Estaban en la Alianza Francesa, esperando que arrancara un desfile de Sergio De Loof. De repente, Cerati. El ex Soda Stereo que ingresa raudo al hall y los encara. "¿De dónde salieron?", le pregunta a Rudie Martínez, tecladista de San Martín Vampire. "Cómo de dónde salimos? A Fabio no lo conocías de...", intenta responderle. Pero Cerati no lo deja terminar. "Sí, sí. A Fabio lo conozco de Los Brujos. Pero los tres, juntos, ¿de dónde salieron? ¿dónde estaban? Lo que hicieron anoche fue impresionante. Espectacular", dice, los ojos que parecen ponérsele aún más claros, como cada vez que mira fijo a alguien. "Bueno... gracias...", vacila Rudie. Es la primera vez que habla con Cerati y no comprende cómo es él quien está elogiando su música y no al revés. "No. En serio. Impresionante de verdad", insiste Gustavo. Y ahí sí, da media vuelta y se va.

"Imaginate, nos explotó la cabeza. ¡No entendíamos nada!", cuenta el tecladista hoy, a veintidós años de esa escena que le quedó grabada y que marcó el inicio de un "apogeo" durante el cual San Martín Vampire se dio a conocer, reunió en cuestión de días el interés de la crema del under, vio crecer su convocatoria y cantidad de shows sin siquiera haber editado una canción. Y cuando tenía todo para concretar tanto buenos augurios y altas expectativas... dejó de existir. "No tengo claro qué pasó. Me quedó una nebulosa de ese momento", dice Fabio Rey, guitarrista del trío, mientras que Sergio Pángaro, que aportaba la voz, reflexiona: "Tal vez nos faltó tener un poco de más de confianza en nuestras capacidades como artistas".

Como sea, la desilusión fue silenciosa. El gusto amargo de una promesa que ni siquiera pudo ser validada, ya que Debut y despedida, el único disco que hasta ahora --y por poco tiempo, como se verá-- tiene San Martín, salió después de la separación y apenas consistió en una recopilación de demos que de todos modos fue escuchada devotamente. "Como durante muchos años no se conseguía en Internet, circuló mucho de mano en mano", señala Fabio, que recuerda estar de gira con algunos de los proyectos musicales que encaró en los años siguientes y cruzarse con fans que le mostraban, como si fuera un tesoro, el cd original o bien su copia grabada hasta en casete. "No había vez que no me preguntaran por San Martín", afirma. Y algo parecido refiere Pángaro, que luego continuó con Baccarat, su conjunto de música cóctel y lounge, pero que también cada tanto recibía alguna consulta por el estilo. "Lo tomaba con simpatía. Siempre es mejor que te vengan a hablar de una obra tuya que de otro", sonríe. "Aparte yo le puse lo mejor a San Martín. Es mi obra también".

El repaso viene a cuento de que finalmente, y tras años de bromear sobre el asunto cada vez que de casualidad se encontraban en algún cumpleaños, recital o evento, los tres San Martin Vampire resolvieron volver a juntarse. "Carhué Cuarenta (Heathcliff it's me)", el tema que estrenaron al inicio de la cuarentena, fue su modo de anunciarlo. Y luego siguieron "Simone" y "Encuentro del Río", el cover de Virus que solían tocar. "Ya tenemos grabado un disco de diez temas. Lo fuimos componiendo a distancia", cuenta a Rudie que un poco fue el impulsor inicial de esta reunión que generó sorpresa y entusiasmo entre quienes hace años insistían el regreso de SMV. Pero también entre los cultores de ese under moderno y electro-rockero de finales de los noventa.

"Fueron meses vertiginosos", relata el tecladista sobre aquel semestre del '98 en el que el trío pareció sintetizar el futuro. O, al menos, cierto futuro anhelado. "El otro día nos encontramos con Sergio a comer un pescadito y dijimos 'che, no nos dábamos cuenta de la música que hacíamos. Nos parecía natural que la gente viniera y quedase fascinada. Si lo pienso hoy creo que fuimos el puntapié inicial para otro tipo de música".

¿Cuál tipo de música?

Rudie: --La que surgía de tres personalidades muy distintas y fuertes. Cada uno aportando lo que sabía hacer: mis bases a lo Alan Parsons, las melodías de voz de Pángaro a lo Elvis crooner y las guitarras surf de Fabio como si fuera The Ventures. No creo que se haya hecho muy seguido antes. De hecho no se hizo nunca.

