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Domingo, 18 de julio de 2010
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Recorrido por la misma casa

"El regreso"

Por Nelly Galasso

"Al cruzar la puerta "esa leve sensación de frío intenta una suspendida caricia sobre los vidrios de colores engarzados en los postigos. Tal vez, tiempo atrás, algún arquitecto imaginó, merced a la policromía audaz de esa puerta, jerarquizar sus diferencias con las casas vecinas.

Adentro la envejecida escalera de mármol, dieciséis escalones y la puerta cancel. Dieciséis escalones que superaba de dos en dos, anoticiando de su llegada a los de la casa con un largo silbido. Detrás de la puerta cancel, los últimos nueve escalones.

Arriba nada había cambiado. El piso ajedrezado y aquel juego con el hermano, yo camino por las blancas, vos me alcanzás por las negras (pero nunca pudo alcanzarlo) en el espacio oscuro, el latido de las voces no olvidadas. Más allá al alcance trémulo de su mano, las puertas cerradas de las habitaciones. Y la oscuridad. La oscuridad. Por qué siempre la oscuridad.

Regresa, el corazón abierto, colmado de ansiedad, imagina los brazos, las miradas sorprendidas, pero, hacia dónde lo lleva ahora la antigua ansiedad. ¿Dónde están todos" Dónde la música, los olores domésticos, el comedor iluminado por la gran pantalla translúcida sobre el centro de la mesa, el sonido de los cubiertos, las chispas del agua destellando en los vasos bajo el rayo de luz.

Se mueve apurado y oscuro. El cuarto de la hermana, pero ella no, ni su perfume. Sólo un suave, etéreo rastro de limón, pero ella no, ni sus títeres de largas piernas colgados sobre la cama, ni la repisa con muñecas sobrevivientes de la infancia. ¿Dónde están todos" La penumbra dibuja presencias invisibles, un silencio impreciso que no puede definir, frágiles flechas mudas atravesando el aire.

Busca en la oscuridad con desfallecida lentitud. Un impulso lo detiene a la puerta del cuarto de la madre y allí sí, ella duerme, tan poco visible bajo las mantas; la dulce posibilidad de recostarse a su lado como en la infancia, dejar sobre su mejilla la caricia imposible en el aire trémulo y caliente. Ella duerme y gime suavemente, percibe las lágrimas sobre el rostro amado, porque desde su nueva vida atenta él puede permitirse ahora conocer la esencia sutil de ese sueño, la telaraña de espanto que envuelve a su madre tal como en la noche siniestra; las bruscas frenadas a la puerta de la casa, los pasos perversos superando desaforados los dieciséis escalones, la ráfaga de balas y cuánta vida le falta por vivir, la vida que se va sobre las baldosas negras y blancas que se han tornado rojas".

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