Este libro es una cápsula de tiempo, porque todo el material aquí reunido fue escrito durante los años noventa o apenas concluida la década: son textos y testimonios de primera mano, pensados y escritos en consonancia con los acontecimientos.

Un dato que ahora resulta curioso es que este proyecto estuvo en boca del mundo del arte por aquellos años, hasta convertirse en una referencia en el libro Artistas Argentinos de los ‘90, que el Fondo Nacional de la Artes (FNA) publicó en 1999. En la introducción de aquel volumen aclaran sobre su plan: “Al respecto tuvimos en cuenta desde nuestras primeras conversaciones el proyecto simultáneo de un libro sobre la misma década, dirigido por Fabián Lebenglik y producido por Gustavo Bruzzone, cuya aparición se anuncia para los primeros meses del 2000”.

La simultaneidad en la planificación de ambos libros era complementaria, porque mientras la publicación del FNA aportaba fundamentalmente las imágenes de las obras de los noventa, nuestro libro aportaría las reflexiones, testimonios y cronologías. Por distintos motivos, nuestro proyecto se fue demorando hasta quedar archivado. Con el paso de los años crecieron notoriamente el interés local e internacional, la investigación y las exposiciones sobre el arte de los noventa, por sus características particulares y por consolidarse como un arte de fin del siglo, que fue de todo menos light, como podrá leerse en estas páginas. De manera que el tiempo presente es el más oportuno para publicar la originalidad de primera mano de nuestro libro.

En el caso de Gustavo Bruzzone, desde el coleccionismo y el registro en video, y en el mío desde la crítica militante, fuimos testigos y protagonistas del fenómeno del arte argentino de los años noventa, porque prestamos atención contemporáneamente a aquello que luego se convertiría en una etapa clave del arte y la cultura locales. A contrapelo de un década infausta en términos sociales, económicos y políticos, hubo un arte que brilló en aquellos tiempos.

Gustavo Bruzzone se transformó en el coleccionista de lo más destacado del arte de fin de siglo y registró en video buena parte de las exposiciones y el testimonio de los artistas de aquellos años.

En mis artículos a lo largo de toda la década del noventa pude ver y analizar, de un modo sostenido y sistemático, las exposiciones, el trabajo de los artistas y de las instituciones, y explicité por primera vez buena parte las características del arte del período mientras se estaba produciendo.

El de los años noventa fue un arte que solo podría haberse desarrollado a partir de la recuperación democrática de 1983 y que atravesó, como toda la sociedad, el proceso de restablecimiento de las libertades y derechos en la primavera democratizadora de los primeros años del gobierno de Alfonsín, seriamente afectados por el ‘escarmiento’ que el poder real asestó contra el gobierno y que trajo la devastadora crisis hiperinflacionaria, el consiguiente final anticipado de aquel mandato presidencial y la reinstauración del neoliberalismo (similar en lo económico al que había impuesto la dictadura), pero esta vez de la mano del gobierno de Menem. El arte de esos años convivió a contrapelo de aquel período que puede caracterizarse como postdictadura.

El arte de los noventa fue el último gran relato artístico, porque luego vino la explosión de las redes sociales, que trajeron la fragmentación del campo artístico, el imperio del autobombo, los egosistemas y las autoconsagraciones, para dar paso a múltiples y paradójicas utopías individuales y realidades paralelas.

El de los noventa fue un arte que propuso sus resistencias, amores y padecimientos sin resentimiento, y vio surgir, como pocas veces durante la historia del arte argentino del siglo XX hasta ese momento, artistas que no provenían de las clases medias altas y altas, para reivindicar gustos, procedencias, libertad de orientaciones sexuales; materiales, colores, combinaciones, ornamentos, y diseños de origen plebeyo.

El libro Arte argentino de los años noventa reúne en su primera parte un conjunto de ensayos especialmente comisionados y escritos, apenas clausurado el siglo XX, por especialistas que vieron y pensaron muy bien las artes visuales argentinas de aquel período. Se trata de textos que analizan la relación del arte de los sesenta con el de los noventa, el rol de los museos y las exposiciones; las secuelas de la dictadura, las políticas del cuerpo; los objetos, la posescultura, la transdisciplinariedad y el transgénero; la fotografía, las prácticas institucionales, la influencia central de Gumier Maier y de Kuitca; el rol de las fundaciones.

La mirada excede a Buenos Aires y se amplía hacia otras zonas del país, con ensayos que se ocupan de la escena de Córdoba, Rosario, Tucumán, Provincia de Buenos Aires, Mendoza y la Patagonia.

La segunda parte del volumen se compone de una amplia selección de artículos, reseñas y entrevistas de mi autoría, publicados entre 1990 y 1999 en el diario Página12. En conjunto, estos documentos no solo describen y piensan la escena artística sino que de algún modo acompañan a los artistas y esbozan los primeros aportes críticos y teóricos. Podría decirse que funcionaron como un descubrimiento para el resto del campo artístico y cultural.

La tercera parte del libro reúne decenas de testimonios –tomados durante los años 1999 y 2000–, de los protagonistas de las artes visuales de entonces, que hoy se resignifican, no solo por la lucidez, sino también porque varios de aquellos protagonistas han muerto durante los más de veinte años transcurridos.

Finalmente, las cronologías de las exposiciones de los lugares de exhibición, producto del relevamiento y la investigación que Valeria González llevó a cabo en el año 2000.

Con este libro se puede reconstruir en profundidad tanto el arte argentino de los noventa, como un panorama del arte del país en los noventa.

Mientras escribía esta introducción murió Jorge Gumier Maier (1953-2021), artista y curador fundamental en la configuración del arte argentino de los años noventa. Gumier, además de su propia y bellísima obra como artista, fue un curador avant la lettre de la galería del Centro Cultural Rojas de la Universidad de Buenos Aires, entre 1989 y 1996, hasta que tomó la posta otro artista de los noventa -y del Rojas-: Alfredo Londaibere (1955-2017).

En 2003, gracias a mi insistencia, Gumier Maier salió de su retiro y retomó la curaduría de la galería por algo más de un año, para acompañarme en la gestión, cuando me tocó ser director del Centro Cultural Rojas entre principios de 2002 y mediados de 2006.

* Introducción del libro Arte argentino de los años noventa - Fabián Lebenglik y Gustavo Bruzzone (632 páginas; Adriana Hidalgo editora).