Daniela Andújar transita muchos territorios a la vez: danza, teatro, educación, poesía, escritura, performance y tantos otros lugares que, como una hechicera, une, reúne y hace vibrar mediante una energía indescriptible que emana desde su pluma y su performance poética en las calles, las fábricas recuperadas, las ferias, los ciclos de poesía y los lugar más inesperados en los que se presenta. 

Con residencia intermitente entre Brasil y Argentina entre otras tierras, a lo largo del tiempo fundó agrupaciones de música, poesía, danza y teatro para cruzar sus lenguajes en nuevas y desconocidas formas, como ocurrió con Manifesto Escoria, O-Dio$ y Ser o no reS: Ex-Prisión Corporal, además de crear el Taller de Poesía Bailable y la publicación de sus libros Dengue, Diosas en la Vereda junto a la artista visual Veroka Velásquez (con la que también creo el ciclo “El Poeticazo” bajo la consigna de “hacer pinturas para poemar el mundo, y poemas para manchar el porvenir”), Descosidas y Casa Taller, entre otros. Ahora, con un bellísimo prólogo de Fernando Noy, salió a las calles Poemas Utrópicos, publicado por la editorial Alcohol y Fotocopias, gestado en su estadía en Brasil e impregnado de su misma atmósfera, como se puede leer en uno de los poemas dedicados a San Salvador de Bahía: “Por tus varones con brillo de uñas / por tus faraonas / tu idioma erë / por los diminutivos en todas las grandes cosas (…) tu alfabeto bailado / tu sudor hecho a mano”. SOY dialogó con la poeta para ahondar en los procesos de escrituras disidentes, las performances que toman por asalto los espacios y la necesidad de conspirar contra los tiempos que corren y nos quieren correr, por la urgencia de empuñar la poesía como un arma de destrucción masiva cargada de futuro contra la normalidad criminal que acecha en lo cotidiano.

¿Cómo relacionás tus performances poéticas con la publicación de los libros?

-Una se pregunta: ¿Cuál es la necesidad, o la misión de traer un libro al mundo? Porque querés salpicar y conmover todo a tu alrededor. Yo escribo desde los 7 u 8 años y tenía una posición de que no me interesaba publicar, porque me parecía una traición. Una vez, con Ser o no reS íbamos a hacer una obra a partir del libro Marc, la sucia rata de José Sbarra y una amiga me dijo: “si Sbarra no hubiese publicado no hubiese llegado hasta hoy”. Para mí, el transcurrir de la existencia es poético, y no veía esta necesidad, pero obviamente un montón de libros me han transformado y me han dado muchas posibilidades. Leer En el camino de Kerouac a los 16 años, desencajando de todos los ámbitos, fue el antimanual: Yo puedo vivir así, esto es lo que yo quiero hacer, salir al mundo y experimentar la existencia. Si sos una persona rebelde, crispada con el mundo, qué suerte que te encontrás con esto.

En tus performances y en tu escritura aparece la música como un terreno fundamental.

-La poesía es esencialmente música, un poema tiene una cadencia. Cuando una decide ponerle la voz en vivo a un poema es porque ese poema va a entrar con más elementos que en la lectura, para que se expanda desde la lectura. Leer poesía en voz alta tiene una razón, es como tocar una partitura. Cada espacio, cada momento tiene su particularidad. Si no, no es en vivo. Es en repetido. Sí o sí me tengo que conectar con el lugar, porque me llamaron para estar allí: entonces, ¿qué poemas son necesarios en este momento derramar en los otros oídos? Cada momento no es un escenario de repetición. Busco una experiencia, más que un show. Hacer un aporte a lo inesperado. Si hay algo que tiene la poesía es tratar con la vida, no con el control, donde aparte están actuando muchísimas otras fuerzas, del misterio, de la magia, de la sensibilidad.

