¿Qué es el tiempo? ¿Lo que transforma las cosas? ¿Una ilusión? ¿Lo que nos determina como personas es su transcurso o los hechos? Algunos interrogantes que pueden aparecer cuando revisamos fotos del pasado. Y también, al cerrar 24 fotos, la primera novela para adultos de Andrea Ferrari y que la autora dedica a su amiga Inés cuya muerte la inspiró a escribirla.

La historia de dos amigas – Vera y Cecilia – contada en 24 fotos. Vera y Cecilia congeladas en diferentes momentos compartidos desde 1991 a 2041, desde que ambas tienen 3 años y se conocen en un arenero. Ese instante en la plaza queda registrado por Renata, la madre de Vera, que se sorprende por esa risa de su hija, nunca la vio reírse así, de esa manera tan abierta. Por eso saca su cámara y dispara. Cecilia va a encontrar esa foto muchos años después -cuando su madre muera- revisando las cosas que tiene que sacar del departamento para ponerlo a la venta. Aunque no es una buena foto, la escanea y se la envía a su amiga que ahora es adulta. Porque la novela de Ferrari va del pasado al presente y al futuro– con un manejo interesante del flashforward - de un modo fluido, logrando arrastrar al lector en esa corriente continua y cálida que resulta la vida cuando dos mujeres se acompañan de modo incondicional mientras atraviesan el amor, la profesión, la maternidad y la muerte. Ferrari va poniendo la cámara en lo pequeño y cotidiano: cuando las amigas hacen la tarea del colegio o se van a comprar ropa; egresan y eligen una carrera universitaria; pintan el departamento que comparten de jóvenes, se maquillan o toman un café. De modo que lo instantáneo de la foto genera un contrapunto interesante con el transcurrir del tiempo.

También hay un secreto sobre el origen de Vera que palpita de principio a fin. Daniel, el padre de Vera desaparece después de luchar en Malvinas. Vera lo conoce únicamente por esa foto donde su padre es un chico de diecinueve años, con el pelo al ras, listo para ir a la guerra. Sin embargo, esa historia que su madre le cuenta, a Vera no le alcanza. Son generalidades, palabras que no tienen ningún color emocional. “Hay algo en Renata que le impide preguntar, algo en el filo que adquiere su tono, en la distancia de sus ojos”. De esta manera, además de apelar a las marcas universales que puede dejar la guerra (también la dictadura) Ferrari bucea en el armado de los secretos familiares, de lo tácito que determina su destino. Cómo lo no dicho o silenciado termina siendo un alquitrán que impregna todas las cosas. “Está apoyada contra la pared de la calle, fuma un cigarrillo y mira pasar los autos, aunque en realidad parece que sus ojos ausentes no vieran nada. Algo anda mal, piensa Cecilia”.

Por eso, 24 fotos, también es un libro que habla de las causalidades, de cómo el otro deja su marca. De cómo y de qué estamos hechos. Así como las imágenes que capturan un momento, la vida es memoria. Somos un patchwork de recuerdos.

"Me gustó la idea de retratar la vida de Vera y Cecilia a través de una serie de momentos clave congelados en fotos. Y dejar que por medio de esas imágenes el lector las vea en épocas distintas, registrando los vaivenes de su relación, la construcción de una amistad con sus momentos luminosos y oscuros, con aquello que está y no se dice", afirma Ferrari cuando se le pregunta por qué eligió las fotos para enhebrar la trama de la novela. "La amistad entre mujeres tiene su propio código, creo que sostenido por la conciencia de género, que abre un espacio particular de intimidad y sostén mutuo. Por ese lado quise bucear".

Periodista, integrante de Página/12 durante quince años, a partir de 2003 Andrea Ferrari empezó a dedicarse de lleno a la literatura infantil y juvenil, géneros en los que obtuvo premios muy destacados a nivel internacional y que la llevó a publicar unos veinticinco títulos. En este sentido, 24 fotos viene a ser su primera novela que por temas, personajes y resonancias de época viene a ser su primera novela fuera del rubro, para "adultos". "Yo no creo que la literatura para adultos y la juvenil sean mundos tan distintos, los límites entre una y otra son sutiles", reflexiona. "Me parece que, más que un pasaje, lo que hubo para mí fue un acomodamiento distinto de la mirada. Cuando empecé a escribir la historia de estas dos mujeres que crecen juntas no tenía claro para quién era: recién una vez que estuvo terminada la primera versión percibí que había algo distinto, una mirada desde la madurez que impregnaba el texto. Y la hice crecer en esa dirección. Pero creo que un lector juvenil podría leer esta historia sin sentirse excluido".

Varios de sus libros fueron traducidos al portugués, francés, coreano, búlgaro, ruso e italiano. Obtuvo el premio Barco de Vapor en España por El complot de Las Flores y el Premio Jaén de Narrativa Juvenil por El camino de Sherlock; y acaba de ser nominada al Astrid Lindgren Memorial Award (ALMA), uno de los premios internacionales más prestigiosos de la literatura infantil y juvenil.

La novela nunca pierde de vista la actualidad del momento histórico en que transcurre cada capítulo. Desde detalles, como la aparición de las bicisendas en la ciudad de Buenos Aires, hasta situaciones más determinantes como la pandemia. ¿Eso tiene alguna relación con tu oficio de periodismo? 

-Sí, creo que mi experiencia periodística incide en más de una forma sobre la escritura literaria. Por un lado, me parece que aún miro la realidad como periodista, a la pesca de datos e historias potentes para volcar a la ficción. Por otra parte, sigo usando las herramientas periodísticas para investigar, buscar información, hacer entrevistas antes de escribir. En este caso, hice una larga búsqueda en archivos digitales para encontrar datos y fechas que sirvieran para anclar las vidas de Vera y Cecilia, desde hechos como la crisis de 2001 a la aparición de Internet, un partido del Mundial o la histórica nevada en Buenos Aires, todo lo que sirviera como telón de fondo de esta historia.

¿Qué autores o novelas son de tu referencia a la hora de escribir?

Me cuesta hablar de modelos y referencias literarias. Creo que todas las lecturas que me impactan quedan en alguna parte y reaparecen al escribir, pero no sé decir cómo ni dónde. Entre las lecturas recientes, me interesaron mucho las novelas de Sally Rooney, por la forma de tratar las relaciones personales. Y hubo una novela que leí hace tiempo, La lluvia antes de caer, de Jonathan Coe, que trabajaba sobre un álbum de fotos. Creo que desde entonces me rondaba la idea de contar una historia a través de antiguas fotos.

“El tiempo golpea como un maldito camión”, dice Vera mientras se mira al espejo esas profundas ojeras y dos líneas a los lados de la boca. Sin embargo, esa declaración pueda quedar atemperada tras la lectura de 24 fotos. Porque quizás se trate de a quién elegimos para que nos acompañe en la aventura de vivir. O de qué modo contemplamos esas instantáneas de la vida que seguro cada uno guarda en el cajón.