Según datos de la OMS, el número de personas con diabetes ha aumentado de 108 millones en 1980 a 422 millones en 2014. En Argentina, la última Encuesta Nacional de Factores de Riesgo (2013) demostró que la prevalencia de esta enfermedad en el país también creció. Y factores como el sedentarismo y el sobrepeso no hacen más que agravar la situación.

“Problemas como la diabetes requieren de enfoques multisectoriales y multidisciplinarios, no sólo de actores como el Ministerio de Salud o la ciencia básica, que, por supuesto, también son importantes”, aclara Jorge Elgart, investigador adjunto del Conicet. Su experiencia y sus líneas de estudio lo convierten en ejemplo de ello: magíster en Finanzas Públicas, es responsable del área Economía de Salud en el Centro de Endocrinología Experimental y Aplicada (UNLP-Conicet).

Allí, Elgart trabaja junto a especialistas del área de la medicina y la bioquímica, entre otras disciplinas. En lo referente a su campo, resalta que “el objetivo dentro de la Economía de Salud no es bajar costos, sino optimizar el uso de los recursos disponibles: usar lo que tenemos de la mejor manera posible. El derroche o mal uso va en contra del sistema y perjudica al paciente”.

El equipo de investigación que integra el académico desarrolla actualmente un programa piloto de detección prevención primaria de diabetes en tres localidades de Buenos Aires. 

“Uno de los objetivos es probar la costo-efectividad de este tipo de intervenciones: cómo poder identificar personas que estén en riesgo de desarrollar diabetes y evitar así la aparición de la enfermedad. Luego, eso permite ahorrar recursos que el sistema después debería aplicar en la atención de la patología o de las complicaciones derivadas”, relata el especialista.

En este contexto, uno de los factores clave que rescata el especialista es el de la educación. “Por un lado, sería fundamental un nivel de prevención en las escuelas, para que las personas adquieran hábitos saludables que prevengan la aparición de diabetes”, subraya.

Por otra parte, alerta que, por ser la diabetes una enfermedad “silenciosa”, muchas veces se llega tarde al diagnóstico, “por no haber estrategias preventivas efectivas implementadas”. “Lo que hemos probado es que la educación, ya sea al médico, al paciente o a ambos, mejora notablemente la calidad de atención y optimiza el uso de los recursos”, asegura.

El experto explica que la mejora en la calidad de atención también implica una mejora en el impacto socioeconómico de la enfermedad, especialmente para evitar o reducir el desarrollo de complicaciones comunes de la diabetes, como insuficiencias cardíacas, accidentes cerebro vasculares (ACV) o ceguera, entre otros.

“Evitar este tipo de complicaciones —agrega– no sólo genera menores costos de atención, sino también mejoras en la calidad de vida de las personas, porque tiene mejor vínculo familiar, puede desarrollar sus actividades cotidianas, concurrir al trabajo, etcétera”.

“Sin duda, el problema es multifactorial porque hay cuestiones de accesibilidad, de financiamiento, de inequidad de distribución geográfica, desde el punto de vista socioeconómico, factores que repercuten sobre la calidad de atención”, explica Elgart al destacar la necesidad de plantear soluciones que sean viables considerando todas las particularidades, nutriéndonos de saberes propios y de otras disciplinas.

* Agencia CTyS-UNLaM.