El último libro de Kenneth Koch editado en nuestro país incluye un retrato de su autor, en una escena muy representativa: está tentado de risa y con la vista clavada en una pila de hojas de cuaderno que tiene en las manos, mientras que a su lado dos niños que no llegan a la altura de su hombro lo observan de reojo, muy serios y expectantes. Hablamos de Una hormiga es el principio de un nuevo universo, leer y escribir poesía con niños y niñas, un volumen que compila reflexiones, ejercicios y poemas, que Koch dio a lo largo de los años en su vasta experiencia como un docente original, atrevido y por eso mismo, emblemático. De hecho, podría ser la contracara no solemne y no trágica del profe de poesía que encarnó Robin Williams en aquella recordada película de los 90 donde voceaban O Captain! My Captain!

Kenneth Koch es un poeta hasta hace poco desconocido en español, pero que ocupó un lugar destacado no solo en la lírica de la segunda mitad del siglo XX en Estados Unidos, sino también en la enseñanza de este género. Fue miembro de aquel grupito de poetas iluminados y divertidos que fue la llamada Escuela de poesía de Nueva York, junto con John Ashbery, Frank O’Hara y James Schuyler, entre otros. Escritores que desde mediados de la década del 50 trabajaron intensamente, muchas veces en colaboración y vinculación con artistas del momento –O’Hara y Schyller fueron curadores del MOMA-- pero sin ser el centro de la escena de la poética de esas décadas: eran por un lado menos marginales y politizados que los beatniks y por otro, menos académicos que los confesionales. La suya era una estética de la espontaneidad, del coloquialismo, sustentada en una sofisticada tendencia a burlarse de la poesía en serio. Hace tiempo y en parte por la magnitud que fue adquiriendo la obra de John Ashbery, la luz ha empezado a enfocar también al trabajo de sus compañeros.

En ese contexto de descubrimiento y visibilización, Koch fue traducido al español por la editorial Kriller71. En 2017 se editó por Zindo Y Gafuri Un tren oculta a otro tren, una antología que recogía una selección de su obra desde su primer libro Thank You and Other Poems de 1962, hasta su muerte. Este año, la misma editorial lanzó Una hormiga es el principio de un nuevo universo (edición a cargo de Claudia González Caparrós y Aníbal Cristobo), que da a conocer otro aspecto de su trabajo que fue la enseñanza de poesía para niños. De Kenneth Koch (1925 –2002) se cuenta que empezó a escribir poesía en su adolescencia, pero publicó su primer libro a los 37 años. Participó en la Segunda Guerra Mundial en un regimiento de infantería destacado en Filipinas. Al volver se graduó en la Universidad de Harvard, después se trasladó a Nueva York para estudiar el doctorado en la Universidad de Columbia, donde ejerció como profesor durante más de cuarenta años, transformándose en una referencia en materia de escritura creativa. Mientras todo esto ocurría Koch, dictaba sus excéntricas clases en escuelas primarias. Allí la inventiva alocada, la iconoclastia y el sentido del humor que encontramos en sus textos, estuvieron al servicio de abrir el lenguaje de la poesía a los niños. Tanto para incentivar a leerla, como para que puedan escribirla.

Una hormiga es el principio de un nuevo universo es en verdad de una compilación de dos libros: Wishes, Lies And Dreams y Rose, Where Did You Get That Red? Dos volúmenes que circularon en su idioma original en los años 70, convirtiéndose en textos de consulta para pensar en modos diferentes de enseñar poesía –y cualquier disciplina artística en realidad—en escuelas primarias.

El primero de ellos estaba enfocado en la escritura a través de diferentes “tareas” que no son otra cosa que consignas para que los niños escriban poemas breves, a veces solos en sus cuadernos y otras en grupo. El título del libro cuenta literalmente de qué van estas consignas: Deseos – Listas de los más delirantes Me gustaría qué…posibles– Mentiras –cosas imaginarias, invenciones– o Sueños –pequeños relatos de su inconsciente­–. La modalidad de escritura colectiva, llamadas “colaboraciones orales” son especialmente interesantes ya que funcionaban para que los niños vencieran su timidez inicial y se inspiraran unos a otros en una suerte de brainstorming. Uno de ellos, llamado “Adiós señor Koch” lo compusieron junto al poeta Ron Padgett, que ofició de suplente cuando Koch viajó a Europa por trabajo. Este adorable poema dice, por ejemplo: “No te olvides de tu idioma/ No te olvides de abrocharte el abrigo hasta arriba/ Mándanos un par de quesos suizos/ No te rompas las piernas esquiando/ Mándanos un poco de nieve/ dentro de un horno muy caliente”.

El segundo de sus libros antologado, Where Did You Get That Red?, es una selección de poemas de autores que posiblemente fueran los favoritos de Koch y le permiten introducir algún elemento inspirador para la clase. William Carlos Williams, Arthur Rimbaud, Federico García Lorca, William Blake y Wallace Stevens aparecen, acompañados por bellos textos que los niños y niñas escribieron a partir de ellos. Inmediatamente se comprueba la hipótesis de su profesor: no hay una poesía para adultos y otra específica para chiquilines, si no que, si es enfocada de un modo correcto, cualquier autor puede ser comprendido y estimulante para ellos y ellas.

Uno de los lemas de los poetas de la Escuela de Nueva York era “Escribir para que la poesía se manifieste”. Cada poema no es otra cosa que la señal de la gracia presente en su composición, una crónica de ella, un acto performático que permite a la poesía existir. El acto de escribir es un fin en sí mismo y no hace falta buscar la inspiración en ningún lado más que escribiendo. En los poemas de los niños que aparecen en este libro, se comprueba la máxima. Ese “estado de poesía” que buscaban al escribir, en los niños se da en forma natural. Para muestra, están los poemas.

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Mi amanecer

Nací en ninguna parte

y vivo en un árbol

y nunca me voy de mi árbol

hay mucha gente

me estoy chocando con un pájaro pero no pienso irme de mi árbol todo está oscuro

¡no hay luz!

oigo al pájaro cantar

ojalá poder cantar

el Mar

mis ojos se abren y todo alrededor de mi casa

bajo despacio al agua

el agua fría y azul

Ah y el espacio

Para Siempre

me río nado y lloro de alegría esta es mi casa


Cosas que no son verdad

Nací en el pizarrón.

Antes de nacer era un oso.

Era muy grande y luego me volví pequeña.

Era de verdad y luego me volví de mentira.

Era horrible y luego me volví espantosa.

Era un hada pero me picaron y entonces me volví fea.

Me volví una planta y luego me volví agua.

Me volví América y luego me volví Londres.

Me volví un ojo y luego me volví una nariz.

Me volví una oreja y luego me volví un ojo. y luego me volví la luna.

Me volví un cuadro

Me volví mil nombres como llona Elizabeth.

Me volví una muñeca y luego me volví un gigante.

Me volví un bebé y luego me volví un libro.

Me volví un león y luego me volví una carta.