Mientras transcurre el Decenio Internacional de los Afrodescendientes (2015-2024) proclamado por la Asamblea General de las Naciones Unidas, en Argentina vuelve a ser motivo de polémica la práctica de pintarse la piel para disfrazarse y simular ser negro o negra. Una práctica que en inglés se llama blackface y que con fuerte trabajo de las comunidades afrodescendientes se pudo ir erradicando de los actos escolares argentinos, porque no es más que una caricatura y una ridiculización de las personas negras, y molesta a la comunidad, por sus orígenes ofensivos.

Referenta de la cofradía San Baltazar de Camba Cua, la docente afroguaraní Gabriela Caballero presentó una denuncia ante el Inadi (Instituto Nacional contra la Discriminación, la Xenofobia y el Racismo) contra la comparsa correntina Arandu Beleza y su integrante, la locutora, modelo y bailarina Virginia Acosta, por insistir con la práctica del blackface. Arandu Beleza representa este año Arandu late libertad, como muestra de la cultura, religiosidad y música africana. De ahí la doble gravedad de que la comparsa lo haga valiéndose de la práctica degradante y discriminatoria del blackface. Virginia Acosta, embajadora del carnaval de Corrientes, pintó su cuerpo de negro para representar a la deidad africana Oxum.

“Oxum no discrimina por color. Virginia Acosta podría presentarse como es, no tenía por qué pintarse de negro. El blackface es un acto racista y discriminatorio hacia toda una ancestralidad y la identidad de una comunidad. Es cultura, no es representación artística. Es racismo”, dice Gabriela Caballero, licenciada en danzas folklóricas y docente de artes en teatro.

“Le hice llamados a Virginia Acosta para explicarle que lo que hace es racista. Le compartí textos en su instagram para que pueda informarse, pero no me atendió, no me quiere escuchar”, afirma Gabriela Caballero.

¿Qué es y de dónde viene el blackface?

La docente afroguaraní señala que “Virginia Acosta condujo la fiesta de San Baltazar y que Arandu participó bendiciendo los parches, así que no le costaba nada preguntar y atender a estos mensajes y observaciones. Les faltó el respeto a los afrodescendientes y a la religión. Exponemos esta situación con la finalidad de educar. Pintarse de negro es estereotipar y romantizar la esclavitud. Es una burla que romantiza un período doloroso para nuestra identidad y ancestralidad. No se debe hacer más”.

Como muchos otros rasgos de colonización cultural, el blackface llegó a Corrientes en un momento histórico que aún no se puede precisar exactamente y algún día será motivo de investigación. A los carnavales de Buenos Aires lo importó Domingo Faustino desde Estados Unidos.

“Nuestra Cofradía de San Baltazar se anotició del blackface como práctica racista a raíz de la denuncia que se realizó contra la cátedra de Maquillaje y Caracterización de la Universidad Nacional de las Artes (UNA). En 2016 acompañamos a la comparsa Sapucay, que representó al santo Camba. Los dos personajes custodia del santo y el santo usaban blackface. No sabíamos que era un acto racista el blackface. Pero ahora lo sabemos y nuestro deber es educar para que no se continúe con esta práctica. En el programa Cantando 2020, de Marcelo Tinelli, usaron blackface Lula Chantal y Miguel Ángel Rodríguez, y tuvieron que retractarse”, explica Gabriela Caballero.

Luego de una mediación en el Inadi, la productora se comprometió a coordinar con la organización Diafar (Diáspora Africana en la Argentina) videos de concientización sobre la comunidad afroargentina.

AGN. Ministerio de Cultura de la Nación

La vieja escuela del carnaval correntino practicaba el blackface, al igual que se hacía en Buenos Aires y en otras provincias argentinas. Como se veía también en el cine argentino en las películas donde se interpretaba milonga candombe (géneros musicales de origen afro, el candombe, la milonga y también el tango). 

