La muerte de un joven luego de recibir un disparo a quemarropa de un policía en la localidad suburbana de Nanterre, al oeste de París, despertó la furia y el malestar de las periferias de las grandes ciudades. Fue el detonante para el estallido social en una Francia cuyo clima político y social continuaba tenso luego de la aprobación, por decreto, de la reforma jubilatoria en marzo último.

El asesinato de Nahel, de 17 años, ocurrió el 27 de junio pasado, tras recibir un disparo en el tórax durante un control de tránsito. “Estas protestas y estos conflictos con la policía existen desde 1979, aunque no con la amplitud y la magnitud que tuvieron hace unos días”, advierte Denis Merklen, sociólogo, profesor en la Universidad Sorbonne Nouvelle-París 3 y Director del Instituto de Altos Estudios de América Latina (IHEAL).

Merklen nació en Uruguay pero el exilio de sus padres lo trajo a la Argentina de muy chico. Tras formarse en la Universidad de Buenos Aires (UBA) y enseñar allí durante diez años, completó sus estudios en Francia y obtuvo su doctorado en 2001 en la Ecole des hautes études en sciences sociales de París (EHESS) bajo la dirección de Robert Castel.

Es autor, entre otros, de Les indispensables. Sociologie des mondes militants (Paris, 2023); Detrás de la línea de la pobreza. La vida en los barrios populares de Montevideo (Buenos Aires y Montevideo, 2023 – primera edición 2019); Bibliotecas en llamas (Buenos Aires, 2016); y Pobres ciudadanos. Las clases populares en la era democrática (Argentina 1983-2003) (Buenos Aires, varias reediciones – primera edición 2005).

En diálogo con Página/12, el sociólogo analiza la brutalidad policial y la violencia institucional en términos de similitudes y diferencias con episodios del pasado. Además, la relación de las clases populares con la política, el gobierno de Emmanuel Macron y el comportamiento del electorado, para quien “el crecimiento del fascismo en la sociedad francesa, no solo como expresión política sino como estado de ánimo que permea a la sociedad, es un hecho innegable”.

--¿Cómo explica la coyuntura en Francia? ¿Es coyuntura o se trata de episodios con raíces similares que vuelven cada tanto?

--Hay muchas continuidades, pero también un cambio de escala. Diría que lo que pasó ahora tiene una mezcla de las dos cosas. Por un lado, es un hecho recurrente. Esas protestas y esos conflictos con la policía existen desde el año 1979, aunque no con la amplitud y la magnitud que tuvieron hace unos días. Había ocurrido en 2005 y no había ocurrido ninguna otra vez con esta importancia. Ese tipo de protesta --quemar cosas, tirar piedras, enfrentarse con la policía y demás--, es muy localizada en el sentido de que es en un tipo de barrio, con una forma muy particular y siempre repetitiva; es como una tecnología de la protesta que se articuló en ese momento, en el año ‘79, y que hasta ahora era siempre más o menos repetitivo.

--¿Qué forma es esa?

--Los muchachos protestaban quemando tachos de basura o algún auto; venían los bomberos a apagar el fuego y les tiraban piedras. Entonces venía la policía y ahí se amplificaba el asunto, con la esperanza de los muchachos de que apareciera la prensa. Ese ha sido un poco el modo y el desencadenante ha sido siempre un episodio de violencia. Pero hasta el 27 de junio, nunca la policía había matado a un chico, no había habido un homicidio doloso, es decir, alguien que tuviese la intención de matar a otra persona.

--Francia lleva décadas de grandes conflictos sociales urbanos, como los de Lyon, Estrasburgo y París (2005). ¿Qué semejanzas y diferencias se pueden establecer entre aquellos y los sucesos de junio último?

--En 2005, cuando sucedieron esas grandes revueltas que dieron también la vuelta al mundo, dos chicos perseguidos por la policía se escondieron en un transformador y murieron electrocutados. Pero ningún policía buscó matarlos. Recuerdo otro caso de un muchacho que, también queriendo escapar, saltó de un puente y se tiró a cruzar el Ródano y murió ahogado. Entonces el conflicto tenía siempre esa mecánica. Y los muchachos protestaban porque eso ocurría a escondidas, fuera del espacio de lo visible, del espacio público, en lugares periféricos y donde una parte importante del contenido de la protesta era hacer visible lo que nadie veía. Esa violencia de la policía hacia ellos, tan endémica, tan constante, tan repetida, un día iba a mayores hasta terminar con la vida de alguien; entonces para los muchachos era el momento de aprovechar la emoción colectiva y denunciarlo. Eso cambió esta vez.

--¿Por qué?

