"Me lo merezco, trabajé mucho. Esta obra comenzó siendo los Botton Tap y ahora es Pachano. Me lo dedicó a mí por estar vivo y superar un cáncer", dijo Pachano en el escenario de El Nacional, cuando ganó el ACE de oro por su trayectoria y por su obra Así... vuelvo, de la que se bajó para operarse de dos tumores en el cerebro y seguir, seguir creando y poniendo el cuerpo en el escenario. 

En el año 2000 contrajo vih y pasó mucho tiempo hasta que pudiera contarlo él mirando a cámara y hablando de cosas que pocos se habían animado a contarle a un público tan diverso y abundante como el que hay detrás de una pantalla caliente como la de Tinelli. Dijo que estaba muy bien, bajo tratamiento, cuidado y amado por sus personas de confianza, y animó al público a hacerse el test, a compartirlo con las familias, a acceder a las medicinas que ya en esa época habían hecho del vih una enfermedad crónica y no una sentencia de muerte. 

Su look de galera y tacos siempre fue sostenido por una actitud y por una estética general que apoyaba la presentación ambigua desafiando los rígidos estereotipos masculino-femenino. Pachano hizo un giro espectacular en su vida: de ser arquitecto serio y exitoso, lo dejó todo y se puso a bailar y de ahí sin escalas a montar espectáculos donde los roles de las mujeres y los hombres no tengan etiquetas: en Botton Tap la ternura y el glamour eran de todxs. Pero lo revolucionario es que lo hizo en Badía y Compañía, uno de los programas más vistos de la tele cuando volvió la democracia en el 83. Primero la tribuna miraba extrañada, después bailaba y acompañaba el gesto desobediente, porque esa era la época para hacerlo. Pachano, junto con Sanz, leyó lo que la época le dijo al oído y lo volcó en un show único, con una marca registrada que duró por años. ¿Por qué el tap? Porque era un baile olvidado y la chapita decía mucho más de lo que a simple vista se puede pensar: fundó un modo y escribió una leyenda que nunca pudo ser copiada.

"Tuve un tumor en el occipital izquierdo, que es la parte que maneja la mano y el pie, pero no es el primero que me sacan de la cabeza. Ese lo tuve en 2017, en ese momento hice distintos tipos de quimio, y en 2018 se me paralizó el cuerpo pero me recuperé y rehabilité a tiempo. La quimio me generaba una bronquitis que siempre terminaba en neumonia y justo vino el covid. Yo tuve la sensacion que me pesqué covid en 2019, porque paré en el barrio chino de Nueva York. Cuando llegué de Estados Unidos estaba terminando el programa de Marcelo y tuve una neumonia bilateral. Le dije al médico no sé como pero curame, porque tenía que ir al Bailando de Chile. Cuando volví, el 20 de marzo, fue el ultimo vuelo que entró en Buenos Aires. Volvimos con 800 argentinos, y por primera vez entendí lo que es estar varado en un aeropuerto. Fue muy duro.

¿Cómo pasaste la pandemia?

--Me provocó mucho miedo cuando subí al avión en Chile. No entendía nada pero entendía mucho: ya había escuchado tanto en Chile como en Nueva York el tema del murciélago y el virus. Despues llegué acá y me ocupé la cabeza, me quedé en la ciudad todo el mes de abril haciéndome estudios. En ese entonces yo debería haber estado en Chile pero me quedé tranquilo en casa y a principios de mayo me fui a un campo hasta agosto. Luego me volví a casa y trabajé para Varados en el mundo y con Artistas Solidarios, donde les alcanzamos un plato de comida a todos los actores que lo necesitaban, cosa de la que no se ocuparon ni la Asociación Argentina de Actores ni Argentores ni SAGAI. Con Mosquito Sancineto conseguimos de todo para quienes la estaban pasando realmente mal en nuestro oficio. También empecé en radio mi programa Aló Pachano y empece a pensar el guión de Así... vuelvo. Quería hacer algo distinto, y en realidad el título iba a ser Vuelvo. Nunca entendí por qué quería ponerle Vuelvo, y no terminaba de entender por qué me aparecía esa palabra: volver. Después entendí que tuve como una premonición.

Y lo lograste, saliste a escena con ese espectáculo que era un recorrido por toda tu trayectoria...

--Sí, pero me pasó algo. Se me paralizó la pierna derecha de la cintura para abajo. Estaba en escena, haciendo un duende, y me tenía que cambiar para el próximo número. Salí al toro. Terminó el espectaculo impecable, y al dia siguiente lo llamé al médico y le conté todo. Primero me dijeron que no era operable pero despues el Dr. Cervio, que es un capo, me dijo te tenés que operar. Se animan a operarme en el Fleni. Y yo les dije en ese momento no puedo, estoy estrenando Así... vuelvo. Me dan un producto para desinflamar el cerebro que evita los mareos, pero el medicamento dejó de funcionarme. Cuando termino el 30 de julio empiezo la programación de la operación. Por más que yo entro al quirófano como si fuera la verdulería, me daba una cosita. Las dos veces me abrieron la cabeza. Me hicieron rayos. A mí lo que me ponés, me despierto y sigo. Hago las 400 cosas que tengo programadas.

