“No tuve posibilidad de elegir si ser o no feminista”, dice Cristina Escofet, dramaturga desde siempre comprometida con la perspectiva de género. Hija, nieta y bisnieta de mujeres de acción, cuenta que al cumplir 14 años le regalaron El segundo sexo, de Simone de Beauvoir para alertarla acerca de lo que la sociedad esperaba de ella y, al mismo tiempo, ampliarle sus libertades. “¿Desde cuándo hay que pedir permiso para hacer lo que una quiere hacer?”, se preguntaron las mujeres de su familia y Escofet tomó la bandera desde el teatro. Coincidió con otras dramaturgas pioneras en estas cuestiones, como Susana Torres Molina y Diana Raznovich.

Fridas, la pieza que Escofet escribió en 2002 para la actriz Ana María Casó, está nuevamente en la cartelera porteña. Bajo la dirección de Roxana Randón y la interpretación de Verónica Pernisa, la obra puede verse en Espacio Abierto. Poético y onírico, el monólogo hace foco sobre la vida de la mexicana Frida Kahlo desde una perspectiva confesional y delicada que al mismo tiempo convive con humor y crudeza, tomando como disparador a su propia obra pictórica. En la contemplación de las imágenes, la figura de Frida se “desarma y rearma, vive, revive y muere en una intimidad compartida con el público como testigo”, según describe la autora en conversación con Página/12.

Auscultada desde la poesía y la imagen, la vida de Kahlo configura un calidoscopio en el que cobran relieve sus padecimientos físicos, la libertad sexual asumida, el instinto animal restituido, “todo en un mismo plano indiferenciado, como en una constelación”, según subraya la autora, quien afirma que la pintura le sirvió a la artista para encontrar un modo de ser en el mundo, luego del accidente que sufrió en su adolescencia, motivo de las múltiples intervenciones quirúrgicas que debió atravesar.

En este acto de construcción permanente, del ensamblaje de las varias Fridas que presenta la obra, Escofet traspasa a la escena conceptos que aparecen en su libro Travesías femeninas (Nueva Generación), en el que define a la mujer como un sujeto inacabado en permanente dilución tanto de fronteras como de memorias personales o colectivas. “Desde esta maleabilidad –advierte la autora- nos conectamos con otras subjetividades y con el entorno. Somos el otro infinito y continuo”, sostiene.

-¿Por qué decís que Frida Kahlo acontece a partir de su propia obra?

-Siento que Frida fue expulsada del mundo luego del accidente que sufrió. Pero si ese hecho la desterritorializa, arrancándola del mundo, se puede decir que Frida acontece, emergiendo a través de la pintura. Porque ella pinta para encontrar su territorio, su propio paraíso. Frida ubica seres y objetos en un mismo grado de indiferenciación entre lo luminoso y lo oscuro, entre la vida y la muerte. Así, la pintura la lleva a constelar el mundo a través de una cosmovisión propia, y a configurarse en una identidad muy libre.

-¿Qué rol tiene la poesía en este monólogo?

-Byung-Chul Han dice que en la poesía se puede contemplar la palabra. Y esto lo veo cabalmente en la puesta de Roxana Randón y en la interpretación de Verónica Pernisa, porque crearon un acontecimiento de magia que nos atrae hacia zonas de abismo y desvío. La poesía no explica sino que permite la potencia del silencio, del humor, del placer, en un mismo plano indiferenciado.

-La noción de herida está muy presente, como no podía ser de otro modo…

-El cuerpo martirizado de Frida, como la rama arrancada de un árbol, sigue floreciendo, pero la herida queda. En un mundo donde se te empuja a leerte en el crimen, en el vandalismo, en el caos, lo crístico, en cambio, te lleva a pensar en el concepto de resurrección y a mirar la herida para ver el sufrimiento del otro

-¿Cómo se abordan los aspectos contradictorios del personaje?

-Ella se muestra tanto sonriente y doliente, como desprotegida y poderosa. El monólogo hace referencia a una vibración contradictoria, que es constitutiva en Frida, según se ve en sus diarios. Ella trascendía todo encorsetamiento y se reconocía en una ambivalencia permanente, como en la dualidad de ser varón y mujer, algo que aceptaba sin emitir juicios de valor. Por eso siento que esta nueva puesta de Fridas es un llamado a configurarnos las mujeres desde otro lugar, a mirarnos rompiendo las coordenadas de espacio y tiempo.

Fridas, en Espacio Abierto (Carabelas 255), viernes a las 20.30