"Es una situación terminal de no retorno", se escribió en estas páginas a fines de mayo de 2001, cuando Domingo Cavallo lanzó el megacanje de la deuda, con una tasa de interés delirante que dejaba en evidencia que la operación era solo un salvoconducto para los bancos y fondos de inversión que estaban empapelados con bonos argentinos y buscaban mejorar su posición para la reestructuración de los pasivos que inevitablemente caería por su propio peso. 

Era el peso de la mentira de la convertibilidad, sostenida durante una década a fuerza de endeudamiento salvaje, privatizaciones y ajuste, en un proceso que encuentra puntos de contacto con el que está por empezar con Javier Milei como presidente. 

Desde ese momento, la explosión de la convertibilidad se veía venir y los lectores de PáginaI12 tuvieron acceso a información precisa, con toda la crudeza que implicaba la situación, mientras otros medios callaban. El corralito que se impuso desde el 1 de diciembre de ese año encendió la mecha para la explosión final, a pura tragedia, de otra década infame en el país.