TROPICOS DE UTOPIAS

En sus Poemas Utrópicos Andújar vuelve una y otra vez a jugar con el lenguaje de maneras excitantes: lo revuelve, devela nuevos sentidos, lo doblega, lo da vuelta y lo reordena de formas inéditas para conducirlo en líneas curvas hacia territorios extraños, con poemas sobre misterios, seres humanos y no humanos, naturalezas, saberes ancestrales y un profundo sentido de la(s) existencia(s). En realidad, Andújar no escribe ni recita poemas: los vuelve carne y voz, los transforma, los talla sobre las hojas y los grita con finas melodías hasta fusionarlos con el auditorio, con lo que sea que está a su alrededor. Para ilustrar mejor estas circunstancias basta recordar la última vez que presencié una de sus performances, en la reciente Feria de Cultura Gráfica de Boedo: al instante en el que sonaron sus primeras palabras en el micrófono, el viento despertó con ferocidad y arrasó con todo lo que encontró a su alcance, creando una maravillosa tormenta de libros, hojas y dibujos. También vale buscar uno de sus poemas utrópicos al azar para dar cuenta de estas fuerzas, como se lee en “Me hago un rodete”: “Hacen falta trillones de litros de mentiras para deprimir a un ser humano / pero hace falta una sola cosa para querer vivir / y Esa cosa es la inalienable cosa / el misterio invertebrado / la profundidad de respirar sin saber por qué / pero queriendo / la desobediencia es un acto sagrado / y una confía en las pociones”.

¿Cómo emergieron los Poemas Utrópicos?

-Estaba en Brasil y viene la pandemia en pleno bolsonarismo. Y de repente, empieza a surgirme como toda una voz reivindicativa de la existencia, de no entrega de la posibilidad de sentir y hacer belleza, que trajo un abanico de poemas muchísimos más vitales. Yo creo que la infelicidad general no produce necesariamente una cosa revolucionaria. Hay tanto dolor, sufrimiento y crueldad que se formaliza, y vas perdiendo el hilo del para qué, y para qué luchar también. Porque también hay una cuestión falsa acá, y es que la felicidad y la alegría solo existen si no mirás la realidad, como una negación de la realidad. Y justamente se trata de no negar la realidad, porque la realidad está compuesta de millones de seres que son bellos, humanos y no humanos. Millones de actitudes, gestos de solidaridad, de amor, en un mundo que ordena todo lo contrario.

¿De ahí nació la necesidad de publicar este libro?

-Apareció todo eso como un apego a la propia esencia y a la esencia de la vida. Cuando yo percibo que hay un halo, una voz, una versificación que tiene una musicalidad, un tono, que generalmente corresponde a una época de tu vida, ahí se aparece el libro. Como si fuese un volantazo a esta cultura de morirse y matar. Soñar aquí y ahora bien despierta y con todo el sudor. Cualquier poquito de amor ya es un antídoto contra la locura. El capitalismo invadió hace años el territorio de la sensibilidad.

¿Cómo creés que eso afecta a la poesía hoy en sus distintos ámbitos?

-Hay una cosa que me molesta muchísimo de lo que se dice poesía hoy, y es que sea el servicio meteorológico: la descripción de la realidad. Es espantoso, que sale de un achatamiento no solo de la sensibilidad y del lenguaje, sino de la posibilidad de soñar, de delirar, de buscar y de llegar. El capitalismo se está metiendo mucho con la poesía, no le quedan muchos reductos. Entonces la única forma de soportar el desastre es no sintiendo, porque si vos sentís, vas a hacer algo. Y si sentís alegría, vas a hacer más. Estoy muy preocupada por este asunto de no explorar. El chascarrillo, el chiste. "Mirame", en lugar de "mirá". Es bajar las posibilidades de que el lenguaje enriquezca la vida. El mundo del arte, de la creatividad, que debe ser el más indomable, se pone al servicio de confirmar la idea de vida propuesta por una cultura que no le da felicidad ni satisfacción a nadie, que es la cultura del displacer total. Nadie sabe para qué va al trabajo que va, es insoportable hacer lo que se hace. La vida es tan interesante, tan frondosa. No se está cuestionado la cotidianidad, y eso te ordena, te alivia.

Como una abulia de conformarse con el conformismo...

-Es muy cómodo aceptar la incomodidad que el sistema te está proponiendo, aceptar la manera de relacionarnos. Hay que rebelarse, una no es una emisora y receptora de mensajes. No se puede vivir en función de las cosas que hay que hacer, porque cada vez hay más burocracia para hacer las cosas que hay que hacer. Tus horas de vida están permanentemente al servicio de los servicios. La tarea de les poetas es dar cuenta de que hay utopías, y si no, hay que fabricarlas. La poesía también existe para inventarlas. Buscar, agrandar, alimentarse de poesía, alimentarse de momentos que no son una cotidianidad lineal, aburrida, embolante. Provocar. Así también entra la poesía en tu existencia.

Poemas Utrópicos se puede conseguir en librerías y en Instagram: @alcoholyfotocopias