Agosto de 1998. San Martín Vampire lleva apenas unas semanas de existencia pero la prensa especializada ya los pondera como la nueva banda a escuchar: "El Sí bailó con 'Encuentro en el río' (Virus) en manos de San Martín Vampire el sábado en El Observatorio: una banda simplemente... necesaria", reseña el Suple Sí en una pastilla el 7 de agosto mientras que una semana después, aprovechando el feriado patrio, directamente los entrevistan para una nota a media página donde el trío se da el gusto de posar junto a un busto del Libertador y soltar para el título: "hacemos punk psicológico".

Fue una nota que impactó.

Rudie: --Sí. Nos llamaron por teléfono y nos dijeron: "vénganse a Buenos Aires (vívíamos en La Plata) que son la banda revelación y los queremos entrevistar". "¡Pero si recién estamos en agosto!". "No importa, ya lo son" (risas). A partir de esa nota nos empezaron a llamar de Rolling Stone, de Inrockuptibles, del suple No. Se empezó a armar una bola tremenda y nos agarró un poco desarmados. ¡El colmo fue cuando Cerati nos votó en las encuestas de fin de año como mejor tema! Con los chicos nos preguntamos ¿cómo fue que llegamos a esto?

Claramente no había sido planeado, pero Fabio Rey tiene a mano el origen de la historia: "Con Los Brujos estábamos en un impase que luego se reveló permanente. Y en el cumpleaños de una amiga de mi ex mujer me cruzo con un personaje muy particular que vestía siempre de traje y cantaba abolerado". Sergio Pángaro. "Imaginate: tenía una extrañísima para una época donde lo más suave que sonaba en la radio era Smashing Pumpkins. Me interesó al instante. Nos pusimos a conversar y coincidimos en gustos y bandas. Y le propuse que se viniera a ensayar con un nuevo grupo tipo de Friends of Dean Martinez (un proyecto paralelo de los Calexico y los Giant Sand que combinaba americana, surf, lounge y psicodelia) que estaba armando".

Paralelamente, Pángaro ya tenía un vínculo con Rudie que se remonta a la escena under platense de los años ochenta. "Yo estudiaba en la UNLP con un amigo que una vez me dice de ir a ver a tal artista. '¿Me querés acompañar?', me pregunta. 'Dale, sí', le digo. Y resulta que me encuentro con Sergio Pángaro cantando unos boleros con una portaestudio y detrás suyo un maniquí con luces de Navidad colgando. Cuando me acerqué le dije: 'chabón, creo que estamos en el mismo rollo'. Porque yo por esa época ya estaba en la onda electrónica, aunque un poco más dark. Y desde ahí nos hicimos amigos".

Pángaro, nacido en Comodoro Rivadavia pero radicado en La Plata desde el secundario, había encontrado en el rescate de viejas grabaciones latinas una forma personal de hacer música y plasmar sus melodías de voz. "Mi manera de componer fue lo que después terminó siendo el método del sampler. Agarrar una orquesta que me gusta e inventarle una canción encima que me sirva de contracanto a la línea principal de los violines. Y convertir el nuevo tema en una especie de contestación. Eso siempre me divirtió", revela sobre ese formato que con el tiempo sumó coristas y tomó el nombre de Baccarat, aún antes de que San Martín Vampire existiera.

Foto: Josué Cereceda

Cuando una tarde, entonces, en la galería Bond Street, Fabio le contó a Rudie que estaba armando nueva banda con un tal Pángaro, Rudie no pudo evitar una carcajada. "¡Pero si lo conozco! ¡Es mi amigo hace años!", le contestó. La información, por suerte, le quedó rebotando al guitarrista, que cuando recibió de parte del CC Rojas la propuesta de tocar con su nueva banda --y sólo Pángaro, entre quienes ensayaban, aceptó participar--, no dudó en llamarlo. "Le pregunté si quería sumarse para hacer un trío de sólo guitarras, sintetizadores y voz. Y me dijo que sí. Y a la semana nos estábamos presentado, casi sin haber ensayado".

