A pesar de que parezca una lejanía y un tema de las grandes potencias, la inteligencia artificial también puede encontrarse en los rincones de la Provincia de Buenos Aires. A fines del 2020 y después de una estadía en el exterior, el Dr. José A. Fernández-León Fellenz se radicó en Tandil. Después de aquella experiencia como investigador en otros países, el doctor en Ciencia Cognitiva por la UNCPBA se preguntó si en aquella ciudad no podía estudiarse neurociencia, su especialidad, sin requerir tanto equipamiento. El resultado de esa pregunta desencadenó en la actual investigación que lleva a cabo en el polo tecnológico tandilense, que se vale de la inteligencia artificial para ampliar nuestro entendimiento del cerebro y permitiendo, de manera inversa, aplicar ese conocimiento en el desarrollo de sistemas inteligentes, incluyendo robots. Profundamente específico, el campo de estudio que se conoce como NeuroIA es relativamente nuevo, y no solo en nuestro país sino en el mundo, con no más de diez laboratorios a lo largo del globo que se dedican puramente a entrecruzar IA y neurociencia. A través de la premisa de que a través del análisis de datos y los modelos computacionales es posible simular los procesos neuronales implicados en la actividad cerebral, el doctor Fernández-León Fellenz espera mejorar nuestra comprensión del cerebro y así entender qué funciona mal en enfermedades neurodegenerativas como el Alzheimer. En diálogo con Buenos Aires/12, sostiene que no hay que tenerle miedo a lo tecnológicamente desconocido si nuestro cerebro aún continúa siendo un misterio, apuesta por el desarrollo tecnológico nacional y responde preguntas sobre los peligros de los robots humanizados. 

-Para quién no es un profesional en el tema, ¿podría explicar en qué consiste su investigación? ¿Qué son los modelos computacionales que simulan el comportamiento de las neuronas?

En términos generales, empleo ecuaciones matemáticas que simulan el funcionamiento y la conexión de grupos de neuronas biológicas. Estas ecuaciones se integran en algoritmos computacionales que me permiten observar cómo estas neuronas interactúan y se activan a lo largo del tiempo. En el cerebro de los mamíferos encontramos, junto con mis compañeros Luca Sarramone, Elias Todorovich y Matias Presso, que existen diversos tipos de neuronas que desempeñan funciones específicas. Por ejemplo, las neuronas de lugar se activan cuando un animal se encuentra en una ubicación particular, mientras que las neuronas grilla, ubicadas en otra región cerebral, muestran una actividad periódica que forma un patrón de cuadrícula en el espacio. Estos diferentes tipos de neuronas están interconectados entre sí y con otros tipos de neuronas, pero la complejidad de estas conexiones aún no se comprende completamente. El interés en comprender estas conexiones radica en su impacto en la capacidad de navegación del animal. Cuando esta red neuronal se ve afectada, como ocurre en las etapas tempranas del Alzheimer, puede causar desorientación y dificultar la capacidad del animal para moverse de un lugar a otro en su entorno. El objetivo es mejorar nuestra comprensión del sistema de navegación cerebral utilizando modelos computacionales para abordar esta complejidad. 

-¿Cuáles serían los beneficios de mejorar esa comprensión? 

Si descubrimos algún principio neuronal hasta ahora desconocido que resulte fundamental para comprender una enfermedad neurodegenerativa, podríamos iniciar estudios a nivel biológico para verificar su importancia, y con el tiempo podríamos desarrollar tratamientos específicos para mitigar dicha enfermedad. Por otro lado, desde la perspectiva ingenieril, es posible crear algoritmos computacionales que mejoren la capacidad de las máquinas, especialmente los robots, para llevar a cabo tareas de navegación en su entorno. Esto aborda parcialmente la brecha entre la eficiencia de los robots actuales y la capacidad de aprendizaje más lenta en comparación con los animales. Inspirarnos en cómo los animales resuelven tareas puede conducir a un mejor control de las máquinas o robots en situaciones similares. En resumen, todo parte de comprender con precisión cómo opera el cerebro en relación con el entorno.

-¿Por ejemplo? ¿Cómo lo llevan a cabo? 

Actualmente, hemos puesto en práctica ciertas observaciones provenientes de la neurociencia en robots, dotándolos de la capacidad de adaptarse y de reconocer su entorno. En cierto sentido, estos sistemas robóticos se asemejan un poco más a los animales. Tenemos planes para transferir los algoritmos de control desarrollados para robots de investigación relativamente pequeños a robots submarinos diseñados para explorar el lecho marino. Nuestro objetivo es que estos robots submarinos sean capaces de reconocer su ubicación en el entorno submarino. 

-¿Cuál es la dificultad de estudiar el campo del cerebro? ¿Por qué es un campo en muchos sentidos aún desconocido para la ciencia?

Básicamente es un problema tecnológico. La tecnología no es suficientemente buena al día de hoy como para poder estudiar el cerebro como un todo. Podemos estudiar sus partes, sus elementos, por ejemplo a través de la optogenética, que nos ayuda a estudiar ciertas neuronas a través de estimularlas con luz. Pero si queremos entender realmente cómo la conciencia emerge, cómo se da la cognición, cómo ser vos emerge, necesitamos ya mucha tecnología. 

-¿Cuál es la importancia de llevar a cabo estas investigaciones desde el Polo tecnológico de Tandil?