--En primer lugar, porque un policía sacó el arma y mató a un muchacho indefenso y desarmado, y lo mató con su arma reglamentaria, de uniforme y queriendo matarlo, porque además en la grabación del video se escucha a un policía que le dice a otro: “tirale”, y al otro que dice “te vas a ligar un tiro en la cabeza”. Todo conduce a pensar que la policía tuvo la intención de matar. Y la otra cuestión es que esos lugares, que siguen siendo periféricos, ya no están más en las sombras porque hay cámaras que permiten filmar, entonces eso surgió en el espacio público como ocurren hoy las cosas con las redes sociales. Hasta ahora las revueltas de este tipo quedaban limitadas a los barrios populares, y esta vez los pibes salieron “fuera”, a los comercios, a espacios ajenos a sus barrios. Y algunos blancos también cambiaron. Cambió la escala pero no el trasfondo político de la protesta. No es trivial que estos jóvenes digan que para ser escuchados tienen que quemar todo, que tienen “algo que decirle al Estado” y que apunten a las instituciones públicas.

--¿Por su relación con el Estado?

--En las periferias pobres el Estado está omnipresente. La vida cotidiana de las familias de los barrios populares --un 20 por ciento de la población francesa se concentra en esos enormes bloques de viviendas económicas subvencionadas-- transita entre diversas instituciones estatales: viven en una vivienda que es de propiedad pública, la infraestructura pública está a cargo del Estado, las escuelas, los centros de salud, las canchitas de fútbol y los centros culturales son públicos. Una parte importantísima de su vida está entre las manos de instituciones públicas. Todo eso los sostiene, pero cuando las cosas en esas instituciones andan mal, los disfuncionamientos dan conflictos. Y esos conflictos se dan con el chofer del colectivo, que es un funcionario público, con la maestra, que es una funcionaria pública, etc. Entonces, desde la más temprana infancia esos muchachos tienen todas las situaciones conflictivas de la vida con empleados públicos, y en la punta de la cadena están los policías, que son violentos y racistas, y que además son muy violentos con los varones y muy violentos con los negros y los árabes de cierta edad también.

--En 2020, George Floyd fue asesinado en la ciudad de Mineápolis, Minesota, Estados Unidos, a manos de un agente policial. ¿Qué punto de contacto se puede marcar desde la perspectiva de la brutalidad policial y la discriminación?

--Eso sin duda. Ahora, hay algo ahí también con lo que hay que ser muy atento. En primer lugar, porque la policía en Francia tiene más o menos el mismo componente que el resto de la población, no se trata de una policía blanca frente a una población negra. En segundo lugar, porque no hay en Francia la situación de discriminación de tipo racista que hay en Estados Unidos, lo que no quiere decir que en Francia no la haya, quiere decir que es diferente. Y en tercer lugar, porque lo que vemos en Francia es un hecho excepcional que se repite en Estados Unidos desde hace muchísimo tiempo. Algo que está en juego en este momento y que hace que esto sea una coyuntura no es tanto la protesta sino saber si la democracia francesa va a asimilar que la policía mate a un muchacho o a una persona con el arma de servicio.

--¿Qué sucede con el racismo en el seno de la policía francesa?

--El racismo en la policía francesa viene siendo denunciando desde hace muchísimo tiempo, y los primeros en denunciar son los propios jóvenes de los barrios. Ese racismo no es porque los policías son blancos y los chicos son negros y árabes. Los policías negros también son racistas y los policías árabes también son racistas. Lo que motiva el racismo no es la pertenencia a una raza; el racismo es una forma política. Entonces, ahí hay un problema, pero al mismo tiempo hay una evolución muy importante. En Francia, todas las fuerzas del orden están sindicalizadas. Hacia mediados de los años ‘90, un poco más de la mitad de los sindicatos que representaban a los policías eran de sindicatos de izquierda, ligados con el Partido Socialista. Hoy, el 52 por ciento de los policías vota al ex Frente Nacional, vota a Marine Le Pen, a la ultraderecha. Esto muestra, por un lado, que estamos asistiendo a un cambio muy importante; y, por otro, que la policía no actúa siempre de la misma manera. Ha habido una exacerbación de los conflictos y un crecimiento del comportamiento racista, que lo podemos ver, así tan acelerado, a simple vista.

--¿Qué actitud tomó el gobierno de Emmanuel Macron frente a lo sucedido?

--El gobierno salió a decir que era un problema de los padres -algo que se dice hace mucho. En su época, Nicolas Sarközy había hecho toda una elaboración política bastante sofisticada de que la culpa era de Mayo del ‘68, del ataque a la sociedad conservadora y a la figura del padre. Ahora se dice exactamente lo mismo, sin aquella carga que le ponía Sarközy, pero lo mismo, que la culpa es de Tik Tok y de los padres que no controlan a los adolescentes. Esa fue la respuesta del gobierno. Y eso tuvo mucho eco en la población.

--A través de sus dos sindicatos mayoritarios, la policía emitió un comunicado donde califica a los jóvenes de “salvajes” y dice que, aun contra el gobierno, (la policía) va a entrar en guerra contra esa parte de la población. ¿Cómo es posible que este tipo de declaraciones institucionales no tenga una respuesta política a la altura?

