Apenas me preguntan por una película clave en mi vida, no lo dudo: Una relación pornográfica de Frederic Fonteyne. Según la traducción también se la conoce como Una relación particular o Una relación privada. De por sí me divierten todos esos títulos tan diversos en sus acepciones. Teniendo en cuenta que su título en francés es Une liaison pornographique, no sé para qué tanta vuelta. ¡Lo particular, lo pornográfico y lo privado como sinónimos! Y me río de mí misma cuando pienso en cómo llamarla según a quién se la recomiendo, como si quisiera aclarar que mi película preferida no es una porno. 

No recuerdo bien como llegué a ella. Creo que fue de casualidad cuando un amigo cinéfilo me abrió la puerta del cine francés contemporáneo y empecé a ver todas las películas francesas que encontraba. Alquilarlas en el video club del barrio era el modo de acceder a ellas. O visitar el cine Cosmos. 

Una relación pornográfica comienza como un documental y la ficción ingresa imperceptiblemente. Un hombre y una mujer se conocen a través de un anuncio que publican en una revista con el objetivo de cumplir una determinada fantasía sexual. La película cuenta ese encuentro. Dos personas comunes y corrientes en sus treinta y pico, completamente desconocidas una para la otra. Un relato tan sencillo como profundo. Tan profundo como el trabajo de esos únicos dos actores que la protagonizan.

La película sucede en París (ciudad que me obsesiona desde la adolescencia, cuando descubrí a Simone de Beauvoir y leí todas sus memorias y luego sus novelas y varios de sus ensayos) e invierte la típica evolución de un posible vínculo romántico entre un hombre y una mujer. Y al invertirla, la cuestiona. 

La actuación está en el centro. La historia se cuenta más con el silencio que surge entre los personajes, con la torpeza de cada uno, con el pudor, que con lo que dicen. No hay grandes tomas. Ni efectos. Es una película sencilla. Sensible.

Verla fue un alivio. Yo empezaba a escribir teatro. Tenía un texto que iba desarrollando poco a poco: dos personajes, un encuentro. El relato de un vínculo que nacía entre ellos. Diálogos escasos. Y pensaba que iba a ser un embole. Que no era una obra. Que había que dar más información de cada uno, que tenían que hablar más, que les tenía que suceder algún evento sorprendente... Pero sentía muy adentro mío que lo que yo quería (o podía) escribir era eso: una obra silenciosa, plena de miradas, llena de pensamientos que no pueden nombrarse. 

Una relación pornográfica fue el permiso. Me abrió la puerta y salí a jugar. Terminé de escribir y estrené mi  queridísima y primera obra de teatro Voto de silencio.  

Luego vinieron otras piezas, y con el tiempo descubrí un patrón entre ellas. Un tema recurrente: ese primer encuentro entre dos personas. Todas las obras que escribo terminan hablando de eso. 

Y no me refiero necesariamente a un encuentro romántico. Sino a ese instante único en el cual dos personas se descubren, se ven y dejan de estar solas por un rato porque hallaron a otra que les alivia profundamente la existencia. No importa el motivo o cuánto dure ese encuentro. Pero vivir se hace más liviano.

Cuando me leo, me descubro. Conozco mis angustias, mis temores, mi humor en lo que escribo. Cuando me leo, me recibo como una desconocida. Me doy cuenta de aspectos de mí que ignoraba. 

Escribiendo descubrí que me conmueve el instante en el que nos vemos reflejados en alguien más. Ese segundo en el que confiamos que ahí podemos quedarnos, que podemos bailar, compartir un secreto, cumplir una fantasía, quedarnos callados, cantar sin saber. Y dejamos de estar solos, por un rato.

Esos cruces, a veces brevísimos, conforman esas relaciones particulares que me hipnotizan. 

¿Qué tendrán de pornográficas? No lo sé. Excitantes, seguro.


Verónica Mc Loughlin nació en 1979, es actriz, escribe, dirige y da clases de teatro. Cursó la carrera de Actuación en la Escuela Nacional de Arte Dramático (hoy U.N.A) y realizó estudios de pedagogía teatral con Raúl Serrano y de dramaturgia con Marcelo Bertuccio. Como actriz ha trabajado con directores y directoras como Sofía Wilhelmi, Victoria Hladilo, Aymará Abramovich, Luciano Cáceres, Joaquín Bonet, Javier Daulte. Ha escrito Pica Pica bajada cordón y Voto de silencio. La historia de un beso pieza que también dirigió y por la que recibió el premio S 2009 y que fue seleccionada para participar de la Fiesta de Teatro de la Ciudad 2010 (INT). Como autora y directora estrenó además La boticaria, Zona de humo, No duerme (coescrita con Juliana Muras) que fue participante en el 2º Festival Iberoamericano de Teatro de la Rendija (Mérida, México). Dirigió también piezas de distintos autores como Vidrio Colorado de Yanna Borissova o Domingo de Luis Cano, entre otras. Actualmente realiza funciones de A Dancy, obra que dirige y que escribió junto a las actrices Aymará Abramovich, Verónica Hassan, Andrea Nussembaun y Debora Zanolli. En octubre estrenará como autora y directora Hasta el martes en el teatro Vera Vera.