No se entiende bien adónde estaban mirando lxs que dicen que Adam Sandler da un giro en su carrera con el protagónico de Uncut gems, la nueva película de los hermanos Safdie que estrenó recientemente Netflix: es lo más parecido a una morsa que un actor puede ser, siempre lo supo y también supo que tenía que construir su carrera alrededor de eso. Del cuerpo grandote, los dientes grandes, los ojos algo caídos en señal de cansancio o melancolía (en sus últimas películas son indiscernibles), la risa torpe. Sandler es ante todo un comediante y empezó interpretando a bobos de buen corazón, como Billy Madison (1995) o el protagonista de Un papá genial (1999), incapaces de crecer que no sabían abrirse paso en la vida pero —porque la comedia suele ser cruel y luego piadosa— encontraban su lugar de algún modo.

En comedias románticas luminosas como El cantante de bodas o Como si fuera la primera vez (él y Drew Barrymore, por favor, qué regalo de la vida) se acercaba a las chicas con la cabeza agachada, como un perro grandote que aspirara quizás a recibir una caricia, y les cantaba canciones roncas donde les proponía hacerse viejxs juntxs. Que haya tenido que enojarse y romper cosas en Punch drunk love (2002) para que algunxs levantaran las cejas en señal de sorpresa es solo una circunstancia de un mercado que se toma poco en serio la risa; luego vinieron las películas horribles, que también las hay, y la autoparodia de esas películas horribles que hizo Sandler disfrazado de comediante en decadencia en Funny People (2009) donde, además, encarnó ese tipo tan infrecuente que es el protagonista desagradable, lleno de contradicciones, en este caso en versión melancólica.

Hace tiempo que hay mucho de fracaso y amargura mezclado en su modo de hacer comedia, y hace tiempo también que Sandler brilla, versátil, en papeles tan diversos como el representante de artistas parecido a Jerry Lewis que interpreta en Sandy Wexler (2017) o el padre prácticamente soltero que en The Meyerowitz stories (2017) recupera rondando los cuarenta la relación con lxs hermanxs y logra, crisis mediante y casi demasiado tarde, replantear el vínculo con un padre tremendo que lo mantuvo siempre como actor secundario de su propia vida. Hay que decirlo: Sandler es un genio, capaz de dialogar con el presente en modos de amar, hacerse adultx o vivir la precariedad pero también con un ojo en el pasado, el del mundo judío, el barrio, lxs viejxs con lxs que le gusta interactuar o interpretar.

Y todo en su carrera, todo, confluye en este joyero judío que encarna en Uncut gems, una película que a pesar de su apariencia contemporánea, fluo, frenética y descentrada, y una banda de sonido electrónica y expansiva de Daniel Lopatin, podría ser una vieja fábula: Howard Ratner, un joyero del Diamond District de Nueva York, quiere pegar el negocio de su vida y con manejos turbios se hace enviar un ópalo desde Etiopía. La idea es venderlo bien en una subasta pero a Howard se le ocurre prestárselo a un jugador de basket que piensa que le va a dar suerte, y ahí empieza un derrape sin fin que hace a Howard endeudarse, empeñar objetos, escaparse de acreedores, balbucear y mentir mientras hace malabares entre una novia joven que no le tiene el más mínimo respeto y una vida familiar, ex esposa incluida, que se cae a pedazos.

Howard, y el tipo de masculinidad que Sandler suele encarnar, es esto: cuando llega a su casa enfurecido porque la novia lo plantó, ella está en la cama con una amiga y le dice dale, vení que seguro querés un mimo, y él se acomoda en la cama para recibir una caricia que parece destinada a sosegar a una mascota. Howard Ratner es el protagonista, sí, pero no es héroe ni antihéroe, sino apenas un tipo al que no se le concede belleza ni en la caída y al que la película comienza por mostrar desde adentro, literalmente, en plena endoscopía. Cuando hace unos días recibió el Independent Spirit Award al mejor actor por este papel, Sandler leyó un discurso genial en la voz de payaso que suele usar al hacer comedia y dijo entre risas, gracias, sé que es una especie de premio consuelo, como ganar Mejor personalidad en un concurso en el que todxs quieren ser los más populares o los más bellos.