¿Tu mente es muy fuerte o tenés unos genes de oro?

--Creo que tengo una combinacion de las dos cosas. Me parece que yo me tomo las cosas de una manera positiva. Soy un resiliente desde chiquito, pero no por salud, sino porque la vida me enfrentó a miles de quilombos y eso hizo que desde los cinco años yo fuera una persona realmente muy resiliente. Tuve una primera operación de peritonitis que fue complicada y a partir de los 12 años tuve que generar dinero, tenía que bancar mi casa, estudié, trabajé y eso me generó una fortaleza bastante particular. Me siento muy orgulloso de eso. Cuando me tocó lo del vih me refugié en una flor, cuando me diagnosticaron cáncer me lo tomé con humor y a todos los médicos les puse sobrenombres, buscando la caricatura. En la semana que estuve internado post operación escribí un guión, pensé una miniserie, en cada máquina que tenía que meterme pensaba y pensaba: en mi mente me mudaba, me desmudaba, armaba un espectáculo, lo tiraba abajo. En fin, todo el tiempo estuve creativo. Creo que ese es el secreto. Y ahora estoy en rehabilitación y a finales de enero me vuelvo a hacer estudios para ver cómo va todo.

Pachao está en Carlos Paz en familia: con Ana Sanz, su hija Sofía y su pareja. 


Soy lo que soy

¿Y vos te sentís el mismo?

--Sí, yo me siento igual. Conozco más anestesistas y enfermeras que nunca. Pero yo sigo siendo yo. Y a todo le busco lo positivo. Y también hice un trabajo con armonización que me hizo muy bien. Ahi terminé de entender el para qué, para qué se vino a instalar esta situación en mi cuerpo. No importa el por qué sino cuál es el sentido de lo que te pasa, cómo mejorás a partir de una situación extrema. 

Las peleas con la Alfano en el Bailando eran muy duras. ¿Cómo saliste de toda esa etapa?

--Explotó el fisico. lo que yo sí tenía claro es que no me iba a ir del trabajo y que esas peleas no me iban a quitar la popularidad por la que tanto trabajé. Y menos la persona que me hizo la vida imposible. Yo tengo una memoria de elefante y soy Radiolandia 2000, me acuerdo de todo y sé todo. Yo pregono mucho el arte y el oficio, y de ninguna manera iba a permitir que esa situación me sacara de mi trabajo. Mi personaje era de una pulcritud y de una estética pocas veces vista en la televisión no argentina, mundial. No hay otro como Pachano.

¿Y vos cuando te ibas a tu casa estabas tranqui o te quedabas mal?

--Sí, era una calentura absoluta y si me tirás un poquito de la mecha puede explotar. Fue muy nocivo. Y no solamente para mí, para mi familia, para mis amigos, para las personas que miraban y nunca le pudieron decir a los suyos “tengo vih”. Yo no me siento mejor o peor persona pero sí siento que esa mujer ha sido de lo peor que yo me he cruzado.


Este es mi mundo

"Yo nací en Tostado, provincia de Santa Fe, de ahí me fui a Santo Tomé. Soy el hermano del medio pero hijo del tercer matrimonio de mi papá. En Santo Tomé hice la primaria, todavía tengo de amigo a mi compañero de banco. De ahí voy a Carlos Paz y vivo desde el 61 al 69. Veo el Cordobazo y fue una marcación muy fuerte. Yo fui un dibujante precoz y mi mamá me incentivo mucho. Despues me vengo a Buenos Aires.

¿Qué hacia tu mamá?

--Pintaba, cortaba, cosía, hacía crochet, macramé y frivolité, que es una técnica china y hace como una puntilla en forma de margarita. Se usa para novias o bordes o cuellos. Después tuve una profesora en Carlos Paz que me enseñó muchísimo, siempre que vengo a Cordoba la trato de encontrar y nunca la pude volver a ver. Yo hago caras, bocas, ojos, cuerpo humano, un espacio arquitectónica en plumín que hice... A los siete años un niño no dibuja así, no era muy normal. La gente piensa que porque tuve que trabajar de chiquito la pasé mal pero yo la pasé bomba.

¿Y cómo fue después llegar a la gran ciudad?