El blackface y la romantización de la esclavitud

Fue un clásico para toda Latinoamérica el cuadro musical de Libertad Lamarque interpretando Ropa blanca (milonga con música de Alfredo Malerba, esposo de Libertad Lamarque, y letra de Homero Manzi) en la película Eclipse de sol (1943). Libertad Lamarque aparece con blackface y peluca negra exótica. La acompaña un cuadro de bailarinas afrodescendientes y otras que no lo son y están pintadas para simular ser “mulatas” (una categoría colonial que la comunidad afrodescendiente hoy rechaza porque remite al sistema racial de castas español en América). Por un lado era un reconocimiento de músicos y poetas populares blancos a la existencia (y resistencia) de las mujeres afroargentinas que el discurso oficial sostenía habían muerto en las guerras y en la epidemia de fiebre amarilla de 1871, y por otro lado, una romantización de la subalternidad a la que la sociedad argentina las relegaba por su color de piel y su origen africano.

Gabriela Caballero consulta a su padre, Osvaldo Caballero, para esta nota de Soy. “Las comparsas de barrio se pintaban de negro. Son las formas en que nos colonizaron e hicieron que pareciera inocente representar blackface o corcho quemado en la escuela. Las murgas de barrio se pintaban y se vestían como mujeres, utilizaban caretas de cartón. Entre 1963 y 1964 mi tío Fernando Caballero forma con otros vecinos el grupo humorístico Los Prehistóricos del Camba Cua. Utilizaron el tema de hombres de las cavernas, con rostros pintados y cabelleras de cáñamo, hacían taparrabos con cueros de animales y algunos iban con animales vivos, como chanchos, gallinas, sapos y arañas, para asustar y divertir al público”.

Carnaval, s/f (AGN, Departamento de Documentos Fotográficos)

“En 1966 vuelven a reunirse con el mismo nombre y pasan a llamarse Caníbales del Camba Cua. En este tema se pintan completamente con corcho quemado. Pero no se reparaba en este hecho como racismo porque se desconocía que el blackface era ofensivo. Los muchachos morenos se pintaban con corcho. Un dato muy relevante es que la comparsa de los carnavales oficiales Copacabana representó el tema Candombe en 1967, pero ninguno de sus integrantes se pintó de negro, ni hombres ni mujeres. Incluso representaron a San Baltazar y ese cuadro de Fiesta de San Baltazar fue llevado al carnaval de Niza, en Francia”, historiza Gabriela Caballero.

Con la pluma, el corcho y la palabra

Domingo Faustino Sarmiento, durante su presidencia, promovió el primer corso de carnaval oficial en Buenos Aires. Fue en 1869 y él mismo participó con gusto porque en sus viajes por Europa –cuando fue un joven romántico con ideas igualitaristas- vio que los disfraces y los antifaces que permitían el anonimato también contribuían a borrar las diferencias sociales y a fomentar la alegría expansiva que la Iglesia católica se ocupaba de reprimir.

Don Faustino estuvo siempre a la última moda con las ideas europeas y estadounidenses, y para 1869 el romanticismo igualitarista había quedado antiguo. Los textos del filósofo Herbert Spencer eran las últimas novedades que llegaban desde Inglaterra. El darwinismo social que inició Spencer postula la supremacía de los más fuertes sobre los más débiles, justifica los genocidios y desemboca en el racismo académico. Son ideas anticreacionistas pero reemplazan al Dios Padre bíblico por la Razón blanca europea.

En aquel contexto de ideas, Sarmiento no tuvo mejor ocurrencia que invitar a una compañía de minstrels a un corso porteño. Así comenzó la costumbre del blackface en Argentina, que luego se extendió a los actos escolares. El minstrel era un género de comedia musical estadounidense que reunía la ópera inglesa con la música que interpretaban los negros esclavizados en las plantaciones. Los actores se pintaban la cara de negro e imitaban los bailes y las canciones de los esclavizados en tono de burla. Si intervenían actores negros, también tenían que usar maquillaje para exagerar y ridiculizar sus rasgos.

