Que una ciudad le de la espalda a su río o al mar es un misterio y a la vez una conclusión. Algo hay en la idea de para qué existe esa ciudad, para qué fue creada, cuál es su uso. Mar del Plata nació como un gran balcón marítimo, Buenos Aires y Rosario casi tabicaron el agua, que servía para cargar barcos y exportar. Cambiar estas percepciones es un trabajo grande y pesado, como se ve en lo que hubo que hacer en Ensenada o Vicente López nada más que para poder caminar viendo el agua.

Y si las ciudades argentinas ignoran algo tan grande como el Atlántico o el Plata, que por ancho fue descubierto como Mar Dulce, qué les queda a los ríos internos. O son algo para cruzar por un puente, un obstáculo en la ruta que sólo registran los pescadores, o son convenientes cloacas. Millones de porteños y bonaerenses pasaron y pasan por la boca del Riachuelo sin pensar de qué es la boca. Resulta que es la salida de un sistema fluvial que llega a los partidos de General Las Heras, Cañuelas, San Vicente, Marcos Paz y Presidente Perón, cruza los de Ezeiza, Esteban Echeverría, Almirante Brown, Lomas de Zamora, Lanús, Avellaneda, La Matanza, Morón y Merlo, y bordea la CABA en todo su lado sur.

Es un área enorme recorrida por arroyos como el Cebey, el Rodríguez, el Cañuelas, el Aguirre, el Ortega, el Morales, el Barreiro, el Don Mario, el Del Rey y el Santa Catalina. Estas aguas forman el río Matanza, que desemboca con el nombre de Riachuelo. También es un área que prácticamente toma toda la mancha urbana porteño/bonaense, los tres cordones del AMBA y la mayor concentración urbana del país.

Por muchos años, esta cuenca fue barateada como un basural a cielo abierto. Literalmente, se tiraba la basura al agua y se la mezclaba bien con residuos industriales de lo más peligrosos. Para cuando llegaba al Plata, el agua estaba muerta y los primeros calores llevaban su olor a cuadras y cuadras de distancia por el sur bonarense. Parecía que nunca iba a solucionarse el tema y al final hizo falta una suerte de milagro, que la Corte Suprema ordenara crear una Autoridad para la cuenca que tomara la Nación, la Provincia y la Ciudad, y le diera poder. Así nació Acumar, la Autoridad de la Cuenca Matanza Riachuelo.

Quienes recuerdan la época heroica, la de izar con enormes guinches decenas de barcos hundidos, dragar sacando coches y helader arrojados al agua, pueden apreciar el milagro. Las aguas ya no huelen, hay pájaros pescando, alguien se alegró de ver una tortuga o dos, las orillas se transforman en calles con verde. Falta y mucho, que revivir un río no es izar barriletes, pero está encaminado.

El Acumar, que preside Martín Sabbatella, va a presentar este jueves una nueva dimensión de la geografía de la que se ocupa que sale del tema ecológico. La Autoridad preparó cuatro guías del patrimonio natural y cultural en los quince partidos en los que opera. Los dos primeros tomitos toman la cuenca baja, los otros dos la media y la alta. Todos fueron producidos por la Coordinación de Cultura y Patrimonio a cargo de Lorena Suárez, con investigación y edición de Carlos Gradin.

"De la mano de las grandes obras de infraestructura, de la fiscalización y el control a las industrias, de la promoción del empleo verde y las acciones de limpieza, sigue siendo importante visibilizar el valor cultural, histórico y social que tiene este territorio, tantas veces subestimado", explica Sabbatella. 

Antolín Magallanes, director de Gestión Política y Social de Acumar, cuenta que los sitios catalogados en las guías son patrimonio declarado por la Nación, la Provincia y las ciudades, "y también sitios sin protección formal pero reconocidos en sus barrios como relevantes por motivos históricos o culturales". Es una buena vara para medir, porque el patrimonio de un pueblo no es una colección de cosas importantes sino todo lo que le dé identidad.

Lo que explica que la primerísima foto del cuarto tomo sea la modesta esquina de Il Verdicchio, de ladrillos sin revocar y sobre la vereda finita de Uribelarrea, partido de Cañuelas. En un método que se repite en todos los tomos, hay un mapa de lugares cercanos a alguna de las vías de la cuenca, bien identificados. Cañuelas disfruta de cascos históricos en la estancia San Martín, La Caledonia, La Campana, Las Rosas, La primavera y la muy bella La Figura. Hay escuelas, sociedades españolas, capillas y la laguna de la Guardia del Juncal. Luego sigue el patrimonio urbano de la ciudad misma.

El aire rural sigue en Las Heras, con un pico de interés en los murales de Antonio Berni en el Instituto San Luis Gonzaga, su último trabajo a escala. Pero Marcos Paz, ya acercándose a la ciudad cerrada, tiene sorpresas como una reserva paleontológica sobre la ruta 3, literalmente una cantera de la que siguen saliendo fósiles pampeanos. Y uno se entera de que una gran quinta dio base al jardín botánico local, y que el basural municipal era el sitio de la batalla de Villamayor, hoy limpia, parquizada y señalizada.

San Vicente tiene, por supuesto, la quinta de Perón, donde hablando de ríos-basurales, se exhiben las estatuas monumentales de Leone, arrojadas al Riachuelo luego del golpe de 1955. Y también hay una reserva natural de lagunas.

La cuenca media es definitivamente urbana, con joyas como la Parroquia Santa Ana de Almirante Brown, co el altar y los frescos de Raúl Soldi, el notable monumento a la bandera de Burzaco o la casa de José Luis Romero en Almirante Brown. Hay misterios, como el la bonita sede del Club Social Adrogué, una quinta a la italiana con buen jardín que lleva el extraño nombre de "inmueble El Soviet". Debe ser el espíritu borgeano, porque ahi cerca está la modesta casa que compró la madre del escritor en 1944 para seguir pasando los veranos en la localidad.

Esteban Echeverría guarda sorpresas urbanas, como casonas a la inglesa de gran calidad, un par de museos de arte y una puerta de 1789 que perteneció a Rosas y ahora es parte del patrimonio de un centro cultural. ¡Y La Matanza tiene la casa de Almafuerte, justo el tipo de cosa modesta que demolemos con tanto descaso! No queda mucho del interior, pero está la puerta para sentarse a ver si uno se inspira.

La lista, se ve, es enorme y por algo la cuenca baja, plenamente urbana, necesitó dos tomos. Haber juntado este acervo en forma de guía comentada es una forma de resignificar un paisaje humano y natural que suele queda indiferenciado, como si todo fuera lo mismo. El cine de la Universidad Nacional de Lanús es la escena para la presentación de los libros en el marco de una jornada de turismo y patrimonio, conceptos que cada vez son más sinónimos.