Desde Berlín

De los tres grandes festivales internacionales de cine -Berlín, Cannes, la Mostra de Venecia- la Berlinale es sin lugar a dudas el que le da mayor lugar e importancia al cine documental. A la par de las ficciones, los documentales juegan de igual a igual en todas las secciones, a tal punto de que en la edición del año pasado un maestro del género, el francés Nicolas Philibert, se llevó el Oso de Oro del concurso oficial por esa maravilla llamada Sur l’Adamant, que todavía espera su estreno en la Argentina.

En esta nueva edición, el realizador de Ser y tener (2002) y Nenette (2010) regresó al festival para presentar en la sección fuera de competencia otro de sus estupendos documentales, Averroès & Rosa Parks, que sin ser una derivación del anterior lo complementa, como si el realizador hubiera sentido la necesidad de profundizar aún más en el mundo insondable de los pacientes con problemas psiquiátricos.

Pero si Sur l’Adamant estaba filmado íntegramente en un centro diurno de acogida, un barco amarrado a orillas del Sena en pleno centro de París, donde hombres y mujeres de distintas edades se acercaban voluntariamente a participar de terapias de grupo y ejercicios lúdicos de integración social, en Averroès & Rosa Parks Philibert en cambio se sumerge en esas dos unidades psiquiátricas que le dan su título a la película para encontrar allí a aquellos que todavía están buscando la tan anhelada desmanicomialización. En este sentido, su nueva película es más ardua que la anterior, porque aquí casi no hay música ni bailes ni juegos. Se diría que ahora Philibert -en el extremo opuesto El país de los sordos (1992), uno de sus films más famosos- decide filmar esencialmente la palabra.

¿Qué tienen para decir esos internos? ¿Qué devolución les hacen sus terapeutas? Sin ceder jamás a la condescendencia ni al morbo, Philibert por el contrario mira y escucha con la máxima atención esos riquísimos intercambios de ideas, que en la mayoría de los casos son iluminadores e incluso sorprendentes. Hay todo tipo de personajes en Averroès & Rosa Parks y con ellos el director construye un film coral que se abre hacia un universo casi desconocido, donde hay sin duda agujeros negros pero también momentos donde brilla una extraña luz, a veces incluso no exenta de humor, por la lucidez impiadosa con la que muchos de esos internos ven la realidad exterior.

Otro de los grandes documentales de esta edición número 74 de la Berlinale es Favoriten, de la austríaca Ruth Beckermann, también una directora asidua en el festival, donde ya brilló en varias oportunidades, pero muy especialmente con El vals de Waldheim (2018) y Mutzenbacher, una fantasía masculina (2022), que le valió el premio mayor de la sección Encounters, donde ahora vuelve a concursar. Pero a diferencia de su film inmediatamente anterior, que provocó todo tipo de controversias y equívocos por su temática adulta, aquí Beckermann sigue durante dos años a un curso de niñas y niños de una de las principales escuelas públicas de Viena… donde las y los protagonistas se llaman Beid, Hafsa, Melissa, Manessa, Mohammad. Y que obviamente no tienen al alemán por primera lengua. Son hijas e hijos de inmigrantes -turcos, sirios, chechenos- que atraviesan un difícil proceso de integración, guiados por una maestra amorosa y paciente, que los comprende muy bien porque ella también es de origen turco.

La capacidad de observación de Beckermann es prodigiosa y la directora es capaz de descubrir infinidad de matices en ese enorme mosaico cultural que termina siendo el aula. Como en el film de Philibert, la palabra también tiene aquí un lugar central -en la mayoría de los casos el incipiente alemán es el único idioma que tienen en común- pero también el lenguaje corporal de la infancia, que no conoce de prejuicios ni fronteras.

Hija de padres sobrevivientes de la Shoá, Beckermann sabe muy bien de qué modo hacer hoy un cine político sin necesidad de hacer un cine panfletario. En un momento en el que en toda Europa crecen los partidos y movimientos de ultraderecha, que demonizan y persiguen a inmigrantes y extranjeros, Favoriten es una encendida celebración de la diversidad y el multiculturalismo como motores de una sociedad.

Dahomey

Varias generaciones más joven que Philibert y Beckermann, la directora franco-senegalesa Mati Diop (41 años) entrega también otro impecable documental a esta nueva edición de la Berlinale. Se trata de Dahomey, su segundo largometraje. El primero había sido la estupenda ficción Atlantique, Gran Premio del Jurado en el Festival de Cannes 2019, y ahora Berlín le da el lugar que se merece -en la competencia oficial- a este viaje hacia las raíces que registra la virtuosa cámara de Diop.

En noviembre de 2019 comenzó en Francia un lento proceso de reparación histórica que la película entiende es apenas la punta de lanza de uno mucho mayor: 26 tesoros -esculturas, fetiches, ornamentos, objetos de culto- pertenecientes al Reino de Dahomey iniciaron el regreso a su tierra de origen, la actual República de Benin. La pandemia demoró la llegada pero, cuando finalmente se concretó, una fiesta popular estalló en las calles del país, que celebró masivamente ese reencuentro con obras que habían sido robadas a fines del siglo XIX por el imperialismo francés.

Dahomey tiene la rara virtud de entablar un diálogo entre el pasado y el presente. ¿De qué modo se ve reflejada la población actual de Benin en esos objetos sagrados de sus ancestros? ¿Qué dicen hoy esas figuras imponentes a una juventud dispuesta a debatir no sólo el colonialismo de entonces sino también el que entienden se perpetúa en la actualidad? Un impresionante debate universitario que se organiza alrededor del regreso de esos tesoros revela por ejemplo que son más de 7.000 las piezas saqueadas y que la devolución de apenas 26 es vista como un nuevo insulto. La aguda mirada de Mati Diop pareciera que no deja nada sin registrar, ni siquiera los sueños de un continente que todavía hoy -más allá de la independencia política de casi todos sus países- continúa sufriendo la pesadilla del colonialismo.