Ese fue el show que vio el periodista de rock Pablo Schanton y del que escribió en el Sí, un suplemento que nunca tuvo problemas en celebrar artistas nuevos que respondiesen a sus gustos estéticos, un poco a imagen y semejanza de las virtudes --y vicios-- de los desfachatados y arbitrarios semanarios musicales británicos de la época. Eso fue --el show y la reseña-- lo que disparó los siguientes seis meses frenéticos de actividad. "Yo creo que ese primer recital de San Martín le puso la tapa al cajón de los noventa", considera Rudie. "Fue una forma de decir: 'bueno chicos, guarden las guitarras por un rato'". En poco tiempo, empezaron a armar noches temáticas junto a los otros proyectos que también tenían (Baccarat de Pángaro; Audioperú, la banda tecno de Rudie; y Femirama, el grupo de María Ezquiaga, corista de Baccarat). Y a abrirle fechas a grupos como Babasónicos, Turf, Massacre o Juana La Loca. Se habían convertido en la banda de moda. "Los shows eran electrizantes. La gente estaba en éxtasis y nosotros paraditos en el medio", describe y se divierte Rudie. "Teníamos un concepto muy afianzado de lo que queríamos. Y también de lo que no queríamos", marca Pángaro.

¿Qué querían y que no?

Pangaro: --No queríamos un pop edulcorado; sí hacer algo bailable. Pero no a costa de movernos mucho sobre el escenario. No queríamos alejarnos de lo que significaba juntar a un cantante crooner, un raver arengador y un guitarrista surfer. Sobre esa base nos movíamos y nos sentíamos sólidos.

Enero de 1999. La cresta de la ola pasó. Las clásicas encuestas de fin de año (donde no dejaron de ser nombrados), también. Llegó la hora grabar el disco. De plasmar lo que tanto se había dicho de este trío elegante y enigmático. Pero la banda revelación --tierra prometida de una nueva era por venir-- no existía más. "Hicimos cinco shows en ese último lapso. Grabamos el video de 'Mal mortal'. Tocamos a finales de diciembre en el programa de Juan Di Natale. Y luego... no nos vimos más", cuenta Rudie.

"Podríamos habernos convertido en una factoría de diferentes propuestas. Estábamos recién divirtiéndonos con las diferentes posibilidades que teníamos. Y encima contando con el interés de la prensa. Pero no lo supimos manejar", hace autocrítica Pángaro, que los años siguientes enfatizó con Baccarat ese viaje retro lounge con componente criollo que lo estimula al día de hoy. Rudie, por su parte, ahondó en el tecno pop oscuro con un nuevo grupo llamado Adicta cuyo frontman fue el especial y talentoso Toto Nievas. Mientras que Fabio Rey, que al principio también formó parte de Adicta, descubrió su interés por el folclore norteño y su confluencia con la electrónica en un muy interesante proyecto de varios años que llamó Fanfarrón. La sombra de SMV, sin embargo, nunca dejó de estar presente. Protesta Rudie: "Todos estos años me decían: 'cuándo vuelve San Martín, cuándo vuelve San Martín'". "Y yo: '¡No creo que eso pase!'. Hasta que, bueno, un día pasó".

Fue en el bar Congo, a principios de año, durante el cumpleaños de Marcelo Zeoli (ex Los Látigos, actual El Dependiente). Rudie y Pángaro se cruzaron cuando uno se iba y llegaba el otro. Y medio en broma se propusieron volver. "La frase fue: 'che, ¿éste 2020 hacemos algo con San Martín?'. 'Bueno, dale'. 'Listo'", cuenta Rudie, que el viernes siguiente que se decretó la cuarentena le mandó una base a Fabio y luego la misma a Pángaro, aunque sin aclararles que el otro también estaba involucrado y de qué se trataba. "Cuando Sergio, pocas horas después, me devolvió la versión que ya incluía la guitarra de Fabio y la escuché, grité: ¡Sí! ¡Lo hicimos de nuevo! ¡Volvimos!". La alegría no podía ser mayor.

Desde ese día no dejaron de trabajar ideas a distancia, mandarse audios y crear canciones. "Es como si diciembre del '98, cuando nos dejamos de ver, hubiera sucedido ayer", se entusiasma Rudie. "Estamos fascinados", suma Pángaro. Y Fabio sintetiza: "Es un encuentro del orden de lo espiritual". Los temas nuevos, por otro lado, no sólo continúan la senda original de SMV sino que incluso redoblan la apuesta. "En San Martín todo entra", subraya el tecladista. "Especialmente lo que no nos gusta. Nunca decimos: 'esta base electro italiana es demasiado grasa'. No. Más es más. Y demasiado es mejor". Un San Martín Vampire que en plena pandemia vuelve a desplegar sus alas y, ahora sí, se dispone a clavar sus colmillos.