Según informa la Secretaría de Cultura y Educación de la Municipalidad de Rosario, coorganizadora de la Feria Internacional del Libro de Rosario con la Fundación El Libro, más de 300 mil personas disfrutaron de la edición 2023 de la FILRos, que duró 11 días y cerró en la víspera electoral. Consultados libreros y editores, coincidieron en que fue una buena experiencia. Si bien no se vendió tanto como el año pasado, "se alcanzaron los objetivos" (según la encargada del stand de la librería y editorial Beatriz Viterbo) y "fue un espacio de encuentro", como opinó Mariana Buchín (copropietaria de la librería Buchín). Germán, de El Halcón Maltés Libros, arriesgó un diagnóstico optimista: la gente viene a comprar obras que les recomiendan los youtubers, de modo que Internet suma lectores al libro. A diferencia de otros tiempos, en que lo audiovisual le restaba al papel, ahora le aporta. Germán, de la librería El Juguete Rabioso, también se mostró contento. Todo eso a pesar de que los precios se triplicaron de una edición a otra, superando la mismísma disparada inflacionaria en el costo de la materia prima de los libros: el papel. 

José Perico Pérez, director de la editorial y librería Homo Sapiens, expresó su voluntad inquebrantable de seguir publicando libros mientras profundizó en su análisis de la crisis en la industria editorial, una industria cuya materia prima está a merced de la cartelización entre las dos empresas que dominan el mercado del papel: Celulosa y Ledesma. A esta dinámica casi monopólica de las papeleras se debe el sobreprecio por encima de la inflación, explicó. Reclamó la intervención del Estado en la regulación del precio del papel, señaló el rol que la Cámara del Libro tiene en este reclamo y además recordó con cierta nostalgia la Feria del Libro del año pasado, más multitudinaria aún. "Recién salíamos de la pandemia, la gente necesitaba encontrarse", reflexionó. También abogó por la continuidad, la no improvisación, más organización local y una fecha más primaveral, como fue en el 2022. "Que la Feria del Libro de Rosario tenga continuidad y se establezca, cada septiembre, todos los años, preparada con tiempo por una comisión local que es preciso formar, convocando a actores sociales de todos los rubros del libro: editores, libreros, escritores, funcionarios. Como la Fundación El Libro, pero local", dijo.

Más allá de las ventas, también las actividades de la Feria gozaron del beneplácito de los trabajadores rosarinos del libro. "Hubo muchas presentaciones de autores y editoriales locales", celebró Mariana Buchín. Las charlas de sobremesa en el restaurante El Ancla depararon una reflexión entre los escritores: "garpa" más armar una mesa de debate sobre algún tema vigente y reunir varias presentaciones en una sola actividad, ya que eso no solo atrae más público sino que (punto importante) garantiza el pago a quienes trabajan en la presentación, un aspecto del que solo se habla entre bambalinas y donde hubo un criterio dispar. Cabe elogiar, no obstante, la iniciativa de los autores locales y la apertura de la organización de la Feria para sincronizar una agenda donde no existió jamás un respiro ni un resquicio ni un espacio vacío, siendo todas las propuestas muy actuales y muy interesantes. Los escritores sin libro publicado este año pudieron tomar parte igual, dando talleres de escritura creativa para diversas edades: en suma, la Feria del Libro se volvió un espacio deseado por quienes los escriben y comercializan. En la organización, cabe destacar en primer lugar, y no por orden protocolar sino por haber estado siempre en todas partes trabajando, a la escritora casildense María Fernanda Trébol. Y por supuesto, a todo el equipo de producción, por su disponibilidad y eficacia.

Los invitados que vinieron de Buenos Aires también fueron potentísimos atractores de público y demostraron, al igual que sus pares rosarinos, que leer en voz alta fragmentos de un libro no aburre sino que apasiona y convoca a la lectura. La relativa ausencia que se sintió fue la de autores y autoras de otras localidades de la provincia de Santa Fe y de la región, donde también hay polos culturales como Santa Fe capital, Rafaela y Paraná, por nombrar solo algunas ciudades. Las periferias de Rosario también podrían haber estado más presentes, con más producciones y talleres de las escuelas y de los barrios.

Una estampa pintoresca repetida: al pie de la frase "El Libro", en la entrada secundaria al Centro Cultural Roberto Fontanarrosa y al Auditorio Angélica Gorodischer por el lado de la esquina de San Martín y San  Juan, mujeres con zapatos anticuados ofrecían una única traducción de la Biblia, haciendo literal el singular. Nadie se animó a sacar fotos.