Desde Berlín

Hay algo lánguido, se diría incluso moribundo en mucho del cine europeo que se está dando a conocer en estos días en la Berlinale. A tal punto que -valga la paradoja- una de las películas más vitales de la competencia oficial es la alemana Sterben, un título que significa literalmente “morir”. Todo en el film de Matthias Glasner gira en torno a esa cuestión de fondo, a la que aborda de frente, con realismo, coraje y un humor seco incluso. Pero en Hors du temps, la nueva película del francés Olivier Assayas, o en Mãos no fogo, de la portuguesa Margarida Gil, dos films técnicamente impecables, se diría que son sus formas las que están muertas, como si trataran de aferrarse perezosa, desesperadamente a los viejos cánones de la comedia burguesa o la narrativa decimonónica, respectivamente, por citar apenas dos casos representativos.

El cine latinoamericano presente aquí en Berlín, en cambio, está dando pruebas de todo lo contrario: ideas nuevas, imaginación, libertad conceptual y rigor formal abundan en Tú me abrasas, del argentino Matías Piñeiro, en la sección Encounters; en Pepe, del dominicano Nelson Carlos De Los Santos Arias, por lejos de lo mejor de la competencia oficial; y en Oasis, del colectivo chileno Mafi (Mapa Fílmico de un país), en el Forum del Cine Joven.

El caso del nuevo film de Piñeiro es ejemplar: se trata de una película que hunde sus raíces en lo más profundo de la literatura clásica -la poesía de la griega Safo (circa 650/610 a. C. - 580 a. C.)- pero que a partir de allí se abre a todo tipo de lecturas y traducciones contemporáneas. Salvo un poema completo dedicado a Afrodita, diosa de la sensualidad y el amor, de la obra de Safo han llegado hasta nuestros días apenas fragmentos, algunos brevísimos pero también tremendamente sugestivos y eróticos, como el que le da su título a la película: Tú me abrasas. Y entonces el film de Piñeiro se asume fragmentario, poético, lírico, sensual.

Después de su extenso ciclo de películas inspiradas en Shakespeare, en el que quizás se podía pensar que había quedado aprisionado, Piñeiro sale por arriba de ese laberinto y entrega un film en el que sigue siendo fiel a sí mismo -a sus formas libres, a sus personajes femeninos, a sus actrices- pero en el que reinventa su relación con la literatura. De hecho, la estructura dramática de Tú me abrasas está tomada del capítulo “Espuma de mar”, de los Diálogos con Leucò (1947), de Cesare Pavese, donde el autor italiano pone en escena un encuentro imaginario de Safo con la ninfa Britomartis. Pero quienes aparecen en el film son Gabriela Saidón y María Villar, las actrices que todavía tienen que comprender cómo asumir hoy, en tiempo presente, a esos personajes siempre dominados por la fuerza del mar.

Pero en Tú me abrasas, una lírica lleva a la otra y de pronto se descubre la sorpresiva pero pertinente relación entre la poesía amorosa de Safo y unas líneas de Alfonsina Storni (otra suicidada, como Safo, como Pavese): “Te veo en cada cosa, todo me sugiere tu pensamiento. He levantado los ojos y sobre el techo de la casa vecina visto el tanque que guarda el agua corriente venida del río. Pienso que acaso estuviste ayer a su orilla y las gotas que tus ojos miraron hayan subido a aquel depósito”. Y las imágenes de Piñeiro le dan nueva vida y sentido a esas palabras, donde lo más banal -una canilla abierta, por caso- adquiere de pronto un valor poético impensado.

Una escena de Pepe.

Mucho más amplia en escala de producción, en cantidad de personajes, en infinidad de historias, la extraordinaria Pepe, del dominicano Nelson Carlos De Los Santos Arias, tiene como protagonista nada menos que a un hipopótamo, que le da su título al film. Como si fuera William Holden ya flotando sin vida en una piscina de Hollywood en el comienzo de Sunset Boulevard (1950), Pepe cuenta su increíble historia a partir de su muerte en un fangoso río colombiano, al que llegó desde Sudáfrica importado por el rey de los narcos Pablo Escobar Gaviria, quien llegó a fundar un zoológico en sus dominios y cuyas criaturas terminaron dispersas por las regiones más recónditas del país.

Auténtico film-río en un sentido metafórico pero también literal, Pepe es una película que no le teme a la deriva, que disfruta de perderse en sus afluentes, y que abraza la digresión con un placer lúdico que tiene mucho de la fantasía de un afiebrado relato infantil pero también, y muy especialmente, del barroco y la desmesura caribeña, nunca exenta de humor absurdo. Aunque más no sea por los gozosos riesgos que asume, Pepe debería llevarse este sábado alguno de los premios mayores del concurso de la Berlinale.

Por su parte, en el Forum del Cine Joven (donde también participa otra película argentina fuera de norma, Reas, de Lola Arias), el grupo chileno Mafi (Mapa fílmico de un país) presenta Oasis, un documental de observación a gran escala: la de Chile todo, nada menos. Ambición no le falta a Oasis, pero tampoco rigor, producto de una suerte de “dogma” de este colectivo que viene practicando sus reglas hace una década y que ya tiene -además de infinidad de cortos- dos largometrajes anteriores que pudieron verse en el DocBuenosAires: Propaganda (2014) y Dios (2019).

Oasis.

El título del film proviene de una famosa frase del fallecido presidente Sebastián Piñera, cuando afirmó que Chile era “un oasis en una Latinoamérica convulsionada”. Pocos días después, en octubre de 2019, el país estallaba en llamas, producto de décadas de desigualdad social y de demandas insatisfechas, que llevaron a la creación de una convención constituyente que ilusionó a gran parte de la población. La misión era reemplazar la que había impuesto la dictadura de Pinochet, pero finalmente el medroso voto popular no avaló el nuevo texto constitucional.

Todo ese complejísimo proceso social y político se ve reflejado en Oasis de manera transparente gracias al método Mafi, heredado a consciencia de los primeros camarógrafos de los noticieros de los hermanos Lumière: planos fijos, cámara en trípode (aun en los momentos de mayor riesgo y convulsión social) y una duración promedio de cada toma de nunca menos de un minuto de duración. Esas reglas le permiten a Mafi nutrirse de material registrado por distintos camarógrafos distribuidos a lo largo de todo el país y a la vez le da la posibilidad al espectador -a diferencia de lo que sucede con TikTok y la televisión- de reflexionar sobre aquello que tiene frente a sus ojos. Pensar es también algo que el cine europeo hace cada vez menos y que cierto cine latinoamericano hace cada vez mejor.