Este año, gracias al proceso de curaduría de una muestra, descubrí que la genealogía de las Marchas del Orgullo LGBTIQ+ en Buenos Aires debería destacar el día 28 de junio de 1986, cuando la Comunidad Homosexual Argentina (CHA) decidió dar una vuelta por Parque Centenario con una serie de carteles. El descubrimiento tuvo que ver con la lectura de una crónica que César Cigliutti publicó en el primer número de la revista Vamos a Andar, órgano de difusión de la CHA: en la tapa hay una foto, la única que se conoce de esa jornada, con unas decenas de personas alrededor de un cartel que dice “Día de la Dignidad Homosexual”. 

Detrás del cartel asoma Carlos Jáuregui, presidente de la CHA en ese momento. Ese sábado se habían reunido para recordar la revuelta de Stonewall, pero también para juntar firmas para la derogación de los edictos policiales, creados en la dictadura para perseguir, entre otras personas, a la comunidad LGBT. Según cuenta Cigliutti, colgaron carteles en un hilo, con distintas consignas. Era el acto de visibilidad en democracia, convocado por una organización homosexual, con más despliegue hasta el momento, y en un principio todo transcurrió sin mayores problemas, tal vez porque todo el mundo estaba mirando a otro lado: ese día se jugaba la semifinal del Mundial de México 86 y era la víspera de la final que disputaba y ganaría Argentina. Pero pintó la yuta y pidió que sacaran los carteles, esa visibilidad era inadmisible. “Los carteles fueron descolgados pero no para guardarlos sino para realizar una marcha”, escribe Cigliutti. En señal de protesta, las decenas de activistas marcharon alrededor del lago de Parque Centenario con los carteles y el cronista apunta el sentimiento que apareció en ese acto de resistencia: “Emoción en muchos corazones”. Al final de la crónica, Cigliutti riega la semilla de resistencia: “No nos van a detener. El año que viene seremos más y haremos una marcha”.

La respuesta de aquel día a la represión policial es el deseo y el germen de las Marchas que llegarían no al año siguiente sino seis años después, con el mismo sentimiento emotivo de desobediencia civil con el que en 1992 salió a la calle una multitud ampliada con distintas organizaciones. Todo el movimiento LGBTIQ+ que gestó estos actos se formó en la posdictadura en las marchas de las Madres de Plaza de Mayo, participando en el fervor comunitario de lucha por la justicia, heredando la fuerza y la coherencia ideológica de quienes cambiaron el curso de las políticas de derechos humanos en el país. En el escenario de la Línea Histórica de la última Marcha del Orgullo 2023 dio un discurso Taty Almeida, de Madres de Plaza de Mayo, sellando otra vez la alianza que nos une.

 

La protesta social fue la base de una emoción que enfrentaba a la autoridad represiva y disciplinaria. Con el protocolo de Patricia Bullrich en complicidad con Javier Milei, se vuelve a criminalizar nuestras formas de expresarnos públicamente, de reunirnos en comunidad en las calles para seguir preguntando ¿dónde está Tehuel?, para reclamar contra travesticidios, contra despidos discriminatorios que el DNU de Milei avala, entre muchas medidas que nos oprimen. El protocolo reprime nuestro presente y futuro pero también nuestra historia de resistencia que reivindicamos, y que nos invita a seguir pensando que no tenemos que bajar los carteles. Por eso tenemos que repetir: no nos van a detener.