Hay quienes consideran que Marina Abramović ha hecho del arte un deporte de resistencia, y la exaltan por haber buscado los medios más extremos para superar sus propios límites. Otras voces -las menos, acaso las más rigurosas- señalan que prácticamente toca solo una cuerda: la de la tensión sin variaciones, cuya única meta es shockear, escandalizar al público.

Lecturas, en fin, respecto de una mujer que ha cosechado fama y fortuna con performances y otras yerbas. Porque, además de adulada artista, MA se ha convertido en chamana que enseña a alcanzar un estado espiritual trascendental. Desde luego, a quienes puedan costear su presunta sabiduría. Tantos quehaceres, sin embargo, no le estarían dando suficientes dividendos a Abramović: así es que acaba de lanzar una línea de productos ¡carísimos! para el cuidado de la piel.

La misma dama que en 1975 se peinaba agresivamente el cabello hasta lastimarse en una performance que criticaba los imperativos beauty, ahora le ha declarado la guerra a las arruguitas. A los 77, monetiza el secreto que le daría esa juventud perenne y ese brillo etéreo a su piel… que nada tienen que ver con las evidentes operaciones estéticas a las que se viene sometiendo desde hace añares. 

The Marina Abramović Longevity Method, como se llama su línea, propone una crema facial que limpia, exfolia e hidrata, a base de ingredientes como pan y vino blanco, que cuesta más de 200 dólares. De yapa, ofrece “gotas de bienestar” que salen apenas 100 dólares. Todo fue desarrollado en colaboración con Nonna Brenner, sanadora holística que dice haberse titulado en medicina alternativa en “el corazón mismo de Asia”, y que otrora atendió a su socia Marina usando extracto de ajo y sanguijuelas.

“Nuestra verdadera longevidad no está en las máquinas, sino en el conocimiento antiguo”, sostiene Abramović en el clip promocional de la línea, donde ella y Brenner miran fijamente a la cámara, y ya se puede percibir cómo se invierte el proceso de envejecimiento. Asimismo, en su web, Marina deja claro que no es ninguna vanidosa, ya que “la búsqueda de la belleza a menudo se limita a la superficie, centrándose en productos que mejoran la apariencia externa. En cambio, yo he creado una filosofía que trasciende esa superficialidad”. Poderes insondables de una simple cremita...

Algunos productos de su línea


El método Abramović


Abramović es propietaria de un método que lleva su nombre y apellido, muy popular entre narcisistas, donde enseña “mindfulness de forma artística”. Aunque no es exactamente ella quien da estos workshops últimamente: de tan terrenal tarea se ocupan sus discípulos, a quienes ha formado para impartir “ejercicios de respiración y movimiento, para enseñar cómo estar en el aquí y el ahora”. Lograr el “reseteo interior” no se consigue sin esfuerzo: además de pagar un dineral, sus clientes tienen prohibido hablar, leer y comer durante cinco días, mientras hacen ejercicios como “caminar hacia atrás durante cuatro horas mientras sostienen un espejo, para darse cuenta de que la realidad es solo un reflejo”, según relata ella misma.

La serbia atribuye parte de su sabiduría al hecho de haber convivido con tribus australianas y comunidades tibetanas en décadas anteriores. Y como ella piensa en todas y todos, lanzó en 2022 una versión condensada, más barata, de su método: un mazo con 30 tarjetas que traen instrucciones para mejorar la calidad de vida y fomentar el potencial creativo; por ejemplo, “toma un vaso de agua lo más despacio que sea posible” o “salta tres veces”. Pues sí, la artista está presente… para pedir los datos de nuestra tarjeta de crédito. Lo hizo años atrás, cuando empezó una campaña crowdfunding para financiar su propio instituto/museo, no llegó a los millones que pretendía, canceló la iniciativa, pero no devolvió a la gente los 660 mil dólares que había puesto. En su momento, su equipo aclaró que, al menos, habían entregado las recompensas a los contribuyentes ¿Una de ellas? Abrazos (gratis) de Abramović.

“Nonna está decidida a que yo viva 110 años”, compartía ella en una interviú reciente hablando de su partner sanadora, y añadía: “A las artistas femeninas solo las toman realmente en serio después de los 100 años, así que si lo logro, tal vez finalmente me tomen en serio”. Mientras daba esa nota, la Royal Academy of Arts de Londres presentaba una fastuosa retrospectiva de su trayectoria, la primera que esta prestigiosa institución dedicaba a una mujer en sus dos siglos y medio de historia. O sea, Marina nos chamuya, y sigue sumando llamativas muestras a su larga lista, acumulando honores, y -¿hace falta decirlo?- cortando tickets.

Marina cortándose una estrella en el estómago; Marina colgada de la pared de una galería; Marina dejando que extraños usaran sobre su cuerpo objetos que ella les presentaba, cadenas, tijeras, látigos, una rosa, una manzana, un arma cargada… Algo parecido a lo que ya había hecho Yoko Ono con Cut Piece muchos años antes, aunque Abramović se endilgue la invención de la performance, sin el calificativo “feminista”, que detesta porque declara que no quiere pertenecer a ningún gueto. Marina no para de vender con sus hits de otrora. Que incluyen imágenes de su famosa caminata por la Gran Muralla China en los 80s para encontrarse con Ulay, entonces su pareja y socio, para darse un abrazo final. O antes de esta despedida, con el mismo partenaire: abofetearse mutuamente, besarse sin ternura hasta desmayarse, aullarse sin tregua.

El reencuentro -supuestamente inesperado- de la dupla se dio en el MoMA, en el marco de The Artist is Present, donde una silenciosa Marina miraba intensamente a quien se sentara enfrente. Ese volver a verse con Ulay se viralizó en 2010 y emocionó a muchísimas personas. Pero resulta que unos años después Ulay le ganó un juicio por no haberlo acreditado y no compartir dividendos al vender creaciones conjuntas. Aunque ella tuvo que pagarle 250 mil euros, se amigaron en un pispás, cuando una galería europea les ofreció un buen trato por montar una muestra que contara su historia de amor y colaboración. Todo sea por el showbiz.