Felipe Melo se encuentra por estas horas en buenas condiciones físicas para poder estar en la final de la Copa Libertadores, entre Boca y Fluminense, el próximo sábado en el Maracaná de Rio de Janeiro. 

El experimentado volante central sintió una molestia muscular a los 29 minutos del partido que Fluminense goleó 5-3 al Goiás por el Brasileirao. Posteriormente, dejó el campo de juego y encendió las alarmas de cara al encuentro más importante del conjunto brasileño en su historia, ya que tendrá la posibilidad de ganar por primera vez este certamen. 

"Fui a recuperar la pelota y sentí una punzada, pero por fe digo que no pasará nada", aseguró el capitán del equipo. Y, por si quedaban dudas de su entusiasmo, agregó: "Es una cosita menor, ya que al menos puedo caminar. Si Dios quiere, en la final estaré disponible".

El brasileño de 40 años siempre ha sido un jugador que se caracterizó por dos aspectos: uno dentro de un terreno de juego, jugar con 'el cuchillo entre los dientes'; y el otro fuera de él, ser frontal y directo. Dos patrones que ha llevado como máximas a lo largo de sus más de 22 años de carrera.

El "Comandante" debutó en Flamengo en el 2001. Dos años más tarde recaló en Cruzeiro. Con Vanderlei Luxemburgo tuvo su mejor momento rumbo a la triple corona. Formó parte de una de las mejores temporadas de un equipo brasileño, que se proclamó campeón estadual, brasileño y de la Copa de Brasil. Los logros provocaron que en el 2004 pase por una temporada al Gremio, donde se destacó y logró pegar el salto a Europa.

En el Viejo Continente

A sus 20 años, el pibe de la favela llegó al Viejo continente. Al principio extrañaba, quería volver a su país para estar con sus amigos, a caminar por las calles de Río de Janeiro, a comer con su familia. Pero con el correr del tiempo y el dinero, se dio cuenta de que la vida del futbolista le permitía un camino inverso: llevar a sus afectos al lugar en el que él estaba.

Y el fútbol le fue marcando su camino. Primero saltó a España para llegar al Mallorca. Luego, al Racing de Santander y en Almería trabajó con un emergente Unai Emery, quien por primera vez le dio la oportunidad de jugar como mediocampista, su posición predilecta en la cancha. 

En ese conjunto español, tuvo el gran pico de su carrera. Marcó siete goles en la competición, fue elegido mejor jugador por la afición del club y el mejor centrocampista del campeonato de España junto con Xavi, del Barcelona.

Luego, se mudó a Italia para vestir las casacas de la Fiorentina, de la mano de Cesare Prandelli, quien luego de un tiempo lo hizo regresar como primer marcador central jugando al lado de Ricardo Montolivo, previo a irse a la Juventus. Un tiempo más tarde, recaló en el Galatasaray de Turquía, club en el que jugó de 2011 a 2015, habiendo ganado tres ligas y tres copas nacionales.

En el 2016 regresó a tierras italianas para defender al Inter de Milán, hasta que en el 2017 pegó la vuelta a su país de origen para jugar en Palmeiras, al que pudo ayudar a ganar la Libertadores, también el torneo Paulista, y convertirse en ídolo.

"El entrenador que me abrió las puertas del Mallorca fue Héctor Cúper, quien me permitió pegar el salto a Europa. A partir de él, le tengo mucho cariño a los hermanos argentinos", remarcó el volante central en una entrevista con Página/12 de hace dos años.

Enamorado de Boca

Con relación al equipo argentino que irá en busca de la séptima Libertadores, Melo ha transmitido un amor platónico a la distancia, ya que nunca pudo vestir los colores azul y oro, aunque siempre dejó en claro sus ganas de hacerlo. "Tengo cariño especial por Boca desde que era chiquito. Me encanta ver los partidos y a 'La 12' que hace la diferencia. Yo creo que una persona que ama el fútbol, el folclore, las hinchadas cantando, gritando y festejando todo el tiempo, seguramente le va a gustar ver a Boca, sin dudas. Los argentinos viven y respiran fútbol. Boca es un club especial y me gusta mucho”, sostuvo el oriundo de Volta Redonda, un municipio carioca que se lo conoce como la "Ciudad del acero", por el desarrollo industrial que se generó en los años '60.

