Primero llaman a no mezclar: Jorge Macri, que aspira a gobernar la ciudad, denunció, como sabemos, a gente que duerme en la calle por usar los cajeros automáticos como monoambientes.

Y “Clarín” y “La Nación” alertan que entre cincuenta y cien personas en situación de calle usan todos los días al Aeroparque –otro lugar emblemático de las clases medias y altas-

 como refugio.

¡Saquen sus patas sucias de la alfombra!.

Pero también hay espacio para dictaminar sacrificios colectivos: Patricia Bullrich promete que si es presidenta en seis meses va a eliminar los planes sociales, y no va a permitir el desorden y la toma de calles, mientras que Larreta, la supuesta ”Paloma” de Juntos por el Cambio, dijo que va a terminar con “la industria del juicio”, y prevé e

liminar la indemnización por despido, así los patrones van a querer tomar trabajadores.

En paralelo, Javier Milei anticipó que la educación dejará de ser gratuita, y Diana Mondino, su elegida para encabezar diputados en la ciudad de Buenos Aires, luego de diferenciarse del canciller Cafiero porque ella “se baña y sabe inglés”, avisa que si llegan al poder más gente pagará ganancias.

Y José Luis Espert, en plena lucha por incorporarse a Juntos por el Cambio, tiene elaborado un plan para eliminar las huelgas de estatales, para llevar a prisión a sindicalistas y arancelar universidades públicas.

¡Así tronará el castigo de los cielos!.

Prometen nuevas pérdidas cuando los trabajadores y los vulnerables lo pasan terrible a causa de la inflación. Le dicen al votante que piensan eliminar el país peronista, con su Estado de Bienestar en materia de protección de derechos colectivos.

Cuando Macri dijo “Dinamitar todo” estaba pensando en eso. Y, ¡atención!, más allá de sus feroces disputas de poder, todos en esa fuerza piensan igual.

En 2015 Macri prometía oficialmente que si lo votabas no ibas a perder ninguno de tus beneficios.

Ocho años más tarde, después de un gobierno macrista y otro de signo peronista, no prometen lo mismo; al contrario, hablan sin el menor disimulo de sacrificar algunas de las mayores conquistas históricas que han hecho de Argentina un país más justo.

Dibujan en sus anuncios un futuro Estado que aplicará cirugía mayor sin anestesia.

Podrían verse como anuncios piantavotos si no advertimos que en un ballotage tienen muchas chances de volver a la presidencia.

Algo profundo cambió en el ánimo y la sensibilidad de los ciudadanos, y la derecha lo olfatea.

Es cierto que las encuestas muestran que Juntos por el Cambio viene perdiendo apoyo y que una parte de los votantes de Milei, que recibe aquel éxodo, no concuerda con las promesas más duras del despeinado. Pero, ¿por qué anticipan en las vísperas del voto que van a arrebatar derechos?

Prometen más ventajas a los ganadores de este cuadro de dramática desigualdad que muestra 2023, y anticipan efectivamente sacrificios, pérdida de derechos, a las mayorías cuyos ingresos no les alcanzan para vivir.

Parecen decirnos (a las mayorías, no a las minorías poderosas), que el sacrificio es el paso necesario para salir de esta frustrante realidad.

Después de todo, la religión más extendida de Occidente se funda en un martirio.

Pero no va con el peronismo, más allá de que también se volvió millones en el luto de Evita y en el largo exilio de Perón.

Hace un tiempo, el lúcido artista plástico Daniel Santoro me dijo que siempre desde la visión del otro, de ese que lo está mirando, el peronismo goza feliz y en exceso. La promesa siempre es de felicidad, nunca de sacrificio, nunca hay un horizonte de sacrificio en el peronismo. La izquierda piensa que son necesarios sacrificios revolucionarios, y la derecha o el sistema capitalista en general, ponen la meritocracia y el sacrificio para lograr un status determinado. Nada de eso es relevante para el peronismo”.

Santoro piensa que el peronismo instala la democratización del goce, y por eso mísmo es odiado.

Así, desconocemos cuáles de las propuestas sacrificiales llevan a Juan Schiaretti, el gobernador peronista de Córdoba, a querer sumarse a Juntos por el Cambio.

Después de todo, Torquemada también era un descendiente de conversos.

Ahora, ¿está aprovechando la derecha la oportunidad histórica que le ofrece un peronismo que esta vez no pudo mejorarle la vida a la gente para inocular a las mayorías con su idea del sacrificio?

Una suerte de mensaje punitivo (muy del PRO) para cobrarse revancha de las mayorías que votaron de nuevo al peronismo en 2019 frustrando la reelección de la derecha.

¿Y por qué, sin embargo, consiguen el apoyo de muchos sectores que a no dudarlo estarán entre los perdedores de esas políticas?

La primera explicación que se me ocurre es que sólo hay oídos para estos anuncios terribles a partir justamente del fracaso del gobierno del Frente de Todos en mejorarles la vida a las mayorías, como había prometido en 2019.

Los del Frente tuvieron un muy buen desempeño en combatir la pandemia, impulsaron una firme recuperación de la economía y el empleo, activaron el consumo en sectores de clase media y alta, pero carecieron de coraje político cuando tenían todo el apoyo para marcarle la cancha al poder económico y disciplinarlo, como debe hacer el Estado.

Lo mismo ante todas las tropelías que les dedica el partido judicial, se limitan a ser impotentes comentaristas.

Gran parte del público considera aquellos logros del FdT simplemente como obligación natural del gobierno y se mortifica haciendo cuentas en el día a día.

¿Cómo convencerlos de que un segundo período del FdT traerá lo que ahora no se consigue, una genuina recuperación del salario y las jubilaciones, y pondrá en caja los alquileres y a los formadores de precios, y será capaz de generar masivamente empleo bien pago?

Yo, que por mi tarea estoy más informado que el promedio de los ciudadanos, no sé por qué el peronismo en un nuevo perìodo lograría lo que hoy no consigue.

Y necesito saberlo. Imagínense lo que sienten millones de ciudadanos que escuchan de internas pero no de lo que hará el peronismo con nuestro futuro.

 

Sobre todo sabiendo que Torquemada aguarda impaciente.