Vivimos tiempos de crisis civilizatorias que impactan y erosionan al conjunto de las relaciones sociales, cada vez más condicionadas por el crecimiento de las desigualdades e injusticias en la distribución de los ingresos y por la voraz concentración de la riqueza. Como siempre, las crecientes disputas políticas implican una lucha de culturas, de valores y de simbolismos. Un rasgo emergente de esta situación estructural de la sociedad capitalista de la época, es lo vertiginoso de los acontecimientos y consecuentemente lo efímero de “la noticia”. Así es que en los pocos meses del gobierno libertario y particularmente durante las últimas semanas, “pasó de todo”. 

El presidente continuó con su plan de ultra derecha intentando eliminar todo tipo de derechos sociales, culturales, laborales, y ecológicos, incluyendo ceder por 30 dineros la soberanía y la dignidad nacional al imperialismo de nuestro tiempo. La oposición dialoguista va pactando y concediendo a la estrategia del gobierno y de las corporaciones empresarias lanzadas desordenadamente a apoyar a Milei, atraídos por la irresistible pulsión de los negocios que les ofrece el anarco colonialismo, como lo calificó con precisión Cristina. 

Tras las brumas de esos devenires y operaciones de políticos flojos de ideología e identidad, y de reputados editorialistas que viven haciendo piruetas literarias para eludir la caracterización ideológica del presidente y su gobierno, lo que emerge con una potencia desbordante es el pueblo en las calles y plazas, inclusive superando las identidades políticas. Este fenómeno clásico de la vida social de todos los tiempos y muy especialmente de nuestra propia historia viene irrumpiendo desde el muy temprano 24 de enero, el 8 de marzo y el gigantesco 24 por Memoria, Verdad y Justicia hasta la marea humana de la marcha en defensa de la universidad y la educación pública, transformada en sujeto político de masas. La manifestación del Congreso a la Plaza histórica, se multiplicó en todas las ciudades y pueblos de nuestra geografía. Los medios de comunicación “serios”, autopercibidos “independientes”, perdieron desconcertados su norte. En el extravío trataron infructuosamente de rebajarla y ahora de distorsionarla: el editorialista principal del diario principal del domingo se lamenta y reprocha los “errores y torpezas del oficialismo”. Ya que estaba, aprovechó para pontificar temerariamente que el “error” del mileismo era “un calco que el kirchnerismo hizo pero con otro sentido”. 

Al respecto dos cuestiones básicas: el gobierno no se equivocó, se propone ejecutar su política de refundar la nación con una perspectiva ultra capitalista, para lo cual tiene que destruir al Estado, la cultura nacional, la educación y las universidades públicas. Se trata de una cuestión estratégica en términos ideológicos, culturales y económicos. Segundo, los hechos son incontrastables: durante el kirchnerismo se fijó por ley un presupuesto histórico para educación, ciencia y tecnología, se construyeron y fundaron dos mil escuelas y se sembraron universidades en todo el país que albergan a cientos de miles de estudiantes. 

En definitiva, el elemento político determinante de la coyuntura viene siendo el protagonismo del pueblo, condicionando al gobierno y al Congreso, a la vez que demanda a la oposición que se haga eco del crudo reclamo de Cristina: “hay que dejarse de pelotudeces”, o sea, conformar un núcleo de dirección unido que lidere y aglutine la lucha en el plano de la política. La situación del pueblo y la nación es lo suficientemente dramática como para eludir o postergar la compleja construcción de esta meta. 

Otro elemento definitorio del modelo es la conducta firme de la oposición parlamentaria de Unión por la Patria, como la reiteración del accionar sinuoso de los “amigables”. Transcurridos casi cinco meses el gobierno venía invicto: no había logrado que el parlamento le apruebe ninguna ley, por el contrario, sufrió dos derrotas. Batía el récord de ilegitimidad política, de allí que el mileismo necesitaba imperiosamente un triunfo aunque sea pírrico. Todo vale en pos de la gobernabilidad siempre reclamada por los súper millonarios. Que no haya turbulencias así continúan con sus negocios y ganancias, que como siempre fugarán a las guaridas. Los amigables desnudan su esencia amorfa en términos ideológicos, mostrándose decididos a darle oxígeno a la ultra derecha. Las concesiones que les entregaron, luego de los basureos a los que fueron sometidos por el presidente; no justifican su quebrantamiento ideológico y moral. Muchos de ellos se doblaron y rompieron, mutando de Alem, Yrigoyen y Alfonsín a un personaje tan menor como De Loredo. Sin embargo, es valorable que otros fueron fieles a sus convicciones e identidades históricas.

La aprobación de la ley mini ómnibus es igualmente peligrosa en términos democráticos, ya que le otorga poderes extraordinarios a este impredecible presidente. Resulta clarísimo que deben mostrar gobernabilidad ante el fondo monetario, los mercados, la AEA, AMCHAM y la UIA. Estos poderosos vienen reclamando atención a la temática social especialmente cuando crece la reacción popular. Se advierte un desgaste del gobierno ante la sociedad por el impacto brutal de la caída de los salarios, las jubilaciones y los super tarifazos, a pesar de lo cual una parte de la ciudadanía que votó a La Libertad Avanza sostiene la esperanza en que “le vaya bien”, asentada en la disconformidad y desilusión con los gobiernos anteriores.

Ciertamente en importantes núcleos de nuestro pueblo caló una idea básica que penetró en el sentido común: las cosas están mal por la casta, por lo tanto, primero hay que sufrir y luego vendrán tiempos mejores con la ayuda de los cielos. Tras las brumas de lo cotidiano y las reacciones del presidente, se despliega un temerario plan económico y cultural que se sustenta cada vez más nítidamente en el establishment, tanto local como extranjero. Es aplicable una variante del axioma de Clausewitz: se trata de la continuidad del macrismo por otros medios, o bien todo el poder a los mercados materializado en las corporaciones empresarias, para lo cual se allanan a la necesidad de destruir al estado.

Como símbolos de estos días, Milei presentará su libro en el barro de las vacas y toros frente a la tribuna de la oligarquía con olor a bosta, como alguna vez le espetó Sarmiento.