La intención de Melo de jugar en el Xeneize siempre estuvo latente. Aunque aclaró que en su momento jamás se comunicaron con él, para que pueda cumplir su sueño de llegar a Brandsen 805. "Yo nunca hablé con nadie de Boca. A mi jamás me llamaron ni dirigentes ni ex jugadores. Conmigo nunca se comunicaron ni de desde ese club, ni del resto de Argentina; de ningún equipo. No sé si hablaron con mis agentes pero yo no he hablado con ninguno", se sinceró.

De visita en La Bombonera

Más allá de que todavía no se puso la Azul y Oro, el brasileño en varias oportunidades pisó el campo de juego del Alberto J. Armando para defender otros colores. "Cuando conocí la Bombonera cumplí un sueño que tenía de chico, el estar cerca de la hinchada de Boca, la que soñaba con conocer de pequeño. Mi primer partido en la Bombonera lo ganamos 2-0 y el estadio estaba colmado de gente, gritaban mucho y se hacían sentir. Estuve muy contento de haber jugado allí y sentir el clima que envuelve a Boca, que es parte de lo que muestra el fútbol argentino, más todavía porque Palmeiras ganó", recuerda.

Al mismo tiempo que recuerda su primera vez en ese estadio, revela cómo nació su amor por el conjunto de La Ribera. "Desde chico miraba sus partidos y le tengo mucho cariño, porque cuando fui a jugar observé a la hinchada que cantaba 95 minutos, era una cosa de locos. Por eso me encanta, y me parece especial. Entonces, mi amor nace desde pequeño y vi grandísimos jugadores ponerse esa camiseta".

En caso de que el entrenador Fernando Diniz así lo decida, Melo podría volver a jugar otra final de Copa Libertadores, como sucedió en el 2021, cuando Palmeiras le ganó a Flamengo en el estadio Centenario de Uruguay, y se consagró campeón.

Jugador de Selección

En su larga trayectoria como mediocampista, Melo vistió en 22 oportunidades la camiseta de su Selección. Además de su amor por la verdeamarela, reconoce el cariño que recibe de los argentinos todo el tiempo: "Soy consciente que Argentina y Brasil tienen una rivalidad muy importante dentro de un campo de juego, pero es un país que me gusta mucho y los argentinos son muy agradables. Recuerdo cuando el entrenador Cúper me abrió las puertas del Mallorca. Y a partir de él, le tengo mucho cariño a los hermanos argentinos", reconoce.

El brasileño en un momento se frena, hace memoria y recuerda su primer enfrentamiento contra la Selección Nacional. Además, cuenta qué jugador argentino lo marcó de por vida. "Tuve el placer de jugar ante a la Selección Argentina en la ciudad de Rosario, le ganamos 3-1, pero tenía un equipazo. Enfrenté a mi gran ídolo, Juan Sebastián Verón. La 'Brujita' en aquel partido en la primera que me vino, me pegó. Lo miré y le dije: ‘Me está matando mi ídolo’", cuenta risueño. Aunque inmediatamente aclaró: "Yo por Verón me pondría la camiseta de un club argentino".

Listo para hacer historia

En más de dos décadas de carrera, el brasileño ganó 13 títulos, entre ellos dos Libertadores. Y podría convertirse en el primer brasileño de la historia en ganar tres en este mismo torneo, ya que el sábado disputará la final contra el equipo de Jorge Almirón. Hasta ahora, en su vitrina cuenta con cuatro torneos ganadas con el Palmeiras, tres en el Galatasaray de Turquía, dos con Cruzeiro, dos con Flamengo, un Copa Confederaciones con Brasil, y este año se coronó campeón con el Fluminense en el campeonato carioca. Hasta acá, disputó 768 partidos, convirtió 60 goles y registró 28 asistencias.

"Mientras pueda seguir jugando y ayudando a mi equipo, seguiré compitiendo. Cuando vea que no pueda más marcar o pegar una patadita, seguramente dejaré el fútbol", destacó sobre el final de aquella charla, y dejó muy en claro que todavía no quiere alejarse de los campos de juego.