--En Buenos Aires me puse a laburar porque mi viejo perdió todo y quedó medio ciego así que no podía casi trabajar. El consiguió un trabajo como encargado de edificio y en ese edificio vivía Nélida Roca, que era su ídola absoluta, así que él de pagar fortunas para verla en un espectáculo pasó a ser una persona que la cuidaba. Por eso creo mucho en los reencuentros. Cuando llego a Buenos Aires, mi mejor amigo del secundario era el hijo del director de canal 13 y por primera vez me lleva a visitar los estudios. Ahí la conocí a Doña Petrona que estaba cocinando: algo que yo veía todos los dias en mi casa, lo veo en vivo y en directo. y ahí empiezo a trabajar como cadete del Festival de la canción de Buenos aires. Lo ganó una canción venezolana que se llamó "La nave del olvido" y era bastante para olvidar. Pero ¿quién debuta? Piazzolla con "Balada para un loco". Y diez años despues lo tengo en mi camarín despues de una función de los Botton así que fijate cómo la vida me pone en lugares que parecen coincidencias pero no lo son. Las cosas siempre suceden por algo. Y a veces lleva muchos años entender el para qué de la vida. Siempre voy a hablar bien de mi infancia, de mis viejos. Sí me he enojado con él pero mis reproches son de aprendizaje.

¿Cuándo sentiste que lo tuyo era la expresión a través del cuerpo?

--Cuando entro al mundo del espectáculo hago una prueba de baile para Alta Tensión y me va para el tujes entonces me frustro. Siempre que viajaba consumía arte, iba a recitales (la vi a Gal Costa en su debut, por ejemplo), estuve en el Nueva York de los 80 que siempre me puso frente a escenas artisticas. Y despues trabajé con los mejores arquitectos en los mejores estudios y me fue muy muy bien: me llamaban muchísimo para trabajar. Y yo soy un gran observador.

¿Y no fue súper disruptiva esa decision?

--Sí, pero todo tiene que ver. Porque la arquitectura tiene que ver con la luz, con el espacio, cuál es la puesta en escena, por donde entra cada uno, los materiales, la dirección de obra, todas esas fueron cosas que me sirvieron mucho. Creo que los botton surgimos en un momento muy particular. En el 82 nos conocimos con Ana en una escuela de Alberto Aguero, yo venía de ver Bob Fosse y me entero que Ana era directora de imagen y vestuarista. Nos enamoramos y ahí empieza este concepto de generar una familia que para mí fue inesperado, yo sentía que no iba a ser para mi esa situación. Y fue todo lo contrario.

¿Te gusta la vida familiar?

--Sí, estamos separados con Ana pero estamos acá todos juntos en Carlos Paz, con Sofía, nuestra hija, y su pareja. Fuimos Montescos y Capuletos entre los 8 y los 14 de Sofía y después se acomodó. Lo bueno es que yo nunca rompí el lazo con mis suegros y eso también me permitió seguir manteniendo ese vínculo familiar.

¿Cómo nacen los Botton tap?

--Yo había empezado a bailar por hobby pero era arquitecto. Surgió la idea de armar una empresa con Ana, con un concepto atrás. Porque si cada uno dejaba lo suyo para volcarse a un proyecto común teníamos que trabajar fuerte y generar dinero. Eso nos unió, nos fortaleció. Enseguida empezamos a estar en Badía y Compañía y algo pasaba con nosotros, algo muy fuerte, algo llamativo. Eramos distintos, teníamos un look diferente y eso nos permitió crecer de una chapita a una estética con mucho glamour y profesionalismo. Enseguida nos llamó el representante de María Marta Serra Lima para hacer un proyecto en Michelangelo y debutamos con ella: ahí estuvimos del 84 al 88. Nos fue muy bien. Nos separamos en el 96.

Y años después contrajiste vih...

--Sí. Yo conocía la enfermedad desde hacía muchos años, se habían muerto dos amigos de un modo muy triste. Es una enfermedad que si no está tratada se transforma en algo muy denigrante. Yo me había separado de Ana en el 96 y me contagio en el 2000. Tuve la sensación de darme cuenta cómo, cuándo y con quién. Y no soy nadie para culpar a otro: yo tampoco me cuidé. Hay que hacerse cargo. Así como me hice cargo que fumé mucho tiempo y eso me provocó un cáncer de pulmón con metástasis en el cerebro. No hay culpables. Con el vih me refugié en una flor, primero fue callado y después le fui comunicando a las personas que lo tenían que saber. Por eso la traición de la señora (Alfano) no se perdona, porque yo habia abierto mi alma para compartir algo que me pasaba muy intimo. La lucha fue a partir de ese momento que la gente pudiera entender que vih no es un estigma. Y a mis hermanas y a Sofía y a personas que me querían les afectó mucho. Digan lo que digan es una enfermedad crónica, está estabilizada, y hay medicación para tratarla.

¿Estás de novio?

--No tengo a nadie, ¡no! Estoy viejo para eso.

¿Pero te gustaría?

--Sí, me encantaria, un ratito.