aprovecharlas, sino que, por el contrario, el mercado lejos de ser libre, distribuye desigual y arbitrariamente ingresos y riquezas a través de una lotería genética y sus perversos mecanismos de reproducción y conservación. 

En este contexto, la búsqueda frenética por mercantilizar todos los espacios, corazón del espíritu neoliberal, deberá replegarse y subordinarse a un conjunto de políticas públicas basadas en criterios de justicia y no sólo de eficiencia. Se verá como el crecimiento y la distribución pueden ir de la mano e, incluso, la distribución puede ser el motor del crecimiento. Un proyecto popular que sabe que en economía lo que unos sectores pierden lo acaparan otros, que nada desaparece. Que toda política pública social será realmente progresista y redistributiva si más que a quién beneficia presta especial atención qué intereses afecta.

El próximo gobierno se encontrará en una situación de partida muy delicada y con serias limitaciones para desarrollar su proyecto expansivo que, claramente, deberá ir adecuando a las posibilidades fácticas y a las relaciones de poder y cada paso en falso, cada problema, cada resultado no buscado y cada obstáculo, será leído y amplificado, aparato mediático mediante, por un futuro arco opositor que está al acecho desde el primer día de gobierno.

El primer discurso opositor será el que expresarán los ex funcionarios del anterior gobierno, sus actuales congresistas y allegados. Imposibilitados de tapar el sol con las manos, asumirán que “cometieron algunos errores”, subestimaron “la herencia recibida” y les faltó “más tiempo” para que los cambios estructurales que encararon comiencen a “dar sus frutos”. 

Tendrá un sesgo central contrafáctico. Si la economía comienza a crecer dirán que ellos “sentaron las bases de dicho crecimiento” y si este tarda en llegar más de lo previsto, dirán que es a causa del “cambio de rumbo y falta de confianza que genera”. Lo mismo sucederá con cada publicación que el Indec haga de los indicadores socioeconómicos.

Un segundo discurso, de esencia neoconservadora, cercano al primero y que no se limita al entorno de cambiemos (aunque lo incluye) es que enunciará como principal problema del proyecto macrista su ineficiencia. No es ni su enfoque ideológico, ni la perspectiva con la que mira al mundo lo que está errada sino la forma en que se implementaron las políticas públicas. 

Los distintos intereses sectoriales que sean afectados por las políticas redistributivas de un Proyecto Popular, encontrarán aquí un lugar para defender sus privilegios. De este modo, intentarán convertir lo que en esencia es un problema político ideológico en problema técnico instrumental. Una moderna forma de “cambiar algo” para que nada cambie.

Un tercer discurso opositor será el de las y los “odiadores seriales”. Quienes siempre odiaron, quienes aprendieron a odiar, quienes no pueden dejar de hacerlo, aún en contra de sus propios intereses. 

Este discurso cuya única fuente de legitimación serán los sentimientos, será el canal que utilizarán los ciberataques, “las fake news” y las posverdades para esparcirse. La defensa de la “República” y la “libertad” atacada por el “autoritarismo” y “la corrupción” que todo proyecto Nacional y Popular conlleva, será el corazón de un discurso que no buscará convencer con argumentos sino que, por el contrario, intentará alimentar los miedos y prejuicios más básicos, fuentes últimas del odio que pregonan.

Algunas de las oposiciones al actual gobierno se desprenden, a pesar de mostrarse distantes al macrismo (que describen como “kirchnerismo amarillo” o “populismo de derecha”), en el mismo campo político-ideológico con independencia del partido o facción de partido en las que se materialicen. Configuran un cuarto discurso, técnica y estéticamente atractivo, tanto para el establishment como para las y los jóvenes.

Con el fetiche de la “libertad económica” como valor central, es el que vienen difundiendo economistas neoliberales (categoría que rechazan) que, con alto grado de exposición mediática, sostienen la necesidad casi “ontológica” de reducir al Estado a su mínima expresión, dejar de “robarle” a quienes “crean riqueza” con políticas redistributivas” y dejar que el mercado o resuelva todo. 

Desde su faceta más “técnica” sostendrán el dogma que el financiamiento del déficit fiscal mediante la emisión monetaria, las restricciones al libre comercio internacional y la excesiva y progresiva presión tributaria son el corazón de todos los males cuyo único final posible es la crisis hiperinflacionaria que nunca dejarán de anunciar. Si bien hoy son expresiones marginales, mañana pueden no serlo. Recordemos que las ideas de Mises, Hayek y Friedman, padres del neoliberalismo austríaco y norteamericano, así lo eran en los cincuenta y sesenta, pero fueron la hegemonía de los treinta años que le siguieron.

Por último, las críticas provendrán de un sector de la izquierda para el cual, sin ser “lo mismo” no encuentra sustantivas diferencias entre el gobierno anterior y el actual. Este quinto discurso opositor tendrá dos ejes centrales. El primero será visibilizar las “similitudes” y el segundo “exigir” la profundización de cada política redistributiva que se tome. 

Ninguna política pública, por beneficiosa que sea para las clases populares, será apoyada sin tildarla de oportunista o insuficiente. Sin la responsabilidad de gobernar y en el marco de un sistema capitalista inherentemente contradictorio e injusto, siempre habrá espacio para “subir la vara”, y está bien que así sea.

Todos estos discursos no funcionan aisladamente, ni tampoco será fácil su individualización y, en ciertas coyunturas futuras, se amalgamarán creando una sinergia mediática que excederá a la simple suma de las partes.

El proyecto Nacional y Popular del Frente de Todos no deberá descuidar la necesaria construcción hegemónica de un discurso que puede poner a la justicia social, el desarrollo soberano y a la solidaridad como valores entorno a los cuales se piensan, elaboran e implementan las políticas públicas.

* Docente UNLZ FCS. ISFD Nº41 (CEMU).

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