Todas las consignas feministas derivan en una sola: las mujeres no somos libres. Esta afirmación enerva a quienes ni por un segundo pueden considerar que han nacido en desventaja y que hay un sistema mundial, construido en su detrimento, del cual ineludiblemente son víctimas.

Se entiende, es bastante doloroso de aceptar. Las mujeres no somos libres por miles de razones tangibles que pueden enumerarse desde morir en un aborto clandestino hasta ser la encargada de limpiar la casa por default, pasando por tener que trabajar cinco veces más que cualquier hombre para conseguir el mismo puesto de trabajo. Hay, sin embargo, una manera de que la mujer consiga todo el poder del mundo, pero como en un cuento de hadas ese poder no será eterno, y si no se consiguen un buen príncipe a tiempo, el encanto se transformará en la peor de las maldiciones. Ese poder es la belleza hegemónica, un privilegio de nacimiento que solo les toca a algunas, que quienes han nacido con el privilegio del dinero podrán buscarlo en quirófanos y tratamientos, pero si hay algo que sabe hacer la sociedad es discriminar, y quien no tenga el verdadero toque de la varita al nacer, no tendrá el inmenso poder.

Una mujer hegemónicamente bella consigue todo fácil y de a montones, a simple vista pareciera que es libre y respetada como un hombre; que mujeres la envidien no es problema, es propio del poder. Pero que los hombres la respeten no es real, es sólo en apariencia. La mayoría de ellos, que para ser respetados han trabajado toda su vida, secretamente la desprecian por ese poder que ha conseguido tan mágicamente. La bella hegemónica que vive de esto no está pensando en lo profundo, lleva una vida entera sin que de ella se espere demasiado, más que nos inunde con su belleza, que su presencia honre nuestro espacio. Su poder la sobrepasa, su luz es demasiado incandescente para escucharla hablar.

La belleza hegemónica como todo hechizo tiene una trampa, es un poder que se evapora, un hombre con dinero será poderoso hasta el último respiro, una mujer hegemónicamente bella será poderosa hasta las primeras arrugas. ¿Y qué sucede después de eso? ¿Cómo se pasa de tenerlo todo porque sí a perderlo todo porque sí? Este fenómeno me obsesiona hace años.

Bettie Page, la icónica Pin Up que también fuera tapa de la revista Playboy y una de las primeras modelos famosas de fotografías bondage o sadomasoquistas, entra a una iglesia bautista para convertirse en una devota cristiana y luego pasa algunos años en una institución psiquiátrica. Más acá, en la Argentina, nuestra Yuyito Gonzalez, la escultural vedette, quien ingresó al mundo del espectáculo de la mano de Pepe Parada y Gerardo Sofovich y habiendo sido pareja del Facha Martel, Guillermo Coppola y Carlos Saúl Menem, en el 2005, luego de una crisis personal, se vuelca al evangelismo, abandona el mundo del espectáculo y comienza a escribir libros de espiritualidad. Susana Romero, famosa vedette de los ochenta, con su flequillo negro que sostiene estoico hasta el día hoy, ha cambiado el foco de su vida luego de ver a la virgen en un pino caído de su jardín en 2012. Ahora se dedica a pintar ángeles y distintas imágenes cristianas, por supuesto que milita el aborto clandestino. Silvia Pérez, imponente vedette y actriz, famosa por ser manoseada en el sketch de Alvarez y Borges de Olmedo y Javier Portales, también tiene una fuerte conversión espiritual y habiendo viajado varias veces a la India, deviene una devota de Sai Baba, escribe un libro al respecto. Gisella Barreto, secretaria de Sofovich en los noventa, en un viaje a Bosnia en el 2010 siente el llamado de la virgen, y decide dedicarse a profesar la fe cristiana, acepta que no abandonó el gimnasio, pero ya no muestra el cuerpo y reza de día y de noche. Ferviente militante del aborto clandestino, Gisella Barreto, quien ha vivido de la industria del sexo toda su vida, ahora promueve la castidad como único medio anticonceptivo y, en un canal de Youtube bancado por la Iglesia Católica, confunde educación sexual con pedofilia en un delirio que ha provocado risas durante días en las redes sociales. Amalia Granata y Nicole Neuman, hoy en el inevitable proceso de perder su absoluto poderío, se dedican más al panelismo que a la imagen, su luz incandescente se va apagando y nosotres ahora comenzamos a escucharlas. Ambas militan fervientemente el aborto clandestino, escondido tras el slogan “salvemos las dos vidas”, que sólo significa no salvemos a nadie. Nicole Neuman en televisión abierta enuncia que todos saben que si tenés realciones quedás embarazada, apenas unos segundos después cuenta que ella quedó embarazada sin quererlo. Amalia Granata desde su cuenta de Twitter defiende y promueve a personajes homofóbicos y pro dictadura como Agustin Laje.

¿Cómo sucede la transición de vedette, modelo o sex symbol a chupacirios de derecha con ribetes místicos? ¿Cómo sucede ese devenir? Tengo dos hipótesis, que no son mías. Una es de Julia Mengolini y dice: “Hay un componente conservador previo y está inactivo en los años de juventud y frivolidad. Luego, cuando el tiempo y la gravedad quitan la belleza, el vacío se llena con eso que se usa para llenar vacíos: la mística”. Y la segunda hipótesis es de la gran Mirian Lewin: “De jóvenes se constituyeron en objeto de deseo de una cultura machista. Y ahora, en la madurez siguen reproduciendo esa misma forma de ver el mundo, pero desde otro lugar”. En esto yace la razón por la cual las mujeres no somos libres, porque el hechizo del patriarcado es también la constante trampa de creer que el deseo del otro es nuestro propio deseo. Poder discernirlos no es fácil, esa es nuestra lucha feminista de todos los días, rompé el hechizo, hermana.