Mayo avanza y la 48° Feria Internacional del Libro de Buenos Aires también. Si empezó con poco público y escasas ventas a fines de abril, ahora que la mayoría de la gente cobró rumbeó hacia el Predio de La Rural para aprovechar las ofertas de los expositores que tienen libros de saldos, que son a los que está vendiendo más en tiempos de crisis. El sábado por la tarde parecía la edición del 2022 o 2023; muchas personas recorrían los pabellones y una ola de alegría salpicaba los rostros de los trabajadoras y trabajadores de los stands. Las ventas están repuntando; algunos confían en salir de la zona de catástrofe anticipada y cerrar con una caída en torno al 10 por ciento. Raúl Carioli, director editorial de Prometeo, sello especializado en ciencias sociales que tiene títulos de Rita Segato y Dora Barrancos, subraya que estar en la Feria es “un acto de resistencia cultural”.

Guillermo Berisso, de la librería del stand de la Provincia de Buenos Aires, atiende en la caja. Acaba de facturar Menú bonaerense, platos y recetas, de Juan Braceli, publicado por Ediciones Bonaerenses, a 8.700 pesos. “La Feria empezó muy floja y ahora está con mucha afluencia de público, a pesar de los malos pronósticos que había. Este es un stand atípico porque nuclea a todas las editoriales bonaerenses y tenemos libros a precios muy bajos respecto de otras editoriales o librerías. No nos está yendo mal porque viene el público y encuentra un abanico de temáticas muy grande y precios que arrancan en 5.000 pesos. Hay un libro sobre peronismo, de la Universidad Nacional de José C.Paz (Unpaz), a 8.000 pesos”, ejemplifica Berisso. Se trata de El estado peronista: los planes quinquenales del peronismo, de Hugo Luis Dalbosco y Graciela Mónica Falivene. Berisso estima que están un 20 a 30 por ciento en unidades arriba en comparación con el año pasado, aunque aclara que la mayoría de los expositores tiene ese mismo porcentaje, pero a la baja. La REUN, la Red de Editoriales Universitarias Nacionales, que esta edición no pudo participar con stand propio, encontró refugio en el espacio de la provincia de Buenos Aires.

El ahora stand de la Provincia de Buenos Aires estuvo en el ojo de la tormenta en la previa al arranque de la Feria. Este lugar en el Pabellón Azul era el que habitualmente ocupaba el ministerio de Cultura de la Nación, degradado a Secretaría de Cultura desde la asunción de Javier Milei. Leonardo Cifelli, el secretario de Cultura, dijo que no iban a estar en la Feria por el costo del stand, 300 millones de pesos (más 150 millones para el armado), cifra que fue desmentida por Alejandro Vaccaro, presidente de la Fundación El Libro, cuando enfatizó que el costo era de 80 millones de pesos. “Como no hay plata, la cultura es un gasto innecesario; entonces dejaron en disponibilidad el stand y lo agarró la provincia de Buenos Aires. Con mucho orgullo estoy acá defendiendo las banderas de la cultura”, destaca Berisso.

Alejandro Gutiérrez, de Ediciones Libertador, fundada por su suegro, el editor y librero Raúl Paviolo, un stand con ofertas, con libros de saldo, pero también con ediciones propias, cuenta que hasta el 1° de mayo las ventas estaban un 25 por ciento abajo, comparadas con el año anterior. “Hoy (sábado) volvimos a los niveles normales del segundo fin de semana de feria. Hace 21 años que estoy acá y las ventas empiezan después del 2 o 3 de mayo; es de manual”, explica y aclara que donde se notó mucho la caída fue en las compras de la Conabip porque los bibliotecarios de todo el país “vinieron con menos plata”. Las mesas con ofertas son las que más se venden, por ejemplo la colección “Aprender a pensar” de RBA, con títulos de Platón, Voltaire, Descartes y Epicuro, un libro a 3.000 pesos, dos por 5.000. Gutiérrez comenta que mejoró la asistencia de público desde que la Fundación El Libro implementó la entrada gratis de 20 a 22 horas de lunes a jueves y que para él debería ser de 19 a 22 porque “la mayoría de la gente sale de trabajar a las 18 y se tiene que quedar dando vueltas, haciendo tiempo para entrar a las 20”.

Ian Waldhuter, desde el stand de la distribuidora Waldhuter, resume lo que pasó en estos doce días de Feria. “Arrancó bajo (30 menos) y ahora está repuntando; estamos un 20 por ciento abajo en ventas”. Después confirma que Conabip llegó con un presupuesto “muy devaluado” y recuerda lo que charló con varios bibliotecarios. “Por lo que me explicaron, les dieron un cien por ciento más que el año pasado, pero como la inflación fue de 250 por ciento perdieron en el camino 150. El año pasado compraban uno 100 libros con el subsidio y ahora no llegaban a 50”. En Cúspide hay que hacer cola para entrar. Es uno de los stands más concurridos por las promociones bancarias. Las dos más atractivas son las del Banco Galicia (40% de ahorro y hasta tres cuotas sin interés pagando con NAVE), con tope de reintegro de 50.000 pesos, y la del Banco Provincia, con un 10% de reintegro, cuatro cuotas sin interés y sin tope de reintegro. “Tenemos vendedores que saben y recomiendan”, pondera Alejandro Costa, el encargado del stand. “Nos está yendo mejor de lo que pensábamos, estamos apenas un 10 abajo”, dice y compara que en los locales de la librería cerraron abril con un 30 por ciento menos de ventas. Felipe Martínez, del stand de Riverside, con sellos fuertes como Edhasa, Anagrama y La brujita de papel, revela que están “conformes” con el resultado hasta ahora. “No teníamos muchas expectativas, por supuesto que estamos vendiendo menos que el año pasado, pero no tanto como pensábamos”.

Raúl Carioli, director editorial de Prometeo, informa que está entre un 6 a un 10 por ciento de ejemplares arriba en comparación con 2023. Los precios “razonables” son determinantes para fundamentar que esté vendiendo más. Tiene libros entre 17 y 20 mil pesos. Además, desplegó una mesa de oferta a 3.000 pesos, con títulos del catálogo que le devolvieron de las librerías con lomos arrugados, manchados o con pequeñas marcas y que no los puede vender como nuevos. “Este año estar en la feria es un acto de resistencia cultural. La gente viene a la feria como fue a la marcha en defensa de la educación pública”, compara el director editorial de Prometeo. “La Feria me emociona; ninguno de nosotros esperaba esto y creo que muchos están llorando mal”, cuestiona a sus colegas de otros stand. “Todos sabemos cuál es el costo industrial de un libro. El costo industrial, depende de la cantidad de páginas, estaba de 2 a 4 dólares; ahora vale de 5 a 7 dólares. Entonces, ¿qué hacen los editores? Este libro lo tengo que poner a 30 mil pesos porque vale 7 mil de costo. Todos estos libros que están en la Feria los hicimos al costo del año pasado, cuando con 2 dólares se hacía un libro, con lo cual lo que estamos haciendo es vender lo que hicimos a 2 dólares por 15 dólares o más”, explica Carioli. “Hoy ninguno está perdiendo plata y todos podríamos tener libros mucho más baratos”.

Le gusta polemizar a Carioli. “Hay gente que está pasando hambre y que sí debería quejarse. Cuando la gente viene y compra libros y medio país no tiene en la olla popular un poco de fideo, tenés que ser más cuidadoso, porque si no te estás mirando el ombligo”.