Los afroporteños se sintieron agraviados, dejaron de concurrir a los corsos y buscaron lugares donde poder seguir con sus tambores, bailes y festejos sin interferencia. Mientras tanto, en los salones de las clases altas se divertían pintándose la cara de negro, hasta que pasó de moda. De aquellos salones, la práctica del corcho quemado y el betún teatral pasó a las murgas integradas mayormente por inmigrantes italianos. Repasamos las fotografías de las murgas y conjuntos humorísticos de La Boca en la década de 1950 y vemos a hombres disfrazados con blackface junto con los caracterizados como napolitanos con bigotazos, como payasos y como mujeres.

Los sectores populares integraban las murgas y el corso más característico era el de La Boca, junto con el más pituco de Avenida de Mayo. Los corsos fueron prohibidos por la dictadura de 1976 y regresaron con la democracia. Ya no eran mayoritariamente italianos los integrantes de las murgas sino porteños de los barrios, migrantes de las provincias y latinoamericanos, muchos de ellos afrodescendientes aunque no se reconocieran como tales, y nadie se pintaba la cara con corcho. El corcho quedó para representar el 25 de Mayo en las escuelas.

Negritud porteña y con orgullo

La comunidad afroporteña que logró mantenerse unida a lo largo de las generaciones no volvió a integrarse nunca a los corsos, y durante décadas, desde 1930 hasta finales de los 70s, celebró los carnavales en la Casa Suiza.

Carmen Yannone nació en 1948 y es parte de esa comunidad. Es actriz, bailarina y cantante e integra la Asociación Civil de Mujeres Afrodescendientes en la Argentina. Nació en el Hospital Fernández y vivió hasta los dos años en San Telmo, cuando junto con su familia y muchos otros miembros de la comunidad afroporteña fueron trasladados contra su voluntad al barrio Lacarra, conocido popularmente como Villa Cartón, en Villa Soldati. El ensanche de la avenida Belgrano que comenzó en 1939, con la “modernización” de Monserrat para convertirlo en una zona de oficinas y edificios “a la americana” y el inicio de la gentrificación de San Telmo para convertirlo en zona turística, fue aprovechado para expulsar a los afroporteños que rebatían la imagen de “Buenos Aires, ciudad europea en Sudamérica”. A la familia de Carmen la expulsaron en 1950.

Carmen Yannone, actriz, cantante e integrante de la Asociación Civil de Mujeres Afrodescendientes en la Argentina.

La tía de Carmen Yannone fue Tina Lamadrid, cantante de Los Diamantes Negros durante las décadas de 1950 y 1960. Carmen Yannone fundó María Magdalena Lamadrid y Alicia Petit Las Mulatas de Ébano, agrupación femenina de canto y baile. Recomendamos con énfasis el artículo “De los Diamantes Negros a las Mulatas de Ébano. Mujeres afroargentinas, arte y la construcción de espacios de negritud públicos en Buenos Aires (1950 a 1980)”, de Carmen Yannone y Lea Geler, publicado en revista Mora en junio de 2022.

La Casa Suiza (Sociedad Filantrópica Suiza) estaba ubicada en Rodríguez Peña 252-254 de Capital Federal/CABA y fue demolida por los especuladores inmobiliarios. No alcanzó la resistencia popular y cayó bajo las topadoras en 2015. Dos años antes había sufrido un incendio que destruyó parte de su archivo y los vecinos encontraron y trataron de recuperar infinidad de papeles desperdigados entre la reja y la puerta.