--Con toda seguridad, el hecho de que un policía mate a un muchacho desarmado, indefenso, en una situación que nada tiene que ver con el riesgo de la vida para nadie, es un hecho mayor, y vamos a ver qué ocurrirá en los tribunales, porque ahí se va a jugar una buena parte de lo que se está jugando. Pero el otro hecho mayor es ese comunicado y esa ausencia de respuesta de parte del gobierno, o que no haya sido otra que un apoyo a las fuerzas policiales y a esos dos sindicatos mayoritarios que emitieron ese comunicado que es de una gravedad extrema. Ha habido precedentes de este tipo sobre eventos similares en la época del gobierno de François Mitterrand. En aquel entonces, el hecho fue marcado como inaceptable con la destitución de una centena de oficiales. Ahora la respuesta fue inexistente.

--¿A qué lo adjudica?

--Esto tiene una lectura de coyuntura de análisis político. Hay una diferencia muy grande en la situación en la que se encuentra el gobierno de Francia. En las revueltas de 2005, por ejemplo, Sarkozy era ministro del Interior -enseguida fue primer ministro y en 2007 ganó las elecciones. En aquel entonces Sarkozy le echaba nafta a los fuegos y trataba de atizar la protesta, porque hacía un cálculo electoral muy directo, que le resultó. En Francia, el voto no es obligatorio. Se abstienen los jóvenes y los pobres. Los viejos, en cambio, votan mucho y son, en general, un electorado de derecha. Hoy la situación es distinta porque Sarkozy competía contra un Partido Socialista muy fuerte y con una diferencia de votos pequeña entre la candidata de la época y él. Hoy la izquierda en Francia no es más un peligro electoral.

--¿Quién es el adversario del gobierno de Emmanuel Macron?

--La ultraderecha, que llega sistemáticamente a la segunda vuelta desde hace mucho tiempo; es también la ultraderecha que capta electoralmente el descontento. Ahí efectivamente hay un problema y eso muestra que la situación política es compleja. El gobierno no tiene mucho margen de maniobra porque ha alentado la actitud represiva de la policía en una cantidad de áreas y porque no ve de ninguna manera cómo podría hacerlo de otro modo, entonces el gobierno se tira a la derecha, el electorado se corre a la derecha y como una carrera todo el peso electoral de la sociedad francesa se corre hacia la derecha y sin contrapeso.

--¿Qué partidos o movimientos estructuran hoy la relación de las clases populares con la política? ¿Qué sucede con la izquierda?

--Hay un piso electoral de la izquierda que ronda el 20% de la población, que más o menos ha sacado Jean-Luc Mélenchon en las distintas elecciones, pero esos votos que ha logrado han sido con el desmoronamiento de los dos otros grandes partidos históricos, el comunista y el socialista, y unos verdes que generan mucha simpatía por la causa ecológica pero sin nunca poder captar votos para las elecciones. A eso se suma que en Francia el voto no es obligatorio, y esto genera unos niveles de abstención descomunales. Ese electorado que no vota es el electorado de izquierda, es el electorado de las clases populares. Entonces, en la situación de la democracia francesa no es que los votos de la ultraderecha hayan crecido tanto, han crecido y mucho y uno siempre puede considerar que es demasiado, pero lo que han subido mucho son los porcentajes por efecto de la abstención mucho más que el volumen de votos.

--¿Por qué los partidos políticos de izquierda en Francia, y en Europa en general, no despiertan adhesiones?

--Uno puede decir cosas que con toda seguridad tienen asidero: que la izquierda ha gobernado y ha sido incapaz de controlar las mutaciones del capitalismo, que las formas de protección social que la izquierda ha instituido siguen allí presentes y no se han desmoronado pero son insuficientes para satisfacer las aspiraciones de las clases populares hoy en Francia, que la izquierda parece incapaz de presentar un horizonte que encarne algo que despierte esperanza entre las clases populares y entre la población en general. Y hay ciertos elementos de las mutaciones políticas actuales que preocupan mucho al electorado europeo para los que ninguna de las formas de la izquierda tiene propuestas. Lo que constituye el blanco principal de todas las movidas de la estrategia liberal es aquello que la izquierda también abandonó como preocupación.

--¿Por ejemplo?

--Macron ataca las jubilaciones, la escuela republicana, universal y uniforme para todos, ahora va por el Estatuto del Funcionario Público, y con una lógica de gobierno empresarial que corroe profundamente el funcionamiento de las instituciones tal y como se conocen aquí. Esto genera un malestar y un disfuncionamiento enorme, porque es una lógica de gobierno empresarial aplicada a una empresa pública. Allí donde el liberalismo se muestra más agresivo y más eficaz es donde la izquierda no tiene prácticamente nada para decir porque está mirando a otro lado; está mirando los problemas de género, de discriminación racial, los problemas de la diversidad, y es muy difícil encontrar gente joven que se ponga a pensar qué hacemos con la escuela primaria o cómo hacemos para hacer funcionar mejor un hospital, por ejemplo. Los jóvenes dicen: “hay que atender a la diversidad, no puede ser que estemos pensando en un mundo uniforme y en unos principios universales”, discusiones interesantes pero que parecen estar en otro planeta respecto a lo que dice y hace el gobierno. Esto, en un contexto en el que la sociedad francesa está rota por todos lados y ahí es donde surge la ultraderecha y se hunden partidos; estamos en una situación muy inestable e incierta.