Gabriela

1972

“En Buenos Aires un movimiento de música progresiva atraía cada vez más público. Ya nada podía detenerlo. Así que yo, como integrante de ese movimiento y como la primera de las mujeres que se animó a subir a un escenario rockero, acabé grabando este disco”, escribió en Las mil vidas de Gabriela. Grabado en vivo en cuatro canales, el disco mantiene intacta una furia visceral combinada con una dulzura casi adolescente, la misma que se advierte en su simple Campesina del sol. En el disco hay canciones como “Voy a dejar esta casa, papá”, “Rodando mis ideas al revés”, “Haz tu mente al invierno del sur” y “Hombre de las cabras blancas”, donde un deseo incipiente de abrirse al mundo se combina con evocaciones de su infancia en Rauch y su estancia parisina. La banda que grabó el disco está formada por Edelmiro Molinari, David Lebón, Oscar Moro y León Gieco. El disco acaba de ser remasterizado y editado en vinilo por Sony, con todas las letras originales.

Ubalé

1983

“De día trabajaba y de noche cocinaba milanesas y tortillas y me iba junto a mi hija pequeña en su cochecito a grabar con estos grandes. Era un tiempo ajetreado pero feliz”, recuerda Gabriela. Grabado enteramente en California, con este disco la artista obtuvo una fusión sin precedentes entre figuras legendarias de la escena local como David Lindley, Robben Ford y Álex Acuña, y músicos argentinos radicados en Los Ángeles como Pino Marrone y Gustavo Santaolalla, más la colaboración de León Gieco. Si bien el álbum tiene una impronta rockera y refinada a la vez, marca un punto de quiebre en la búsqueda de la artista. Por ejemplo, hay evocaciones de sonidos tradicionales mexicanos que Gabriela adora y silencios misteriosos dignos del desierto de Mojave, donde se hicieron las fotos del álbum. Incluso la canción que titula el disco evoca el ritmo marcado de las copleras de Tilcara (a las que Gabriela conoció) junto a una orquestación con reminiscencias afro. Así, el conjunto sonoro se emparenta con la world music antes de que el concepto fuera siquiera creado.

Altas planicies

1991

Tomando distancia del folk y el rock, este disco climático está delineado por una búsqueda instrumental refinada, en la ruta de Ry Cooder, como la que se advierte en “Canción mixteca” con esos slides evocadores de Lindley, que ponen al tema “por las nubes”, como Gabriela reconoce. En términos más terrestres, las letras también dialogan con la realidad de quienes deben cruzar fronteras como indocumentados, llevando su tradición y sus sueños rotos a cuestas, como queda claro en “Tema del Salvador”. Además, este álbum tiene una explosiva fusión de músicos como Lindley, Acuña y Marrone más la participación de artistas como Dino Saluzzi y Pedro Aznar, entre otros. El resultado es una música envolvente, de a ratos minimalista, que propone “dejar a los pájaros volar más allá de fronteras y restricciones”.

El viaje

2006

En el disco final del tríptico que resultó de su pródiga colaboración con Bill Frisell, el canto de Gabriela se expande con resonancia chamánica, de a ratos perturbadora. Grabado en Seattle, participaron Viktor Krauss en bajo, Kang en viola y violín, Steve Moore en teclados y Tucker Martine en percusión. De allí que el disco conserve alguna reminiscencia del jazz, abierto como en los trabajos anteriores a un sonido mestizo y personal. El primer resultado de “la colaboración más fortuita y memorable de los noventa”, según destacó la crítica estadounidense en su momento, fue Detrás del sol (1997), en el que participan músicos como Lee Townsend, Phyllis Oyama y el violinista Eyvind Kang. Le siguió Viento rojo (2000), que prescinde de la batería y las cuerdas ocupan todo el espacio sonoro, creando una atmósfera tenue, levemente enrarecida, como si el sonido estuviera explorando tierras marcianas. Gabriela reconoce en este trabajo influencias de The Juliet Quartet, de Elvis Costello y The Brodsky Quartet.