Son dos sepultureros que viven su día a día de rutina, junto a una fosa donde hacer caber demasiados cuerpos, un jabón que no limpia del todo, y confrontaciones diarias cuya deriva alcanzan un sentir grotesco. Pero, de pronto, de la fosa sale una mujer. ¿Quién es? El escenario es reconocible y no hace falta fecharlo, guarda matices de un horror que se respira cercano. Cenizas en las manos cuenta con dirección de Fran Alonso -a partir de la dramaturgia de Laurent Gaudé- y protagónicos de Claudia Simón, Nicolás Terzaghi y Patricio Pietri; y puede verse los sábados de marzo, a las 21, en Teatro del Rayo (Salta 2991).

“Qué es lo que te impulsa a querer hacer un material es algo que uno termina descubriendo después, en otras instancias como el análisis, las charlas o los mismos ensayos. Esta obra es de un francés, Laurent Gaudé, a la que llegué por casualidad. Paseando, en una librería, encuentro un libro que se titula Teatro Francés Hoy. Me lo llevé, y ésta era la primera obra de la antología. Me divertí mucho leyéndola; si bien el texto original alude más a la Segunda Guerra Mundial, me pareció que había unos rasgos universales en el sufrimiento de los personajes, porque son el último orejón del tarro, la última línea del ejército. Tienen cierta inocencia o idiotez, que también les permite estar ahí. Están envalentonados, son parte de esta guerra en la que les dicen que están ganando. Y también hay muchas cosas argentinas, que aparecen asociadas y no quise hacer explicitas, pero que a todos nos evoca, en relación a la historia que tenemos con nuestra última dictadura cívico militar”, comenta Fran Alonso a Rosario/12.

“La hicimos en el marco de Teatro x la Identidad, en escuelas secundarias, durante el año pasado, y fue espectacular, porque los pibes y las pibas hablaban de la memoria y de un sufrimiento que seguramente no vivieron, pero con el que lograron empatizar. Además, estamos en un momento donde se está volviendo a discutir el relato que hemos elaborado del proceso de dictadura; de manera tal que la obra va cambiando su significado en relación al contexto. En un comienzo, la pensé desde una cuestión más existencialista o filosófica, ¿quiénes son los vivos?, ¿quiénes los muertos?, ¿qué es sentirse vivo? Desde ahí partió la idea. Luego vino la pandemia, tuvimos que parar de ensayar, y apareció el tema de las fosas comunes. Y está la cuestión de la memoria, que cobró una fuerza central, a través del personaje de Claudia Simón, que va de lo extremamente real -es una mujer que sale viva de una fosa- hasta lo más imaginario o sugerido, porque tal vez no esté viva, pero así lo creen ellos. También nos dimos cuenta, en esta temporada, que ahora está teniendo mucha fuerza el tema del paro, la huelga y la discusión sobre los derechos laborales. Son cuestiones que me llevan a pensar que, indudablemente, algo de todo esto ya estaba en el texto, al que nosotros le fuimos dando nuestra propia versión en los ensayos”, continúa.

-Me perturbó el tema del jabón, como si los personajes se quisieran limpiar del cuerpo algo que ya tienen adherido.

-Hay algo de eso, también lo buscamos. A mí, desde la estética, no me gusta mucho cuando las cuestiones así son tan pantomímicas. Me parecía que esta obra merecía un tratamiento real, porque se habla de una degradación de los cuerpos y de las mentes, una degradación de lo humano, mientras que es ella quien parece tener esa muerte adentro y puede habitarla desde otro lugar. Esas ideas aparecieron. Otra cosa que ayudó mucho a reforzar esto fue, durante el proceso final del ensayo, cuando apareció la música en escena. Quería probar con poner música, pero no me convencía lo extradiegético, me gustaba el instrumento en vivo. Y se me ocurrió invitar a Valentina Sole, guitarrista que hace mucho funk, blues, rock, y está muy prendida en el mundo de la música. Me parecía interesante generar ese cruce entre universos y cerró una idea que estaba latente, también por la cuestión del género y el chiste, que no es tan chiste, que sucede cuando a ella la tiran todo el tiempo a la fosa, pero siempre vuelve, como si estuviera todo el tiempo atrapada y condenada a un infierno, donde tiene que tocar la guitarra todo el día. La composición de la música es original, surgió en los ensayos, como una especie de jam entre actores, texto, dirección y música. Es uno de los aspectos que más me gusta de esta versión de la obra.

-¿Cómo planteaste la dirección con los actores?

-Cuando leí la obra me reía, me parecían muy ocurrentes los personajes, y eso se contraponía con la parte terrible de los monólogos de la sobreviviente, que interpreta Claudia (Simón). Al armar el elenco, pensé en incorporar actores que vinieran del mundo del clown o del circo, para ahondar en ese humor negro y, por momentos, físico. Nicolás (Terzaghi) es un actor que me parece muy plástico, dúctil y expresivo; y Patricio (Pietri) es artista callejero y clown, nunca había hecho teatro, más allá de participar en Frankenstein, un amigo diferente, donde hice asistencia de dirección y lo conocí. Compusimos a los personajes desde la idea de un animal, a Nico le di el cuervo; y a Pato, la rata; son animales que comen de la basura, carroñeros, ni siquiera cazan. A partir de eso, empezaron a hacer un trabajo físico, y de a poco empezaron a aparecer los personajes, desde sus gustos, vicios y deseos.

Además de las funciones en Teatro del Rayo, Cenizas en las manos tiene prevista otra función el 13 de abril en La Vigil. La dirección de Fran Alonso y los protagónicos de Claudia Simón, Nicolás Terzaghi y Patricio Pietri, tienen complemento con la música en escena de Valentina Sole, el vestuario de Liza Tanoni, la escenografía de Agustín Pagliuca, y la asistencia de dirección de Valentina Oviedo.