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Ajedrez|Martes, 28 de abril de 2015
A propósito de la estrecha relación del escritor con el juego-ciencia

Rodolfo Walsh y el ajedrez

Allí donde se ve un espíritu analítico, reflexivo, aventurero, contradictorio, combativo y autocrítico se advierte un espíritu ajedrecístico. Entonces, ¿Walsh fue un hombre jugando al ajedrez?

Por Luciano Ciruzzi
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Rodolfo Walsh, escritor, periodista y ajedrecista.

El procedimiento de cifrar en una imagen o en una escena lo esencial de la existencia de un personaje es típicamente borgeano, aun cuando para Borges sea un recurso extraído de Dante, y aun cuando no sea imposible rastrear ese mecanismo en Homero. Walsh también procede así muchas veces, por ejemplo al presentarnos a Díaz, uno de los fusilados sobrevivientes de los basurales: en un momento juega al chinchón y en otro momento ronca. “En estas dos instantáneas puede resumirse toda la vida de un hombre.”

El intento de dar con la milimétrica pincelada que pinte una vida de un tirón es siempre una tentación, se trata de un artilugio estético y económico de gran efecto. Sin embargo, hay vidas que no se dejan encorsetar en instantáneas, que desbordan las clasificaciones y se escapan de cualquier categorización definitiva. La vida de Rodolfo Walsh es una de ellas y entonces no conviene decir que él fue esencialmente así o asá, pero para no abandonar la posibilidad de captarlo de algún modo íntimo y profundo podemos hacer el intento de señalar la persistencia de una pasión. Walsh y el ajedrez. Por ahí vamos, juega el blanco.

Similares críticas haría Walsh a las cúpulas de Montoneros. Los tableros se confunden y se funden. Así se llega así al punto más alto del drama. Como si fuera el fin de un espiralado recorrido desde afuera hacia el centro donde convergen densamente juego, biografía e historia. De las muchas conversaciones que surgen en las noches clandestinas de go va prefigurándose el esquema de la Carta Abierta de un escritor a la Junta Militar. Fin de las palabras para decir a Walsh. Caduca cualquier posibilidad de metáfora y cualquier intento de definición. Todo lo desborda ese último acto de valentía. La carta tiene fecha del 24 de marzo de 1977. Al día siguiente lo asesinan. Su cuerpo permanece desaparecido.

Rodolfo, jugador de club

La pasión de Rodolfo Walsh por el ajedrez no sólo se manifiesta en la presencia del juego milenario en su obra literaria, que toma forma explícita en el prólogo de Operación Masacre y en Zugzwang.

Alejandro Giampa, ex presidente del Club de Ajedrez de La Plata, cuenta que “en el club encontraron documentos, tales como su inscripción como socio activo número 539 y el registro de varias partidas disputadas en tercera categoría. Quienes lo conocieron cuenta que en la década del 50 iba a jugar todos los días a las 18 horas”.

Humberto Salvatierra –quien sigue siendo socio del club y lo conoció a Rodolfo en los bares de La Plata– asegura, en un documental llamado Rodolfo Walsh, reconstrucción de un hombre, haber estado con él la noche del 9 de junio de 1956, cuando se desató la revolución de Valle. En una investigación que realizó la Facultad de Periodismo de La Plata, Salvatierra afirmó que “Rodolfo pasaba sus horas de ocio en los bares que quedaban a unas cuadras de su casa, como el Club de Ajedrez, El Parlamento y el Bar Rivadavia, para jugar con amigos o con cualquiera que le planteara un digno desafío. Era introvertido y se comía las uñas. Compartí largas noches donde charlaba de literatura y jugaba ajedrez con él. Después de la Revolución del 56 no supimos más de él, pero al tiempo vimos su nombre como autor de Operación Masacre y pensamos: ‘¡Mirá este loco a qué se dedicó’!”.

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