A partir del 2010, se propuso que empresas comiencen a asociarse o tengan oficinas dentro del campus universitario de Tandil, para que empiecen a interaccionar esas empresas y la comunidad de alumnos. Así se formó la Cámara de Empresas del Polo Informático, que están radicadas en la ciudad, de la cual existe una vinculación entre empresa y universidad que facilita la interacción. Sobre todo, como salida laboral de egresados. Está emergiendo de alguna manera como competidor para que idealmente, en vez de mandar a las empresas a que desarrollen software en India, que sea una alternativa hacerlo desde Argentina, contribuyendo también con la comunidad. Por ejemplo, existen convenios con el gobierno y empresas de hacer simulaciones robóticas de cómo manejar un tren o cómo manejar una retroexcavadora, sin tener que probarlo haciendose de una sino a través de una simulación. 

-¿Qué se necesitaría para que esta industria en IA prolifere en Argentina?

Si uno se va a Estados Unidos, uno pone un laboratorio allá, y ya la misma universidad te da una startup y 10.000 dólares. Eso acá no pasa. Entonces uno se tiene que adaptar. ¿Cómo? Por lo pronto, con una computadora medianamente buena. No necesitas una inversión muy grande. ¿Qué se puede hacer? Informática. ¿Dónde es un buen lugar? El polo tecnológico de Tandil, la universidad, vinculado con la investigación. Tenemos el potencial de desarrollar informática, podemos desarrollar inteligencia artificial aplicada a la empresa, aplicada al gobierno, aplicada a ciencia pura. Yo creo que hay que concientizar más, y alejar un poco la mirada de trabajar para afuera y ganar en dólares. No hay que formar solamente programadores, pero sí gente que pueda pensar en qué más podemos hacer desde Argentina y desde la provincia. Y sobre todo, que las empresas vean a la universidad no solamente como una generadora de estudiantes que saben programar, sino como una oportunidad para interaccionar. 

-Su investigación está muy cerca de los robots humanoides, que están en el centro del debate por la amenaza de que algún día reemplacen al humano. ¿Cuál es su opinión sobre el tema? 

Creo que esos robots son aún escasos y se encuentran en proceso de comercialización. Sin embargo, es importante señalar que la inteligencia detrás de estos robots radica en la habilidad de los diseñadores para coordinar los diferentes componentes del robot, como los motores que controlan los dedos de las manos y las cámaras que funcionan como ojos, para llevar a cabo tareas específicas, como desplazarse hacia un lugar determinado y agarrar un objeto. Aunque algunos de estos robots pueden emplear algoritmos computacionales y técnicas de inteligencia artificial para aprender cómo realizar estas tareas, actualmente se sabe que ninguno sea consciente de sus acciones tal como lo conocemos en los humanos. La pregunta clave radica en cómo avanzar de manera responsable en estos desarrollos disruptivos. Es imperativo establecer regulaciones que delineen hasta qué punto debemos aplicar determinadas tecnologías y cómo deben ser utilizadas en la sociedad. 

-¿Puede que su proyecto sea un buen argumento a favor de que la IA nos ayude a resolver problemas humanos?

Hay una realidad que es la siguiente: nadie está a favor de que el robot reemplace al humano, pero sí es cierto que hay países que están empujando a eso. Lo que hay que hacer es informar, caracterizarlo de alguna manera. Tiene que haber reglamentaciones para que eso sea regulado, y no simplemente un desplazamiento al humano. Los argumentos que utilizan esas empresas es que los robots se van a usar en tareas que el humano no puede hacer. Por ejemplo, una central nuclear que tiene alguna especie de derrame, y es posible mandar a un robot a resolver el problema. Da lo mismo si es un robot humanoide que camina como un humano, si es para resolver una tarea que el humano no puede realizar. Hay cosas que no te van a decir exactamente qué están haciendo las empresas. Pero es muy probable que estén desarrollando cosas mucho más avanzadas que se van a ver de acá a cinco o diez años, cosas que todavía nosotros no conocemos.

-¿Tiene que ver con que ese secreto para la ciencia es necesario?

Primero, por un tema de competencia. Si las empresas cuentan todo lo que hacen las otras van a empezar a hacerlo, por eso no aparece la información hasta que no está el producto ya realizado. Por otro lado, por un tema de ética. Todos vemos constantemente noticias de que se desarrolló algún robot "consciente", y ahí aparece la problemática, como el debate sobre el Chat GPT. Nadie va a avisar que está desarrollando algo que es poco ético.

-¿Llegamos a ese nivel de lograr conciencia como la humana o no? ¿Estamos cerca?

Que estamos cerca sí, seguro. Pero la respuesta a la pregunta sobre si contamos con desarrollos de robots conscientes depende en gran medida de cómo definimos la conciencia y cómo interpretamos esa definición. En el mundo de la neurociencia, en el mundo de la filosofía o en la inteligencia artificial nadie sabe lo que es ser consciente. Yo sé que vos sos consciente porque ahora estoy interactuando con vos. Si vos me respondés de una manera determinada yo supongo que yo soy consciente y vos sos consciente. Pero sobre cómo llevar la conciencia a robots es más complejo. Antes de abordar la construcción de algo que sea consciente, es crucial comprender plenamente qué implica la conciencia. Desde mi perspectiva, me preocupa lo que pueda estar ocurriendo "detrás del telón" en empresas líderes. A menudo, estas empresas priorizan el desarrollo de capital financiero sobre el conocimiento, lo cual puede plantear interrogantes éticos. Sin embargo, si el objetivo final es promover el bienestar social y mejorar la calidad de vida, como mencioné con anterioridad al hablar sobre el Alzheimer y la búsqueda de tratamientos efectivos, entonces es esencial considerar el uso de estas tecnologías para fines regulados internacionalmente, garantizando así su aplicación responsable en beneficio de la sociedad.