Como es una persona de la generación millenial —nacida en un mundo analógico y devenida en pequeño suceso de la era digitalizada— el diario íntimo de la ilustradora e historietista porteña China Ocho está compuesto por un híbrido de varios soportes diferentes en comunión: documentos abiertos e incompletos de google drive, papelitos post it pegados en las paredes de su cuarto, viñetas sueltas en cuadernos que nunca publicó y posteos coloridos subidos en su cuenta de Instagram, donde es un fenómeno con más de 50 mil seguidores, cada uno con un par de miles de likes. China Ocho, que en realidad se llama Carla Ochoa, arquitecta autoexiliada del rubro, de 31 años, se ha abierto camino tanto en las redes sociales como en el universo de producciones autoeditadas convirtiendo todas esas piezas de diario íntimo trágico en divertidas historietas que mezclan la voluptuosidad y la confusión de los veinte años. Desde los malos viajes de drogas, a la eterna inestabilidad laboral de su generación, o desde la desazón amorosa en la era del visto, a la muy extemporánea y universal sensación de estar perdido: “Supongo que hago todo esto porque me distrae de querer morirme”, dice riendo y sin ninguna afectación China Ocho por teléfono, “a veces me pongo un poco apocalíptica y es un monstruo que necesito exorcizar”.

China Ocho. Foto: Melisa Restrepo

Asidua al recorrido de ferias de historietas y de fanzines, y a las convenciones de diseño gráfico y de videojuegos, varias de las publicaciones de China Ocho, pequeñas y autogestivas, como Los Azules, Valiente y Ridícula ya se podían conseguir en efímeros objetos de papel: sus historias son observaciones cotidianas, padecimientos domésticos, neurosis provocadas por las redes sociales omnipresentes y viajes por escenas de excesos nocturnos en una Buenos Aires flúo. Durante los últimos años, su trabajo gráfico se expandió también en algunas antologías con presencia en librerías como Pibas, de In Bocca al Lupo/Hotel de las Ideas, o Yeguas de Ediciones Invisible, y además, finalmente, ella se decidió: dejó los estudios de arquitectura donde trabajaba con seguridad pero con padecimiento, para dedicarse exclusivamente a las clases que imparte en la UBA y otras universidades, y así darle espacio a su trabajo como ilustradora y a los tatuajes que dibuja con dedicación en cuerpos ajenos (el suyo propio es una fauna de tinta compuesta de animales, plantas salvajes, corazones rotos y hasta una cafetera).

Ahora, China Ocho trabaja por fin en su primer proyecto de largo aliento. Una historieta publicada en capítulos mensuales por la nueva encarnación digital de la revista Revista Fierro, que la presenta a su público como una de sus grandes revelaciones. Inframundo, la historieta en cuestión, es la historia de una joven ansiosa, a la mitad de sus veintes, que odia su trabajo de oficina y crea una personalidad virtual para lidiar con el drama cotidiano y con sus demonios personales. Ya en una tercera de ocho entregas, el próximo año se espera que la historieta se convierta en un libro completo, en el que China Ocho explora una narrativa semi autobiográfica alrededor de estas cuestiones generacionales que siempre la han inquietado. Aunque si bien sigue usando su diario íntimo como caldo de cultivo, ahora lo hace de forma más ambiciosa que confesional. “Hace dos o tres años que tenía cosas escritas sobre asuntos que me frustraron a lo largo de mis veintes. Me ponía a escribir a modo de catarsis y pensé que podía hacer de todo eso una historieta, pero también me empecé a sentir un poco incómoda con ese nivel de exposición. El desafío de Inframundo fue tratar de armar una historia basada en mi pero de construir un personaje completo. Pensé que podía transmitir la misma emoción sin necesidad de ser yo todo el tiempo, negociar con la ficción un poco más que antes, que otras personas se pudiesen conectar con todo esto que me ha pasado”, aclara ella.

Autobiográfica e intensa, pero siempre experimental y con un gran y generoso sentido del humor —algo que se agradece y que la aleja de la gravedad y la urgencia del género del yo— China Ocho explora una desazón que parece ser fundacional para su propia generación y que la ha hecho convertirse en objeto de identificación para muchos lectores que la siguen con brío en las redes sociales. Quizás, a China se la pueda emparentar con otros autores contemporáneos que también han explorado ese existencialismo a la vez desesperado y gracioso, como Simon Hanselmann y su pandilla de jóvenes excesivos, o creadoras audiovisuales intempestivas como Phoebe Waller-Bridge y su comedia amarga. Es decir, una generación que es capaz de hacer de sí misma, incluso de su sufrimiento propio, una obra de arte o una declaración de principios constante, y que con ese material se ha propuesto construir obra.

China Ocho, por su parte, se toma el desafío de buscar una universalidad, aunque sea posible, en medio de la la autobiografía catártica de la que tanto ha abusado la novela gráfica local los últimos años, y crea un universo gráfico más lúdico y más salvaje, que sin dejar de ser propio, es una invitación a ser explorado. Viajando por sus redes es posible encontrar también viñetas orgiásticas, tan divertidas como inquietantes, en futuros posibles o imposibles, manifiestos críticos sobre el propio cuerpo, observaciones agudas y otras melancólicas. Si bien, China es lectora de historietas ocasional, es claro que sus referencias la exceden a la hora de crear. Ella dice que se inspira mucho más en la intensidad de la Shakira morocha que sufría en los años noventa, por ejemplo, o en los diálogos distendidos de las series contemporáneas que por estos días consumimos con devoción. “Me inspiran mucho las series, Fleabag, Please Like Me o Crazy Ex-Girlfriend, que tienen preocupaciones y diálogos en el orden de lo cotidiano, con las que es muy fácil identificarse. Me gusta esta idea de una chica que tiene un brote psicótico y se va a vivir en medio de la nada, o que descubre que la profesión por la que trabajó y estudió no le gusta más y que ya no sabe lo que quiere”, dice la autora, y después de una breve pausa resume: “En definitiva, esa bofetada que te da la vida”.