Yo, como negra, no actuaba en los actos escolares

Carmen Yannone tiene una posición tomada sobre el blackface, al igual que la comunidad afrodescendiente en Argentina. “No queremos que se haga más. Sabemos que no se va a cortar de un plumazo, pero educando vamos a lograr que se corte esa continuidad. El blackface va a dejar de hacerse cuando todos entiendan que es burla. Era muy común en las escuelas. Yo, como negra, no actuaba en los actos escolares. No me elegían. Se le daba lugar al blanco y que se pinte de negro con corcho, no que actúe el negro de lo que tiene que hacer. En los actos escolares no contaban que los negros y las negras iban a pelear en las guerras de independencia, que hubo próceres negros y negras. Mostraban a la mazamorrera y a los negritos que vendían velas, pintados con corcho quemado porque les parecía gracioso. Estamos en el Decenio de los Afrodescendientes y ni la mitad de los argentinos está enterado de eso, solamente lo sabemos los afrodescendientes”, dice Carmen Yannone.

“Volviendo a lo del blackface, lo que pasó ya pasó. En ese momento se permitió y no se hizo nada. Hay que ver lo de hoy. Ver que es una práctica ofensiva y que no se puede hacer”, subraya.

Carmen tiene mucho para aportar sobre la vida en Buenos Aires durante los últimos tres cuartos de siglo. Aquello que se esconde y no se quiere ver porque se construyó con toda intención una ficción europeísta. Cuántos porteños son de origen afroargentino y no quieren enterarse porque no quieren perder la ventaja de presumir “soy del sector privilegiado de la sociedad”.

Nosotras empezamos a conocer nuestra historia de grandes, a través de mi prima María Magdalena (Pocha) Lamadrid. Mi mamá y mi tía nos contaban, pero en días muy especiales. A las niñas y a los niños no nos dejaban participar en las conversaciones de los adultos. No vamos a avanzar hasta que no se reconozca que hay negros argentinos y que los negros argentinos no son inmigrantes. Presidentes como Menem y Macri sostuvieron que en la Argentina no hay negros”, explica.

Qué le voy a pagar al negro

La modalidad “blackface” también se extiende a la explotación laboral en el mundo del espectáculo. “Como el negro fue una clase inferior, qué le voy a pagar al negro. Me pinto yo y hago de negro”, dice Carmen Yannone. “Aquí hay muchísimos afroargentinos, como lo fue por ejemplo Luis Medina Castro. Pero con ese color de piel, depende de quién te mire dice que sos negro o no”.

“Con Pocha siempre estábamos como dos negras a la defensiva. Nosotros además somos seis hermanos y nos defendimos siempre en grupo. Nos hemos agarrado a las piñas muchas veces. ¿Qué te parece tener que soportar todo el tiempo que personas ignorantes se rasquen las rodillas cuando ven a un negro o a una negra, o se toquen el anillo de oro porque les enseñaron que da suerte?”. La pedagogía en el barrio por lo general no entendía de discursos.

“En casa nunca se permitió que a alguien se lo llame El Negro tal o cual. Siempre se llama al otro por su nombre, no importa quién sea”, otra costumbre que aún no se cuestiona en Argentina.

“Nosotros no participábamos en comparsas. En los carnavales trabajábamos en clubes. Desde los 18 años salíamos de gira por Mendoza, San Juan, Rosario. Había muchos percusionistas. Y en la Casa Suiza nos juntábamos las familias. Éramos de todas las edades y se festejaba desde las 10 de la noche hasta las 4 de la madrugada. Los chiquitos nos tirábamos con espuma y al final terminábamos durmiendo sobre una fila de sillas. En la planta alta bailaban los tangueros y los del jazz, y abajo tocaban los tambores y se bailaba la rumba. Después salías a la calle y sentías la diferencia, en la escuela, en el colectivo”, recuerda.

Sobre sus tiempos de bailarina de rumba en boites del Centro porteño como King y Karim, Carmen Yannone recuerda que tenía que inventarse otra nacionalidad, porque no le creían que era argentina. Y si le creían, le querían pagar menos.

 

“Cuando decía que era cubana me daban más trabajo que cuando decía que era argentina. 'Soy Pelusa, la Mulata de Ébano que viene de Cuba'. En Buenos Aires se considera mejor todo lo que viene del extranjero si les parece exótico”.